Esa mesa chica en la que imperan las verdades, las certezas, las lágrimas y los reproches, es un refleja de la vida de cada uno, porque por más que idolatremos a nuestros padres o adoremos a nuestros hijos, nuestro camino junto a ellos estará salpicado de momentos en los que escondemos un reproche o días en los que echemos en falta su presencia. Y en todo ese camino personal, dejando atrás hijos, proyectos e incluso abrazos, Simeone interpuso su bienestar para venir a entrenar al Atlético de Madrid. Porque el Cholo es hincha del equipo y jamás estaremos lo suficientemente agradecidos a lo que ha hecho por nosotros.
Ahora que hemos comprobado como los jefes del club, después de que el entrenador llevase diez años haciendo los deberes, siguen sin tener las cuentas claras y sí tienen las ideas espesas, fichando a dos tipos de dudosa reputación mientras venden al lateral derecho titular, es cuando nos damos cuenta de la dimensión de un tipo que, de no haber venido, no habría obrado el milagro de los panes y los peces. Porque sin Simeone no sólo estaríamos fichando Gaitanes, Hermosos o Mandavas, sino que ninguno de ellos hubiese tenido ni un sólo segundo de gloria y seguiríamos tirándonos de los pelos pensando que, quizá, algún día, algún salvador llegara a nuestro puerto para situarse sobre todo y por encima de todos.
Gracias, Cholo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario