Apareció Falcao y quiso encubrir todas las miserias con un gol plagado de talento. Un buen delantero centro es movimiento, desmarque, remate y definición. A Falcao no le sobra el juego cuando se aleja de su hábitat natural, pero en el área es un depredador infalible. Este año le ha marcado gol a los equipos de arriba y en la Europa League hemos vivido de sus goles para llegar, una vez más, a semifinales. Son veintidos goles de los cuarenta y cuatro que el equipo ha anotado en la liga. Solamente Messi y Ronaldo llevan, por sí mismos, tres goles menos que nosotros. Las cifras del equipo son deprimentes, pero las del colombiano son admirables. Los que le silbaron cuando no encontró la racha equivocaron, una vez más, el objeto de su protesta. Los culpables siempre se sientan unos cuantos escalones más arriba.
Apareció Falcao y el equipo vuelve a las cuentas de la lechera. Pero la realidad es otra; la falta de centrocampistas creativos y el exceso de compromisos para una plantilla tan corta hacen que el equipo haya llegado exprimido de fútbol al último tercio de campeonato. Los inicios de Simeone fueron halagüeños, pero la luz se fue apagando y ha vuelto la oscuridad. No es culpa del Cholo; él ya cogió un juguete desgastado y mal confeccionado, bastante hizo con intentar ponerlo en marcha. A la agonía le quedan siete partidos. Ocho, en el mejor de los casos. Llegarán titulares confusos y mentiras ilusiorias. El Atleti pide tregua en el momento más álgido de la batalla. No hay mucho donde rascar y, sin embargo, aún queda una parcela de sueños por conquistar; quizá, si Falcao sigue apareciendo, lo que hoy es mentira, a lo mejor mañana es un poco más verdad. Quién sabe.
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