martes, 20 de diciembre de 2011

Los lunes al sol

Se puede ser un graciosillo de poca monta, un pelota mediático en busca de gloria y un ingenioso imitador de nada en concreto; una cosa es ser un chancero y otra un sinvergüenza. Vale que Manzano haya cometido errores, que el equipo tampoco le ha ayudado y que entre todos le han ayudado a cavar su propia fosa. Una cosa es decirle a un tipo que no cuentas con él y otra cosa es reirse en su puñetera cara.

Todo el mundo tiene un precio, y está claro que Manzano está dispuesto a ser humillado y vilipendiado para tasar el suyo. Cualquier chascarrillo de mal gusto, cualquier insulto y cualquier humillación es aceptada porque al final de la escalera, tras los tumultuosos e inclinados escalones, espera un finiquito con el que olvidar esquirlas y resetear la memoria en busca de una nueva felicidad.

La dignidad de un hombre vale tanto como la conciencia y el orgullo estén dispuestos a permitir. La dignidad de Cerezo debe ser muy costosa puesto que interpreta con orgullo su papel y no tiene heridas en la conciencia después de arruinar una entidad histórica. La dignidad de Manzano debe estar por lo suelos pues ha perdido el orgullo que le ayude a reaccionar con rabia y en su conciencia palpitan las rozaduras de cientos de interpretaciones ajenas. La última le invitó a pasar "los lunes al sol". A la cola del paro, Goyo. Sin dignidad, pero con finiquito.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Silencio

El partido no fue muy diferente del que hemos visto durante todos estos años de bicefalia; sin juego, sin un patrón en el que basar el ataque, con una defensa de chiste y fallando las dos o tres ocasiones medio claras de las que dispusimos. Nada nuevo bajo el sol, vamos. La diferencia estuvo arriba, donde puede estar el germen del cambio y donde se respiró una resignación tan preocupante como hiriente. Cierto que durante unos minutos se invitó al Consejero Delegado a abandonar el estadio que ya ha vendido sin pedir permiso, cierto que durante más tiempo se rogó al inquilino del banquillo que se fuese a su casa a freir un manojo de espárragos, pero no es menos cierto que cuando más hubo de rugir la platea se hizo el silencio más absoluto. Terminó el partido, el Betis había marcado su segundo gol mientras los futbolistas miraban, se consumó la primera derrota en casa de la temporada, se inclinó la tabla hacia abajo y nos situó a cuatro puntos del descenso y el Calderón no dijo nada. Reinó el silencio más absoluto.

Esta es la herencia del Atlético reinventado del gilismo, cacareado por los delamorenas de turno y ridiculizado en manoletes de poca monta. Al atleti le persiguen los árbitros y la mala suerte, perder mola porque el Atleti es así, el Atleti es capaz de lo peor y de lo ¿mejor? y con el Atleti nunca se sabe ¿Nunca se sabe qué? Hace tiempo que sabemos que no va a pasar nada y que en cada temporada nos sentimos como aquel Bill Murray que despertaba una y otra vez en el día de la marmota. Hace tiempo que venimos comprobando que ya no somos capaz de hacer lo mejor porque no tenemos jugadores acordes a nuestra historia ¿Dónde está la historia? Acaso es un bonito recuerdo manchado de imágenes con una camiseta vestida por un tal José Eulogio Gárate.

¿Saben las nuevas generaciones quién fue José Eulogio Gárate? ¿Acaso vieron a Futre en un Atleti que ya apuntaba a la decadencia? ¿Saben quién fue el hombre que dio nombre al estadio? Los atléticos de verdad se alejan del Manzanares y las gradas se pueblan de niños que nunca vieron celebrar a sus padres y padres que se acuestan cada noche adormecidos por el discurso de los programas nocturnos. Aquí no pasa nada, señores. Y si pasa, se le saluda ¿Si se pierde prestigio? ¿Si se pierde identidad? ¿Si se pierde contra un recién ascendido? Silencio. No sea que se vean obligados a contarnos la verdad.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sin dinero, sin vergüenza, sin dignidad

Que el Atlético es un equipo en quiebra técnica es algo que sabemos todos los que nos preocupamos por su salud. Durante años, la familia Gil anduvo gestionando el club a su manera, reportándose beneficios propios e inflando cuentas y falseando balances para hacer brillar la fachada mientras dejaban que se pudriese el interior del edificio. Los abusos de la familia contra el Atleti cesaron cuando el juez García Castellón intervino el club y demostró todas las fechorías realizadas, incluso la adquisición del mismo por cero pesetas tras una contabilización de gastos que nunca existieron. Huelga decir que el club fue embargado, administrado judicialmente y que su dueño terminó en prisión. Pero aquí no cambió nada; la familia volvió al poder, la Hacienda Pública le puso bajo su supervisión y los aficionados pagamos el pato. No hay dinero para gastar en buenos jugadores y para, según cuentan, sanear las cuentas, se han de vender las figuras, pero, en cambio, sí hay dinero en caja para abonar más de un millón de euros anuales al ínclito Miguel Ángel Gil Marín.

Aquí es donde llega el asunto de la vergüenza. Decía mi abuela que, quien tiene vergüenza ni come ni almuerza. Haciendo caso al refrán, queda claro que tanto Gil Marín como Cerezo comen y almuerzan gratamente a costa de nuestra salud, e incluso ríen y cuentan chascarrillos. Todo mientras nosotros seguimos llorando. Muestra más que evidente de la ausencia de vergüenza. Si la tuvieran, quizá sopesaran los daños colaterales e hicieran repaso a su propia conciencia, quizá cogieran el petate y buscasen comprador para un club que ellos mismos no compraron. Pero para reconocer errores hace falta valor, un punto de autocrítico y, sobre todo, mucha dignidad.

