Acabada aquella primera gran hornada, Simeone se dedicó a pulir futbolistas hasta conseguir auténticos entregados a la causa. Así, Lucas se convirtió en campeón del mundo, Griezmann en balón de bronce, Savic en un seguro de vida, Correa en el tipo más incisivo del equipo y Llorente en una máquina de matar. Quedaba un tema pendiente, un asunto que le carcomía el cerebro y que no podía dejar sin arreglarlo, porque Simeone sabía que Lemar tenía tanta calidad como el que más y que lo importante era saber devolverle la confianza.
El Lemar que estamos viendo, después de las dudas, los pitos e incluso los abucheos, es un futbolista de una pieza, un jugador al que no le quema la pelota, un jugador que conduce con la elegancia de los artistas, que tiene un guante en la zurda y que busca las paredes con la incisividad de los guerreros. Y además llega a puerta con peligro. Ahora mismo, quien nos lo iba a decir, es el jugador más importante del equipo. El engranaje, el distinto.
Otro milagro del Cholo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario