lunes, 5 de diciembre de 2022

Un fracaso de todos

El fracaso, normalmente, suele escribirse con letras mayúsculas porque denota estrépito y desilusión, porque es como una bomba que estalla cuando no lo esperamos y porque deja en paños menores a todo aquel implicado que en el concurso con el escarnio y la vergüenza que supone tener que reconocer los deméritos y dar la cara ante quien pide cuentas pagadas de antemano. El devenir de Joao Félix en el Atleti ha sido todo un fracaso y todas las partes han tenido su granito de culpa ya que no es normal que un tipo que atesora toda la calidad técnica del mundo haya sido incapaz de hacerse con el mando en plaza de un equipo que lleva años luchando entre la nobleza del fútbol europeo.

El primer fracaso es, principalmente, del jugador, a quien nunca se le ha visto con el suficiente carisma y, sobre todo, con la suficiente actitud como para querer comerse el escudo, el estadio y a los equipos rivales. El pretexto de que el sistema del entrenador no está hecho para él es tan manido que, de recurrente, se ha convertido en excusa de mal pagador. Futbolistas de fútbol de salón tuvo el Atleti varios y todos crecieron en torno a Simeone: Diego, Arda, Griezmann, Saúl o Correa. El principal problema reside cuando quieres que la pelota te llegue siempre a los pies y eres incapaz de bajar al barro para salpicarte en cada lance comprometido.

No se puede exculpar tampoco al entrenador, artífice directo de las aspavientos e incomodidades del jugador. A medida que han ido pasando las temporadas, Simeone ha ido aceptando retos con la convicción de que cada riesgo tomado terminaría siendo una apuesta ganadora. De esta manera convirtió a Koke en magnífico interior, a Raúl García en un punta inapelable, a Griezmann en balón de bronce o a Llorente en un todoterreno difícil de aplacar. Muy pocos futbolistas se han marchado rindiendo menos que cuando llegaron y muy pocos han vuelto a alcanzar, fuera del Atleti, el cénit que consiguieron bajo las órdenes de Simeone. Si con Joao no ha conseguido más allá de un par de partidos excitantes y varios momentos puntuales, es porque no ha sabido transmitirle su verbo y, sobre todo, ha conseguido hartarle con su palabra.

Y luego está el club, quien va a devaluar a su mejor activo con una venta improvisada en un mercado de urgencias. Esta venta, en verano, con todos los grandes al acecho de cara a reforzar sus plantillas y planificar sus temporadas, sería una tajada importante, pero en enero no será más que un dame lo que puedas y yo me quito el problema. El mensaje, a todos los jóvenes que puedan estar en el radar del club es que, con la venta de Joao y Cunha, sus dos más firmes promesas, el Atleti no está dispuesto a esperar a nadie y no es un lugar para progresar. Por ello, el equipo no sólo será más viejo y más pesado sino que tendrá menos talento y menos recursos para ganar. Vienen días tristes y este fracaso los representará dentro de poco tiempo.

sábado, 3 de diciembre de 2022

Escombros

El mundial ha dejado en evidencia a los jugadores del Atlético de Madrid, más cercanos a ser un escombro físico que a ser auténticos valladares de importancia en sus selecciones. Al principio de la concentración se habló mucho de lo mal que Luis Enrique había visto a Morata en el aspecto físico; un tipo que juega con la ventaja de su cuerpo y su velocidad se estaba viendo superado en los entrenamientos. Pues bien, esto es así durante el último año, o incluso durante los últimos dos.

Al menos, más allá del juego, Morata está respondiendo con goles, pero los minutos de Koke, al que quiero tanto, han dado pena y Llorente, igual que Correa en Argentina, ni siquiera van a contar para su seleccionador. Punto y aparte son Witsel y Carrasco, dos verdaderas rémoras y, volviendo a Argentina, De Paul y Molina son una serie de catastróficas desdichas. Salvo Griezmann, el mejor del Atleti en lo que va de año y algún destello de Joao Félix, tampoco vayamos a exagerar, el resto han dado más pena que otra cosa.

Y el responsable de todo, mientras tanto, junto a Giménez rumiando la eliminación de una Uruguay que no ha sabido encontrarse hasta el último partido. Después de su gran trabajo regresará para que nuestros futbolistas sigan arrastrándose y jugando, en cada partido, con la lengua fuera y corriendo detrás de unos rivales que siempre van a una velocidad o dos más que ellos. Y es que lo que eran futbolistas fiables, ahora son solo un puñado de escombros.