La dignidad la perdieron el día que mintieron por vez primera. Hablaron de recuperación de la grandeza y el equipo se marchó a la segunda división. Abanderaron a Kiko y lo tiraron a los leones. Prometieron a Antic y engañaron a técnico y afición. Dijeron que habíamos vuelto y, desde entonces no hemos parado de dar pasitos de cangrejo. Siempre hacia atrás. Torres, Kun y De Gea en Inglaterra porque "los jugadores juegan donde quieren". Mendes y Quilón con los bolsillos llenos porque los representantes negocian con quién quieren. El Calderón al suelo porque aquí se hace lo que ellos quieren. Y un nuevo entrenador al limbo porque en materia deportiva, ni ellos saben lo que quieren. Una cosa tienen clara; millón de euros para mí y aquí que no pase nada. Y si pasa, se le saluda.

martes, 13 de diciembre de 2011

Otro cambio de inquilino

Es lo que ocurre cuando empiezas a hacer mal las cosas. Que, generalmente, acaban mal. Y en el Atleti, de hacer las cosas mal andan más que experimentados porque llevan la friolera de veinticuatro años y medio matando a un club que un día fue un equipo señor y hoy es el pito del sereno. Pero aquí no pasa nada, y si pasa, se le saluda con un gesto de chanza y un qué tal está usted señor presidente, hagamos un trato, yo no lo dedico ninguna portada ofensiva y usted me cede los derechos de esa bonita maqueta de ese campo que van a tirar.

Y es que aquí, además del estadio, también van a tirar por los suelos toda nuestra historia. De nada vale el sudor que un día derramaron cientos de hombres que lloraron como niños sus derrotas y celebraron orgullosamente sus victorias. El Atleti de las nueve ligas y las nueve copas es hoy una comparsa que llena los campos ajenos porque todos tienen la seguridad que a ese equipo con tanto nombre y tan poco futuro le van a meter mano de lo lindo. Lo hizo el Espanyol, lo hizo el Getafe y lo hicieron en anteriores ocasiones equipos como el Racing, el Hércules y hasta el Albacete; estadios en los que antes viajaba un equipo señor y ahora ponen la carpa para disfrutar del circo más esperpéntico.

Se irá Manzano, sí, con sus rotaciones incomprensibles, su falta de carácter y su cara de derrota perpétua. Pero seguirán Miranda, Godín, Mario Suárez, Salvio, Assunçao, Pepi, Luci, Bom y otros chicos del montón, y el próximo pagafantas terminará con cara de derrota perpétua porque no sabrá como se hace aquello de convertir el agua en vino. Y a él le convertirán en polvo y le tirarán al siguiente contenedor de escombros. Es lo que ocurrió con los cuarenta y nueve inquilinos anteriores. Veinticuatro años y medio, cincuenta cambios en el banquillo y ninguno en la directiva. Y todavía hay más de uno que no se atreve a decir la verdad.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

No me fío

Conste, en principio, que no soy tan tremendista como el resto de atlético que, removidos por una comprensible nostalgia, se aferran al pasado y se agarran a su asiento para proclamar que ellos, de su casa, no se mueven. No soy tan tremendista porque no vería con malos ojos un cambio a un nuevo estadio más moderno, más cómodo y en una zona con mejores accesos. No lo vería mal porque lo entendería como un síntoma de crecimiento, igual que ya lo hicimos el día que dejamos el viejo Metropolitano y nos embarcamos a nuestra nueva y brillante aventura al lado del río.

El problema es que no me fío. No me fío porque no puedo creerme que un equipo endeudado hasta en el escudo, embargado hasta los bolígrafos y en plena cuesta abajo, sea capaz de sostener la construcción de un nuevo estadio tal y como lo presentaron. No me fío porque no puedo creerme que ese alcalde tan propenso a hacer favores al vecino se le haya caído ahora una lagrimilla desde la conciencia y haya decidido ayudarnos así, porque sí. No me fío porque desde hace dos décadas ese par de delincuentes prescritos se hicieron con el club sin poner un duro y, para más inri, lo utilizaron para engordar su propio lucro ¿Quién me dice que no harán aquello de "coge el dinero y corre" y nos dejaran sin casa? Conozco a un amigo que compró un piso sin vender el anterior y al final se quedó sin ninguno de los dos.

Gil Marín y Cerezo no se quedarán sin casa, nos quedaremos los atléticos. Muertos de frío y de hambre miraremos al cielo y nos preguntaremos porque no les paramos antes los pies. De estos polvos vendrán aquellos lodos ¿Nuevo estadio? Yo, de estos, no me creo nada.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Cínicos

- Cínicos. - Masculló el padre mientras fijaba la mirada en el césped y veía trotar al jugador que se marchaba ovacionado.
-¿Qué es un cínico? - Preguntó el hijo, anestesiado por el ambiente y encendido aún por el segundo gol que había tenido la suerte de celebrar.
- Aquel que actúa con desvergüenza. - Contestó el padre aún con la mirada perdida en el césped y la palabra flotando en el aire.
- ¿Y qué es la desvergüenza?
- Pues hacer las cosas con insolencia. - Respondió el padre armado de paciencia sabiendo que el niño estaba en esa edad en la que lo quieren saber todo.
- ¿Y qué es la insolencia? - Anticipó el hijo antes de obviar el incómodo resoplido de su padre.
- Pues un dicho ofensivo e insultante. - Obviamente, su hijo tendría una pronta curiosidad por saber qué era aquello a lo que el se refería como ofensio o insultante. Efectivamente, no falló en su predicción.
- ¿Y qué es insultante?
- Un insulto es un acometimiento verbal violento.
- ¿Y qué es un acometimiento?
- Emprender una acción acosadora contra alguien.
- ¿Y qué es emprender? - A todo esto, el partido ya había regresado a su tónica de equipo local, supuestamente grande, que se amilana, contra equipo visitante, supuestamente pequeño, que se come el campo.
- Reprender a alguien para importunarlo. Justo lo que está haciendo la gente ahora mismo.
- ¿Manzano vete ya? - Pregunto el hijo.
- Sí. - Contestó el padre, demasiado serio como para encontrar resignación en su voz.
- ¿Eso es reprender?
- Si. - Volvió a murmurar. - Desaprobar la acción de quien han elegido como víctima.

