Llorente cruzó la acera para ponerse la camiseta del equipo bueno de la capital. Durante años había mamado otra cultura, otra forma de mirar la vida, otra manera de jugar. Porque, aunque llevaba un todocampista dentro, le hicieron crecer creyendo que era un mediocentro cuando tenía buenos conceptos pero los criterios equivocados. Simeone le vio trabajar, le vio el potencial y le dobló la apuesta; yo te adelanto la posición y tú me respondes con jugadas decisivas. A día de hoy es el centrocampista con mejores cifras de la liga con siete goles y siete asistencias. El desahuciado Llorente gana la línea de fondo con poder y celebra sus goles con pasión.
Suárez pagó el pato de la peor derrota en la historia moderna del Fútbol Club Barcelona. Cuando el ínclito Bartomeu puso en la picota a los jugadores con los que no quería contar más, el bueno de Simeone miró a ambos lados y, viendo que nadie se iba a cruzar en su camino, solicitó el fichaje de un delantero al que le sobraban años y kilos. Lo cierto es que es incapaz de ganar una carrera o de terminar un regate, pero ha marcado dieciséis goles en dieciocho partidos porque tiene algo que sólo tienen los grandes delanteros: instinto. Simeone abrazó su llegada y le dobló la apuesta: este año queremos ganar la liga y para ello tú debes hacerme mejor entrenador, de paso, yo intentaré hacerte mejor jugador. Y como los tipos ambiciosos se entienden sólo con mirarse, el uruguayo se puso manos a la obra y se ha convertido en la pieza clave para que el Atleti esté a tres meses del final con aspiración de ganarlo todo. Y es que el desahuciado Suárez gana partidos por sí mismo sólo con saber manejar los espacios y la velocidad de la jugada.
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