martes, 22 de noviembre de 2016

La élite

La élite es ese lugar donde todos quieren ganarte. Donde el respeto se impone a base de poner el nombre, donde los futbolistas entran más fuerte, corren más rápido, donde los errores penalizan y donde los goles valen doble porque cuestan el doble de conseguir. La élite es ese lugar donde viven los aspirantes, donde perduran los campeones, donde los invitados han de sudar sangre para ganar el pan porque saben que siempre vivirán al borde de precipio. Un lugar donde la tensión se corta. Un lugar donde la presión obliga a respirar hasta por debajo del agua.

La élite es el lugar desde el que las derrotas saben a hiel, donde el rival te mira con asco y te celebra con arrogancia, donde perder el derecho a soñar duele el doble de lo normal porque los baños de realidad se convierten en duchas de ácido sulfúrico. La élite es el lugar donde el corazón late a doscientos por hora y el alma vuela más allá de los sueños. En la élite hay que ser constante, brillante, tenaz y persuasivo. La élite no concibe despistes, ni paga por sueños baratos. La élite te da una patada en el culo cuando decides perder la intensidad y se te queda cara de tonto, porque en el fondo sabes que tú mismo has sido el culpable de la desdicha.

La élite exige fútbol porque sobre su cielo vuelan los halcones del buen gusto. La élite exige carácter porque en suelo corretean las hormigas que devoran el cadáver del pusilánime. La élite exige cabeza porque en sus libros se cuentan historias de héroes y villanos, leyendas y epopeyas, luchas y derrotas. Pero, sobre todo, la élite, exige capacidad para regenerarse. Ninguna victoria es definitiva y ninguna derrota es el fin porque lo que hay que hacer es aprender de los errore y volver a levantarse con la cabeza alta. Y aunque el ánimo esté herido hay que saber volver a enfundarse la armadura y regresar al combate porque la élite, como Roma, no paga traidores y no admite cobardes.