Y el partido continuó sin mucho que contar a parte de un par de goles y muchos balones rozando el palo de la portería propia. Y el padre observó a su hijo, con la rojiblanca bien planchada, el bocadillo por la mitad y el pelo rubio alborotado por el abrazo posterior a aquel cabezazo impenitente que había supuesto el segundo gol. Y le agarró del hombro y le dijo:
- Te voy a contar una historia. Había hace tiempo un jugador a quien desaprobaban cada acción porque habían decidio escogerle como víctima. Reprendían cada regate mal ejecutado y la emprendían con él en cada sustitución porque había decidido apostar por el vecino cuando ya había coqueteado con nosotros. Acometieron su campaña contra él cuando no hacía nada distinto de lo que haría años después, le insultaban por tirarse al suelo y se mostraban insolentes porque no les gustaba escuchar su nombre en la megafonía. Su desvergüenza llegó a tal punto que años después, ejecutando mal los regates y tirándose al suelo en cada entrada del rival, llegaron al cinismo de ovacionarle solamente para poner en la picota a su nueva víctima.

El niño miró al banquillo y observó a Reyes con la chaqueta del chándal a medio abrochar y la sonrisa a medio despuntar. Desvió la mirada hacia la línea de cal y observó al entrenador con la chaqueta bien abrochada y la sonrisa completamente apagada.
- Ahora lo entiendo todo. - Dijo, casi en silencio, mientras daba otro mordisco al bocadillo de chorizo.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Por fin

Dicen que las rachas, las buenas y las malas, terminan siempre rompiéndose. La nuestra, de mala, estaba ya enquistada. Se trataba de un ejercicio casi vano de predigistación el adivinar cuando sería la próxima vez que ganaríamos fuera de casa. Había quienes achacaban la maldición a que nos habíamos enfrentado a los tres mejores equipos del campeonato en su feudo; Valencia, Barcelona y Real Madrid, oiga, que no es moco de pavo. Y, sí, prodrian responder otros, pero alternativamente hemos rendido visita a Rennes, Granada y Getafe y la cosa no nos ha ido mucho mejor. Un par de empates y todo lo demás, derrotas, algunas de ellas hasta humillantes.

Con ese triste bagaje llegábamos a Celtic Park, y para más inri van y te dicen que el equipo local lleva nosecuantos partidos sin perder como local y comparas sus estadísticas con las tuyas como local y te dan ganas de filtrarte por la taza del váter. En fin, que por más campeón de Europa que sea el Celtic y por más de cuarenta ligas que tenga ganadas, ha este zorro no solamente le han quitado los dientes si no, también, las ganas de morder. Y comprobado que la fiera no era tan fiera como la podríamos haber imaginado, y superados esos minutos, que suelen ser muchos, en los que el equipo no juega ni a la taba, llegaron un par de ocasiones y un disparo lejano, casi al tun tún, de Arda, que terminó en las redes del equipo local.

¿Coser y cantar? Para el Atleti no ha retos fáciles porque ellos mismos se empeñan en complicarse la vida. Con Mario y Gabi en tierra de nadie y con Diego muchos metros más atrás de su lugar de influencia, al equipo le quedó aguantar los lamidos de peluche del Celtic y esperar al último cuarto de hora para desplegar tres o cuatro buenos contraataques. Demasiado poco para tanta exigencia. Al menos se ganó, sí, dirán los más optimistas, si es que eres un cenizo, Pablo, me dicen mirándome a los ojitos como exigiría don Luis, no te conformas con nada. Puede ser. Debe ser que sueño demasiado en voz alta y que sigo esperando a ese equipo que un día vi de pequeño y que gobernaba los partidos desde el sentimiento. Aún jugando en casa de un extinto campeón de Europa.

martes, 29 de noviembre de 2011

La bula

El Vaticano suele expender, en nombre del Papa, un documento acreditativo de privilegio en el que prima el interés personal del destinatario y le atribuye concesiones administrativas de las que podrá gozar gracias a la gracia papal. El documento, que aporta solución de facilidades, se conoce como bula y durante siglos ha sido utilizado por sus poseedores para practicar el abuso sin concesión de castigo y para afanar cada botín que encontraba a su paso sin una barrera que detuviese su ansia.

En el fútbol, la bula implica mirar hacia otro lado, criar fama y echarse a dormir mientras se permite que otros compañeros carden la lana y no obtengan ni un solo beneficio por ella en forma de crédito. Cuando el Atleti fichó a Godín, los voceros del duopolio se precipitaron a manifestar su satisfacción por aquello que llamaban seriedad en el área y jerarquía en el orden. A mí me bastó verle un par de veces para proclamar aquello de que nos habían dado gato por liebre y nadie quería darse cuenta. Claro que tiene que llegar un compromiso de alta alcurnia para que los ciudadanos abran los ojos y sientan en su percepción el sonido de la realidad. Yo no olvido el partido ante el Aris en el Calderón o aquel esperpento en forma de circo ambulante que significaron sus partidos ante Espanyol, Athletic o Málaga entre otros.

