lunes, 25 de noviembre de 2024

Querer

Querer implica una correspondencia transversal, una dosis de paciencia, un saber mirar hacia otro lado en algunos errores y una reprimenda en otros más trascendentales. Querer no es banalidad porque si lo conviertes en rutina se transforma en aburrimiento y si lo conviertes en asunto de estado se convierte en peligroso. Querer es reciprocidad siempre que la misma llegue con correspondencia mutua, porque querer muchas veces duele, pero otras, o casi siempre, es un acto de fe hacia alguien que nos hace sentir especial.

Hay quien quiere por interés, quien quiere por inercia y quien quiere por desorden mental. Cómo no te voy a querer es una expresión de miedo al vacío, de intolerancia al fracaso, de rechazo a la frustración. Porque quien quiere de verdad quiere en las buenas, pero sobre todo es capaz de desollarse la piel en las malas. Porque querer no es un verbo que se conjugue en primera persona sino que siempre hay más elementos en juego y cuando uno de ellos hace crack, si de verdad quieres, lo normal es tender la mano y no mirar hacia arriba esperando un simple milagro.

Simeone quiere el lugar en el que está porque es hincha del equipo al que entrena. Todo es más fácil cuando hay amor, o debería serlo. Porque a veces, cuando el amor no es correspondido, duele y hace brotar las lágrimas. Algo así le pasó a nuestro entrenador el sábado cuando, preguntado por su futuro, dejó escapar un conato de emoción que no conocíamos tras su armadura impertérrita. Y es que este club se ha forjado con leyendas de pico, pala, yunque y martillo y, aún así, hay gente allá afuera que no es capaz de corresponder al amor con amor. Desagradecidos puede ser la palabra. Amargados puede ser otra definición. O quizá es que aún no han aprendido de verdad que es lo que significa querer.

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