miércoles, 15 de enero de 2014

Vivir a lo grande

El problema de vivir a lo grande es que se deben fijar los objetivos en relación a la opulencia. Uno se juega una copa contra el Valencia y ya no le vale caer en octavos porque uno ha visto a este equipo crecer tanto en tan poco tiempo que ya no se conforma con menos que el infinito. El problema de vivir a lo grande es que las capacidades deben estar en virtud a la exigencia y el muestrario debe permanecer intacto en vistas de una subasta final con aires de entusiasmo.

El problema de vivir a lo grande es que necesitas los recursos más grandes, el problema de no contar con los recursos más grandes es que, para vivir a lo grande, una vez fijado un nivel de exigencia, este debe mantenerse en el hilo del funambulista sin conseguir que los pies tropiecen en el camino. El problema de exigirse el máximo es que, para dar el máximo, se deben sortear mil obstáculos y no caer en ninguno porque los adversarios en esta carrera son pirañas que desgarran la carne sin piedad ante la súplica.

El problema del Atleti es que, para mantenerse a lo grande, necesita conservar el aire, las piernas y la tensión competitiva. Dando por hecho que el ánimo y el valor se conservarán intactos, queda la duda sobre el fuelle de un equipo que, en comparación a sus rivales, anda más justo de calidad y menos sobrado de efectivos. Si en enero, un Valencia desquiciado te quita la pelota y te encierra en el área, da que pensar sobre el futuro y el corazón comienza a dar severos latidos empujado por la duda. El final del camino está tan lejos y las promesas silenciosas son tan suculentas, que no nos sirve otra cosa que no sea el creer en el discurso y vivir ese partido a partido que a tan altas cotas nos ha llevado. El resto, la duda y el escepticismo, es agua de otro molino. No hemos llegado hasta aquí para resucitar fantasmas. Aunque el final del tunel aún no tenga luz, aunque aún no terminemos de asumir qué significa vivir a lo grande.