Pero lo el otro día fue de traca. Primero no da el pasito que sí da Domínguez en el centro de Di María hacia Benzemá que significó el penalti y la expulsión de Courtois, después pierde la marca de Cristiano quien le supera fácilmente en carrera para poner el centro del dos a uno, seguidamente se come un balón fácil para regalarle a Higuaín el tercero y comete el penalti que da lugar al cuarto. De traca. Y todavía hay algunos que opinan que el uruguayo debe ser indiscutible y que el malo sigue siendo el de siempre, el negrito que, pese a dejarse el corazón en cada partido, no ha aprendido aún en siete años que es eso de darle una patada a un bote. Es el poder de la bula; a algunos, la afición, cual Papa desatado, se les otorga con vehemencia y a otros, directamente, les mandan a la hoguera.

lunes, 28 de noviembre de 2011

La coartada

Estamos acostumbrados a encender la tele, sintonizar una de esas apasionantes y arguciosas películas de juicios americana en la que los abogados defensores visten traje barato y tienen el pelo alborotado mientras han de aguantar en su vehemencia como el fiscal del distrito, traje caro y pelo engominado, les mira por encima del hombro con ese hilo de superioridad que otorga un título en Harvard y seis condenas a muerte en su extenso e impoluto expendiente. En las mismas, aguantamos impávidos, y casi sin uñas, toda la trama del film hasta que el joven abogado, que bebe café en vaso de plástico y güiski barato en bares de carretera, encuentra por fin el motivo con el que demostrar la inocencia de su defendido: una coartada.

La coartada implica excusa, explicación coherente y, sobre todo, limpieza de conciencia. A mí no me encalomes ese muerto porque yo no estaba allí cuando sucedió el crimen. El Atleti, apañadamente vestido con ropas baratas en casa de ese despiadado enemigo que usa perfume parisino y viste traje milanés, se ausentó de la escena del crimen justo en el momento en que al ábitro le dio por matar el partido con una sanción tan extremadamente injusta en la lógica como cruelmente justa en los códigos legales futbolísticos. Fue entonces cuando decidió señalar al trencilla y decirle al mundo "pío, pío, que yo no he sido". A mí no me cargues este muerto porque mientras pudimos dar la cara la dimos con honor y claro, así no se puede, es como si a David le quitas la honda y le dices, alá, chiquillo, ahí tienes a Goliat, acaba con él.

La coartada hubiese servido de excusa si nosotros mismos hubiésemos sido tan ferozmente impíos contra el Getafe hace solamente tres semanas cuando, expulsió mediante, y penalti a favor, no fuimos capaces de matar a un gato que se defendió panza arriba mientras nos arañaba en el rostro y corríamos hacia atrás como niño de dos años que busca el abrazo de su padre. Godín, que tampoco entiende de sentimientos, regaló tantos goles como el poder de su bula es capaz de seguir haciéndole ver con buenos ojos mientras el dedo acusador sigue señalando a Perea como el máximo culpable de nuestra fragilidad. La coartada, en fin, es buena, pero no es válida. Al menos da una semana de tregua y una nueva oportunidad para la redención. No quedan muchas, quizá una mas, cuando volvamos a visitar un campo contrario y volvamos a salir escaldados y señalados en tinta como dueños de una estadística tan funesta como que somos el peor equipo visitante de todo el continente.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

La vida de un pre púber

http://www.telecinco.es/informativos/content/maincontent/495.$plit/C_4_maincontent_100002370_mediumimage.jpgManolito ya empieza a explotar sus primeros granos sobre las cejas, hay quien le dice que se debe al exceso de chocolate, pero sus compañeros, metidos en mofa y pitorreo, le acusan de onanista sin tener prueba alguna. Lo cierto es que Manolito pasa demasiado tiempo últimamente en el cuarto de baño; su madre se pregunta qué tiene de interesante ese tebeo que se compró hace un par de meses en el rastro, mientras que su padre, que antes de cocinero fue fraile, sabe de sobra que entre las ajadas hojas del cómic, su hijo esconde el penúltimo número del Playboy en el que una rubia alemana enseña sus encantos y provoca en el chaval sus primeros ardores de juventud.

El padre de Manolito es un tipo serio en el saludo pero muy amable en el trato. Gusta de contar chistes en el bar mientras toma el vermut de los domingos, picar a su cuñado cada viernes por la noche y contarle a su hijo las cabalgas de Futre mientras Chendo se arrastraba por la banda buscando un tobillo que jamás encontró. Tras la siesta del domingo aparece en el salón con un pitillo entre los labios y una copa llena de hielo que llena de coñac barato. Muy a menudo el trago es amargo porque su Atleti termina perdiendo contra un equipo de la cola o porque ha vuelto a empatar a cero en el Calderón después de fallar cuatro goles cantados. Manolito le dice a su padre que un compañero del colegio le ha dicho que el Atleti es así, que es un equipo acostumbrado a perder y que lo suyo va a ser sufrir durante toda su vida. Y su padre, con el gesto serio y la memoria aún caliente por el resultado, le explica a Manolito que no, que hubo un tiempo en el que su equipo jugaban hombres en cuyo corazón rugía un oso junto a un Madroño, que el orgullo iba por delante del pronóstico y que la conciencia se dibujaba a base de resultados.

Manolito ya no quiere sacar del cajón la camiseta que un día serigrafió con el nombre del Kun Agüero, igual que hace tiempo dejó de ponerse aquella que le regaló su abuelo paterno con el número nueve de Fernando Torres. Su abuelo paterno es del otro lado de la calle; desde que apenas era un bebé se había empeñado en regalarle trajecitos y juegos de sábanas de color blanco pero todos habían terminado en el cubo destinado a la beneficencia. A menudo intenta descifrar la sonrisa de su primo Alvarito y no logra entender porque aquella superioridad en la mirada tras cada resultado a favor.

