Mis reticencias comienzan en el propio Cádiz, un equipo de poca enmienda que atraviesa su peor etapa desde que regresó a Primera. Ha perdido su énfasis defensivo y con él ha perdido casi toda su capacidad para competir. Digamos, pues, que se trataba del rival idóneo para olvidar las penas y aún así jugamos contra ellos una de esas primeras partes tan insípidas a las que estamos acostumbrados y que tanta desolación nos dejan en el corazón.
Y las reticencias continúan y terminan en lo que nos espera más allá del Mallorca que, no por parecer fácil dejará de costar, porque el Atleti no está hoy ni para flores ni para cardos. Los esperan el Oporto, el Madrid y el Sevilla, los tres de manera consecutiva, sin dar lugar a tregua, cada tres días, a domicilio y jugándonos, en una semana, toda la temporada cuando ni siquiera hemos llegado al ecuador de la misma. Y yo repito que me gustaría ser optimista, pero no puedo.
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