Convive una cierta dosis de superviviencia en el discurso de Simeone, porque más allá del mes en el que nos hemos visto arrasados, el equipo se ha mostrado como un ejército de fe en busca de unos objetivos que realmente no le alcanzaban y porque, más allá de las derrotas, debe permanecer en la memoria, ante el discurso derrotista de los que quieren que el fraude caiga en el olvido, que si no vamos a jugar mañana los cuartos de final de la Liga de Campeones es porque a alguien se le antojó robarnos un penalti legal en una tanda decisiva.
Y conviene recordarlo porque este arrasamiento mental y físico que nos conduce a todos a la depresión, viene de un momento puntual después de un partido casi perfecto. Porque los oportunistas, todos aquellos que Maradona bautizó como los invictos, que ahora vienen con cuentos de la vieja diciendo que al Atleti le faltó ambición, olvidan interesadamente que el equipo que levantó más copas y durante los últimos años fue dejando en la cuneta a gigantes económicos como PSG, Manchester City, Liverpool y Bayern de Munich, no fue capaz de hacer un tiro a puerta en ciento veinte minutos en nuestro estadio.
Y conviene saber, ahora que nos sentimos arrasados por el fútbol, que el mejor equipo de la Liga nos ha eliminado por un gol sufriendo el último arrebato de nuestras hordas en una segunda parte a la desesperada que demostró las carencias de un grupo pero la voluntad de un equipo. Porque ahora que vienen malas y que hemos hecho lo normal que es caer ante dos equipos más gigantes que nosotros vendiendo cara cada una de las heridas, es cuando han vuelto a salir de la cueva todos aquellas ratas que lanzan su ataque contra el tipo que viste de negro y nos ha devuelto la grandeza. Y yo les digo que podemos sentirnos arrasados, sí, pero también orgullosos y que con este orgullo les devoro yo toda su rabia.