A Manolito, entre las chanzas y mofas que recibe en el cole tras cada lunes de jornada futbolera, le ha dado tiempo a crecer, superar la primaria, batir algún record en sus juegos de la Play Station, dar una calada a un cigarro, dar su primer beso a una chica y peinarse con gomina mientras ideaba un plan para robarle la colonia cara a su padre. Hace menos de un mes cumplió doce años e hizo balance de todas los sueños pendientes de cumplir. Su padre siempre le cuenta que en la penúltima contracción Hasselbaink encaraba a Bizarri y que en el momento de su nacimiento, José Mari estaba celebrando el uno a dos. Mirando hacia atrás creer haber vistos más de lo que hubiese creído; ha visitado el Calderón, se ha emocionado con el eco de las gradas y ha visitado Neptuno una vez con ocasión de un gol de Forlán en la prórroga. Pero nunca ha visto al Atleti ganar un derbi.

lunes, 21 de noviembre de 2011

A trompicones

Le suele ocurrir a un coche viejo cuando las bielas del motor ceden por el desgaste, le solía ocurrir a las viejas locomotoras cuando su combustión no estaba alimentada con la cantidad suficiente de carbón, le ocurre a una bicicleta cuando uno de los pedales queda atrancado en cada pedalada; los equipos de fútbol, como los medios de transporte, también se atrancan cuando les falla el corazón.

De nada sirve que Arda Turan se recorra el campo en busca del balón perdido, que Diego busque la piedra filosofal en el área maldita o que Adrían encuentre un balón suelto en su última cruzada. A esta aventura aún le quedan muchos momentos de tragedia porque al Atleti le falta un capitán que despliegue velas, coja el catalejo y manda a rebato porque a la hora de buscar un tesoro es más provechoso abordar que sentirse abordado.

En la sala de máquinas del Atleti se sitúa Mario por prescripción facultativa y, a ratos y a corazonadas, le acompañan Gabi, Tiago o Assunçao. El primero tiene veneno en la sangre pero carece de pausa en la elección, el segundo tiene horchata en la sangre y carece de sentimiento en la ejecución y el tercero tiene adrenalina en la sangre y carece de intuición en la distribución. Por ello, como el viejo coche al que el cigüeñal dice amigo hasta aquí hemos llegado, el Atleti juega a trompicones. No tiene rumbo, solamente instantes. Aquí uno de Diego, aquí uno de Arda, aquí uno de Reyes. Y así se ganan partidos, sí, pero nunca campeonatos.

martes, 25 de octubre de 2011

El pagafantas

El pagafantas suele levantar la cabeza para dejar que le pongan la cara colorada, gasta todos sus recursos en pagar todas las rondas cuando se junta con una chica guapa y al final termina durmiendo sólo, con el calentón en la conciencia y el recuerdo del amigo abrazado en la oscuridad con la chica a la que había tanteado durante toda la noche.

En el Atleti, los pagafantas suelen vestir traje los domingos y chándal los días de guardar. Generalmente tragan sapos, salen a la rueda de prensa para pagar una ronda de tópicos, dan la cara para permitir que se la pongan colorada y gasta sus pocos recursos en alineaciones e intentos de marcar un gol. Cuando no lo consigue, la chica se olvida de las copas pagadas, le reprocha su ineptitud y le manda a dormir a casa. Sólo, por supuesto.

Gregorio Manzano llegó al Calderón como la cuarta opción del Director General. Tragó con las ventas de los emblemas del equipo, le dieron futbolistas a destiempo y le obligaron a ocupar posición de privilegio en la octava jornada. Invitó a todos a una ronda mientras soñaba en voz alta y los que antes buscaban cobijo en su sombra se han alejado porque ya no les interesa su verbo. Ya no puede justificar su fracaso porque todos le han dado la espalda; no tiene voz, ni voto, ni crédito. En fin, es un entrenador más. Un pagafantas más.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Partidos que marcan la personalidad

En el fútbol, los momentos los marca una jugada, un gol, un movimiento, un partido. Igual que en la vida cotidiana, existen momentos trascendentales en lo que jugamos a la ruleta con nuestro destino. Es posible que la apuesta salga perdedora, pero como lo realmente importante es regresar al punto de partida con la conciencia tranquila, cuenta mucho más la actitud frente al reto que el resultado final.

No quiero decir con esto que el resultado de esta noche no sea importante. Lo es, y muchísimo. Pero aún más importante de cara a desprenderse de todos esos complejos que durante años nos han colocado en el último lugar de la fila de los equipos fiables. Esta noche el Atleti juega un partido contra el Udinese y contra sí mismo. Enfrente estará todo un colíder de la liga italiana, un equipo de pierna fuerte, contragolpe eficaz y que lleva años sabiendo a qué y para qué juega. Todo lo contrario del Atleti, vamos. Pero más allá del rival, al Atleti le toca dilucidar hoy, una vez más, si en el reto que afronta apuesta por seguir siendo niño o convertirse en hombre.

Durante muchos años hemos visto al equipo arrugarse en esta clase de envites, esconder el coraje y argumentarse con apuestas de mal pagador. Partidos como el de hoy dilucidan el camino a seguir durante el resto de la temporada. Se puede seguir llorando por las esquinas o se puede dar un golpe en la mesa. Niño u hombre. Atleti o sucedáneo.

martes, 18 de octubre de 2011

Trivote de problemas

Está claro que el trivote es un problema. Si lo aceptamos sin recelo a principio de temporada fue porque sabíamos que teníamos futbolistas pendientes de debutar y partidos para ir avanzando. Cuando empatamos a cero contra Osasuna lancé mi optimismo ante la propuesta porque imaginaba que, tarde o temprano, el lugar que había ocupado Tiago en el centro terminaría siendo ocupada por Diego y el equipo ganaría en dinamismo, en equilibrio y en ofensividad. Pero no fue así; Diego entró en el equipo y solamente terminó por desencorsetarse en segundas partes de apuesta suicida en el que los planes se iban al garete y Manzano tuvo que recurrir a cordura de forma desesperada. La ecuación Gabi más Tiago más otro que no sea Diego termina por aplanar el equipo, por restarle profundidad y por una tendencia a recular más que conduce al agobio defensivo. Pero el trivote no es el único problema, aunque sea el primero de los principales.

