lunes, 13 de octubre de 2014

La duda

Nada más terminar el partido contra el Valencia un buen amigo me preguntó si el Atleti no me generaba dudas este año. En mi respuesta fui tan tajante como poco convicente; "No", le dije. Y acto seguido añadí: "Soy consciente de que lo del año pasado es irrepetible". Irrepetible aunque inconcebible por la opinión general puesto que nadie se ha parado a explicarles que aquello no fue regla, si no excepción.

Excepción porque hay que tener en cuenta los recursos antes de analizar los objetivos. De puertas hacia afuera, boceros mediante, se ha vendido un gasto del Atlético superior a todas la inversiones que hasta ahora había realizado. Más allá de los cien millones de euros hay que tener en cuenta que el club ha ingresado casi ochenta, por lo que el gasto no es tan elevado y tenía por función intentar mejorar la estructura del equipo. La estructura, analizada como fondo de armario, ha podido quedar más arreglada, pero lo cierto es que el Atleti del año pasado contaba con dos recursos de los que ahora adolece: dos tipos decisivos en cada una de las áreas.

Es inevitable percibir la sombra de Courtois en cada gol encajado por Moyá u Oblak. No es culpa suya; no es que sean malos porteros, es simplemente que el belga es el mejor. Y es inevitable reconocer como nuestros los goles con los que Diego Costa, está dando victorias al Chelsea domingo tras domingo. No es que Mandzukic sea un mal delantero, es simplemente que no es tan decisivo como el hispano-brasileño. En lo perceptible, puede que el Atleti sea mejor que el del año pasado, pero en lo concreto está muy lejos. Seguirá siendo muy competitivo y seguramente jugará mejor pero, probablemente, ganará menos. Por eso la duda. Por ello la realidad.

lunes, 6 de octubre de 2014

La deriva del capitán

Cuando un equipo de fútbol tiene las señas de identidad bien definida se puede afirmar que sí, que el trabajo ha dado su fruto y que el grupo es reconocible a la hora de ejecutar el juego y redefinir su objetivo. Las señas de identidad del Atleti son presión alta, intensidad, juego rápido en ataque y una firmeza defensiva que le convierte en una roca. Sumen competitividad estajanovista y encontrarán a uno de los equipos más difíciles de ganar en el fútbol actual.

Dicen que todo equipo es un reflejo de su entrenador, o al menos, debería funcionar instrumentalmente como lo habría hecho su director una vez hubo sido músico. Para hacer de Simeone, jugador en su tiempo de empuje, llegada y pierna fuerte, el entrenador eligió a Gabi. Mismo dorsal, mucho sentimiento, un buen entendimiento de las necesidades del equipo y una cabeza amueblada para entender el discurso a la perfección. Mientras Gabi sobrevivió como un héroe en la jungla de cristal, los aficionados lo admiraron como su John McLein particular. Un tipo duro, sensato, a ratos irónico y que no hacía amigos a la hora de trabajar.

"Me preocupa mucho Gabi", fue el mensaje que hice llegar a mi hermano después de que el Atleti empatase a cero contra el Rayo tras no jugar a nada. El equipo venía de una borrachera de ánimo después de ganarle al Madrid la Supercopa y en aquel mismo partido, pese a la apoteosis final, ya se percibió a un Gabi lento e insustancial. El tipo que dirige al séptimo de caballería ha perdido físico y con ello, dotes de mando. Simeone lo intuye y, por ello, intenta cuidarlo. Ya le ha sustituido más veces que en todo el año pasado y ayer mismo no fue de la partida. Urge recuperar al capitán porque en su deriva el barco se tambalea. Y se aproximan tormentas en el horizonte. Sevilla, Juventus y Valencia. Nada menos.