lunes, 23 de abril de 2018

Un nuevo rumbo

Durante un tiempo, justo el receso que se gestó mientras se mantuvo el sueño más hermoso, el Atleti se sentía como pez en el agua contra equipos que manejaban la pelota con soltura. Agazapado en tres cuartos, sabía desesperar al rival quien, harto de buscar espacios entre un muro de hormigón, terminaba por entregarse a la suerte y terminaba viendo como la suerte le era esquiva a golpe de zarpazos de realidad.

Durante un tiempo, mientras el Atleti competía y trazaba un plan viable, estos equipos llegaban cargados de ilusión y se marchaban con el orgullo herido. Fue un tiempo en el que el equipo tenía físico y piernas, sí, pero también tenía el suficiente fútbol como para confeccionar un plan ofensivo. Algunos no lo querían ver como algo vistoso, pero era de lo más eficaz. Y a nosotros, aquella eficacia nos gustaba porque veníamos de un tiempo de sombras donde no había planes ni finales felices.

Durante ese tiempo, el Atleti no creía poder verse avallasado por rivales como el Betis de Setién. El Betis, que concibe el fútbol como un concierto sinfónico, hizo bailar al Atleti al son de su sinfonía. Durante algún periodo del partido, hubo ramalazos de fe. Porque al Atleti aún le queda la fe, pero ha perdido el plan. El tiempo, que lo cura todo, será el único capaz de dictar sentencia a un equipo que navega entre el pasado y el futuro. Aquello fue bonito, pero estas aguas requieren un nuevo barco. Y no se trata sólo de remar hasta la extenuación, se trata de plegar velas y navegar a todo trapo. Alcanzar de nuevo la velocidad de crucero requiere la misma fe, pero, sobre todo, requiere de buenos futbolistas.

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