El segundo problema es la actitud; viejo lastre bien conocido por nosotros que gustamos de jugar a soñar y terminamos por desesperarnos. Ha habido partidos buenos y otros horribles; sin dar rienda al término medio, el equipo se ha desconectado en partidos clave que le pueden terminar costando caro. Barcelona, Rennes y Granada son el mejor ejemplo. Dijo Manzano tras el término de este último duelo que el empate no había entrado en sus planes. Ni en los suyos ni en los de nadie, pero conviene echar la vista atrás y comprobar la facilidad que tiene este equipo, entrene quien le entrene, por perder el norte. Hay tiene trabajo el míster; no solamente está el sistema, también está la motivación. Otro problema grave.

Y luego está Reyes. Creo que el sevillano es lo más parecido al alumno empollón en una clase de zoquetes. Durante muchos cursos puede sentirse la mar de agusto restregando sus sobresalientes a los compañeros de pupitre y pavoneando su superioridad delante de la clase. Pero el día que le cambian de aula y le rodean de tipos tan listos como él la cosa cambia; el chaval, antes aplicado y brillante, ahora se vuelve mohino, se aleja del grupo y termina superado ante la competencia y las expectativas. Cuando jugaba al lado de Assunçao y Raúl García, Reyes se pavoneaba por el césped porque se sabía el mejor pasador del equipo y el único dueño de las llaves del cerrojo. Ahora que juega al lado de Diego, Arda y Gabi, Reyes se aisla de la jugada, prefiere hacer la guerra por su cuenta y se aleja más del sistema cuánto mejores socios le rodean. Otro problema serio si, como el alumno, el jugador termina perdido en la nada y superado por la competencia y las expectativas.

lunes, 17 de octubre de 2011

Se acaba el crédito

Realmente, nos cuesta demasiado poco conceder el beneficio de la duda a nuestros seres más queridos. Si es de nuestro equipo de quien hablamos, el beneficio suele tener un crédito aún más ilimitado porque en sus futuros compromisos viven gran parte de nuestras ilusiones. Soñamos un gol, una victoria, un ascenso de posiciones en la tabla y un logro alborozador. El castigo a nuestras ilusiones llega cuando comprobamos que los sueños siguen siendo pesadillas y que el golpe es doblemente duro pero apenas achacable a otra cosa que no sea nuestra propia imbecilidad; volvemos a creer en milagros y, una vez más, el agua sigue siendo agua por más que deseemos que termine por convertirse en vino.

El Atleti es algo así como ese buen amigo que siempre nos deja tirados por una chica guapa y al que le volvemos a perdonar cada vez que nos regala una sonrisa y un par de copas a medianoche. Durante estos primeros meses le hemos ido disculpando los deslices porque los rivales, más allá de las expectativas, eran de esos que suelen considerarse como de tronío. Perder en Mestalla y en el Camp Nou puede estar permitido, empatar en casa con un rival directo jugando mejor que el rival es algo que puede suceder y que creemos que será un problema que terminará por solventarse, pero empatar en Granada jugando a cualquier cosa menos al fútbol es algo que ya no tiene perdón alguno considerable.

Ni la caraja incial, ni el tanteo intermedio, ni el arreón final sirven de excusa para un empate que no entraba en los planes de casi nadie. Incrédulos ignorantes de nuestra propia realidad, volvimos a pensar que quizá, este año sí, este equipo saldría a morder las piernas de esos equipos que viven en el sótano de la liga y a los que gustaría demostrar que sus aspiraciones son menores que las nuestras. Craso error; nadie en el césped pensó que el Granada saldría a devorarnos, a asfixiarnos, a ganarnos. No lo hiceron porque Courtois y, esta vez, los postes, jugaron con nosotros. Durante minutos volví a sentir vergüenza de mi equipo. Pasan las jornadas, cambian pocas cosas e involuciona la ilusión. Se acaba el crédito, amigo.

jueves, 13 de octubre de 2011

Dos de tres

La proporción no es nada mala. Es lo que tiene fichar a un tipo con mala fama en el aspecto físico muscular, que cuando le mandas lejos de casa, entre el jet lag, la presión, el estrés y la acumulación de partidos, termina por romperse y volviendo a casa con cara de circunstancias y un parte médico que, por supuesto, te toca pagar a tí.

Cuando el Atleti fichó a Arda Turan este verano el futbolista andaba participando con su selección en las eliminatorias para la disputa de la próxima Eurocopa, tal fue su mala pata que el chico se rompió, llegó a su presentación con la pierna renqueante y la cara compungida y el Atleti hubo de luchar contra el Vitoria de Guimaraes sin una de sus novedades. No pasa nada, dijimos, es la típica mala suerte del Atleti; a algo hay que achacar las desgracias.

