Asombro por ver jugar a Pablo Barrios, un compendio de técnica y energía al servicio de un equipo en busca de un líder. Un futbolista capaz de defender un ataque rival y, un pestañeo más tarde, estar conduciendo un contraataque junto a sus compañeros, un tipo que marcó dos goles sublimes, que se puso el mundo por montera y nos dijo a los atléticos que quizá, si se apuesta fuerte por él, tengamos centrocampista durante unos años.
Y asombro por ver que los de siempre han vuelto a hacer el ridículo de la peor manera. Estamos en el año 2022 y algunos creen que siguen viviendo cuarenta años por detrás; no bastó con ir a insultar a un equipo de juveniles sino que se recrearon de la peor manera vejando de manera racista a un chaval por el hecho de tener un color de piel más oscuro y una camiseta más clara. La realidad es que aquí, el asombro se convierte en vergüenza.
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