lunes, 21 de noviembre de 2011

A trompicones

Le suele ocurrir a un coche viejo cuando las bielas del motor ceden por el desgaste, le solía ocurrir a las viejas locomotoras cuando su combustión no estaba alimentada con la cantidad suficiente de carbón, le ocurre a una bicicleta cuando uno de los pedales queda atrancado en cada pedalada; los equipos de fútbol, como los medios de transporte, también se atrancan cuando les falla el corazón.

De nada sirve que Arda Turan se recorra el campo en busca del balón perdido, que Diego busque la piedra filosofal en el área maldita o que Adrían encuentre un balón suelto en su última cruzada. A esta aventura aún le quedan muchos momentos de tragedia porque al Atleti le falta un capitán que despliegue velas, coja el catalejo y manda a rebato porque a la hora de buscar un tesoro es más provechoso abordar que sentirse abordado.

En la sala de máquinas del Atleti se sitúa Mario por prescripción facultativa y, a ratos y a corazonadas, le acompañan Gabi, Tiago o Assunçao. El primero tiene veneno en la sangre pero carece de pausa en la elección, el segundo tiene horchata en la sangre y carece de sentimiento en la ejecución y el tercero tiene adrenalina en la sangre y carece de intuición en la distribución. Por ello, como el viejo coche al que el cigüeñal dice amigo hasta aquí hemos llegado, el Atleti juega a trompicones. No tiene rumbo, solamente instantes. Aquí uno de Diego, aquí uno de Arda, aquí uno de Reyes. Y así se ganan partidos, sí, pero nunca campeonatos.

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