Pero como estas nunca vienen solas, tras el nuevo viaje a Turquía a principios de septiembre del que regresó sano e imploramos aquello del "virgencita que me quede como estoy", a la tercera ha vuelto a ir la vencida. Al chaval le hizo primero crack el cerebro al decidir encararse con su seleccionador y después le hizo crack la pierna al volver a forzar un físico propenso a la rotura. Y el chico regresa de nuevo con cara de circunstancias y un parte médico que, por supuesto, nos tocará pagar a nosotros. De eso trata aquello que llaman virus FIFA.

martes, 11 de octubre de 2011

En el mismo lugar

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgduJp22NbpB6Nx5yO3d5UcgAfNkCjG1GpyJMuS21ns2URXK7DnjagzdowrQwdnvRilrQruZsrHnV6et_JpBYlgWbIExEXZU96xPWtEmR_7YVIqMap8dE3SKSK5uckensVtTX6aMYuvNiM/s400/REYES_ATLETICO_MADRID_SEVILLA_0_0_LIGA_2011_2012.jpgSe pasa uno el verano soñando para que el otoño vuelva a pillarle en bragas. Y no hablo solamente del Atleti, que aunque sea cierto que ocupa un lugar privilegiado en el podio de mis prioridades, uno también tiene vida más allá del rojo y el blanco. Y es que aparte del equipo que tantos desvelos me produce, uno, que es currito por obligación y soñador por convicción, ha debido pasar todo un verano metiendo datos, archivando papeles y lidiando con proveedores para al final tener esa exigua recompensa que suelen llamar vacaciones y que yo prefiero llamar días de asueto mientras el trabajo se va acumulando sobre mi mesa.

Vuelve uno de pasar unos días en el sur, alumbrado por el sol, remojado por el agua fría y empachado por la cerveza y el pescaíto frito y se encuentra a su equipo en el mismo lugar donde lo dejó: Ese lugar de nadie donde la duda es amiga de la incertidumbre y donde la ignorancia es compañera de las previsiones ¿Tirará hacia adelante y marchará hacia detrás?

Es la misma disyuntiva que nos hacíamos todos justo antes de olvidar la faena diaria y entregarme a mi veraneo tardío. La pregunta que surgió del dolor tras la injusta derrota en Valencia, la pregunta que sale hoy a relucir tras el empate insidioso ante el Sevilla. Dicen que no ganamos a los equipos de nuestra liga y hasta ahora los datos nos dan la razón; pero para ver el vaso medio lleno podemos argumentar aquello de que jugamos mejor que ellos, que les quitamos el balón y que pusimos a prueba a sus porteros. Pero luego están los ejemplos de vaso medio vacío: el Barça y el Rennes, dos desastres, dos motivos para no ilusionarse, dos motivos para regresar a ese lugar llamado limbo en el que se encuentra el Atleti ¿Hacia dónde vamos? Esa pregunta ya me la hice antes de irme y ya he regresado. Ya he disfrutado mis vacaciones ¿Me tocará este año disfrutar con el Atleti?

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Rememorando

Generalmente, cuando no hay mucho que contar es cuando toca recordar. Se llenan las páginas de los diarios de nostalgia y nos hacen saber que hubo un tiempo en el que el Atleti no se achicaba, no escondía la pierna, metía el pie aún a riesgo de que se lo rompieran y remontaba eliminatorias contra equipos de primer nivel.

De aquella batalla de Glasgow mi padre suele hablarme de Panadero Díaz; un defensa con cara de boxeador y cuerpo de camionero que, como bien apuntaba su apodo, repartía panes, hostias sin consagrar y todo tipo de bollería casera. El tipo, que sabía que el escudo que ardía sobre su pecho estaba labrado a base de leyendas, se partió la cara por encontrar una final y, de tanto expresar su sentimiento terminó por perderse el evento porque a la UEFA le dio por ponerse seria y decir que tipos así no cabían en el fútbol.

Quizá adorar a Panadero sea una exageración porque la violencia injustificada no casa con los principales valores a pregonar. Pero más allá de la pierna fuerte, de los dientes apretados y del rictus de soldado cruzando el Mekong, conviene recordar que aquel equipo tenía un espíritu, unos valores y un objetivo. Jugaban por ellos, por el equipo y por la gente. Conviene no olvidar quienen fuimos para saber lo que queremos volver a ser.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Sí, pero...

Siempre hay algo que nos hace retorcer el hocico ante la lógica, siempre hay algo que nos impide elevar el perfil de nuestra sonrisa, siempre hay algo que nos hace resoplar ante lo evidente, siempre hay algo que provoca un murmullo en medio de la ilusión ¿Se jugó bien ante Osasuna? Si, pero... ¿Se jugó bien ante el Valencia? Sí, pero...

Pero falta algo, o a eso nos queremos agarrar. Llámese suerte, llámese gol, llámese clarividencia. Generalmente, el buen fútbol suele estar acompañado de victorias y, sin embargo, al Atleti no le ha sonreído aún Nike (no confundir con una famosa firma deportiva sino con la diosa de la victoria). Sea por esto, sea por aquello, el equipo siempre ha quedado señalado con un pero ¿Pero qué?

Tiempo, confianza, tenacidad, ilusión. En fin, el camino correcto del que hablábamos no hace muchos días. Los sustantivos son numerosos y el sendero hacia la victoria sigue pasando por el mismo lugar; el balón. Si el entrenador tiene el aplomo para poner a los futbolistas necesarios, si los futbolistas tienen el sentido correcto para comprender no sólo para qué juegan sino también para quién juegan, y si los aficionados sabemos seguir esperando antes de que nos hastíen de verdad, el equipo encadenará tres victorias y se acabarán los peros. O en eso queremos pensar para alimentar nuestras esperanzas.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Prueba de fuego

Cuando el percal, hablando de un asunto manido, es bien conocido por todos, lo mejor es cerrar los ojos, apretar los dientes y rezar para que no vuelva a ocurrir lo de siempre. Los que conocemos bien el percal sabemos de que pie cojea el Atleti, lo fácil que le resulta tirar a la basura las ilusiones y la tendencia que tiene de ir hacia abajo siempre que un plan no sale tal y como se había especificado de antemano.

