Perea es un superviviente que sigue lidiando guerras con los dientes apretados. Nunca fue un dechado de virtudes con el balón en los pies y tampoco pretendió serlo. Por no esconder sus carencias fueron muchos los rivales que le buscaron las cosquillas. Como el Atleti no tenía ningún centrocampista decente para sacar el balón jugado, el marrón caía siempre en el negrito, ese que no sabía calibrar su bota, ese que corría más que nadie y con un sólo error emborronaba el dibujo que el sudor había pintado sobre su camiseta.
Aún recuerdo dos partidos que glorificaron a este Atleti de Gil más pendiente de la comisión que del interés deportivo. Enfrente estaba el Liverpool y en el horizonte un premio: la final de la Europa League. Aquellos dos partidos de Luis Amaranto Perea fueron de vídeo; el equipo ayudó en el centro del campo y él solamente se tuvo que preocupar de hacer lo que mejor sabía; defender. Corrigió con velocidad, ganó todos los duelos, los que implicaban carrera y los que implicaban anticipación, y, además, no erró en la salida porque el equipo no le complicó el espacio. En un par de meses cumple contrato y nadie del club se ha acercado a él para agradecerle los servicios prestados. No creo que lo espere y nosotros tampoco. Por eso seré yo quien le agradezca algo que los reproches han escondido durante mucho tiempo: tú sí supiste honrar el escudo. Pasaron muchos, casi todos muy malos y tú cargaste con tu culpa y con la de los demás, pero nadie supo perdonarte jamás un desliz. El destino, y Daudén Ibáñez, te deben un gol en un derbi. Aún estás a tiempo. Espero verte jugar. Yo soy de Perea.
1 comentario:
Apúnteme a mí también Don Pablo...Uno también es muy de Perea.
Un abrazo
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