La de Mestalla no es una prueba cualquiera; es la prueba de fuego que nos pondrá de cara a nuestros retos durante el resto de la temporada. Conociendo la facilidad que tiene el equipo para venirse abajo y no soportar el peso de la crítica que conlleva consigo el vestir esta camiseta, cualquier resultado negativo, aunque venga precedido de un juego decente como el que se mostró ante Osasuna, tirará al equipo al pozo de la desazón. Aunque hayan encontrado un camino, aunque quede una liga por delante, aunque se sepa que solamente quien sabe levantarse es capaz de seguir en pie.

Siempre pasa lo mismo; el equipo empieza la temporada con el alma impetuosa y la mirada amenazante, juega al póker con las cartas boca arriba y cree que los cuentos de la prensa siempre tienen final feliz. Luego llega la primera derrota y a esta le sigue la siguiente y el Atleti termina por perderse anímicamente en el laberinto de la mediocridad. Todos sabemos que Mestalla es un campo donde se puede dar un verdadero puñetazo encima de la mesa, pero también es uno de esos estadios donde puedes salir derrotado después de un cara a cara intenso. Si así fuese, el aviso es para navegantes, que a nadie le extrañe que el equipo vuelva a sumergirse en esa puñetera espiral que tanto nos desangra el alma. Mestalla es la prueba de fuego, toca encontrarse de una vez por todas.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Criterio

Jaimito, Pepito y Miguelito eran vecinos. Jaimito, que vivía en el chalet de la derecha, tenía dos perros. Uno de ellos era un fiel guardián del jardín y el otro era un aprendiz de perro de presa que cuidaba de los niños en el salón de la casa. Cuando un viajante con dinero le ofreció mucho dinero por su fiel perro guardián, Jaimito se guardó los billetes y despidió a su perro entre lágrimas. Su segundo perro estaba preparado para cuidar el jardín y así se lo hizo saber durante el primer mes del verano. Pero, entonces ¿Quién cuidaría de los niños ahora? La solución era comprar otro cachorro que viviese a la sombra del guardián y ganase las aptitudes suficientes o bien el de buscar en la perrera a un viejo percherón al que no le importase dormir en el salón y dejarse acariciar por un par de niños traviesos. Pero Jaimito no hizo ni una cosa ni otra, apremiado por el sonido de un ladrido lejano, viajó hasta Bélgica para adquirir a préstamo un pastor belga digno de su jardín. El pastor belga cuidó el jardín con eficacia y quien había sido relegado de nuevo al salón terminó por sacar los colmillos, criar espuma bajo las mandíbulas y atacando a los niños a modo de protesta. Se puede decir Jaimito no actuó con criterio.

Pepito vivía en el chalet del medio y también tenía dos perros. Ninguno valía para cuidar el jardín y tan sólo uno de ellos, perdonando mucho sus despistes, valía para cuidar de los niños. Cuando llamó a la puerta de Jaimito para pedirle a préstamo el perro de su salón, Jaimito le dijo que estaba a punto de vender su perro guardián a un viajante extranjero y que aquel iba a pasar de cuidar a los niños a cuidar su jardín. Entonces Pepito llamó a la puerta de Miguelito, que vivía en el chalet de la izquierda, y le pidió, también en préstamo, al perrito que tenía escondido en el desván.

Y es que Miguelito tenía tres perros. Uno en el jardín, viejo y ajado, otro en el salón, joven y bisoño, y otro en el desván, maduro y desafortunado. Cuando mandó al del jardín a la perrera, decidió adquirir un terrier brasilero y educó a su jóven perrito para que continuase guardando el salón sin atreverse a ladrar a los niños. Fue por ello que, cuando escuchó la solicitud de Pepito, no dudó en subir a su desván, acariciar a su antigua promesa y pasearle, correa en mano, hasta el jardín de su vecino de al lado. Y es que es lícito decir que Miguelito actuó con criterio.

El Atlético tenía dos porteros. De Gea cuidaba la portería y Joel le servía como perfecto sparring en cada calentamiento. Cuando el Manchester dejó dinero en caja por el titular, el equipo hizo amago de optar por el suplente. Desoyó la solicitud del Getafe, que pedia la cesión de su vecino Joel, y le susurró cantos de sirena al chaval que terminó por creerse el cuento de la lechera. Pero cuando el Getafe ya había logrado la cesión de Moyá, el Atlético no pudo cederle a Joel a pesar de que ya le habían enseñado el mullido asiento del banquillo de los suplentes después de firmar la cesión de Courtois y darle mando en plaza. Si Courtois saliese bueno, el Chelsea, quien lo prestó por dos años, vendrá a por él y dejará al Atlético huérfano bajo los palos; lo hará porque Joel habrá perdido dos temporadas y porque, quizá, si le hubiesen cedido al Getafe, es posible que hubiesen prestado a un joven cachorro para recuperar a un auténtico perro guardián. Si Joel termina por morder la mano de quien le da de comer y escapa hacia el horizonte por la puerta de atrás, el Atlético se verá sólo y sin un perro fiel que sea capaz de cuidar su jardín. Es el problema de no actuar con criterio.

El Getafe tenía dos porteros y ninguno valía para ser titular. El Valencia, por su parte, tras vender a César y fichar a Alves, contaba con tres porteros y solamente uno tenía plaza fija. Guaita, quien cursó cátedra acelerada durante la pasada temporada, sabe que aún está a tiempo de encontrar su sitio y Moyá, que vivía arrinconado por las dudas, viajó a Getafe para ocupar un puesto que podría haber sido de Joel y, de paso, vació de gallos un corral en el que había excedente de espolones. Una solución para el Getafe y un problema menos para el Valencia. Es la consecuencia de saber actuar con criterio.