miércoles, 30 de octubre de 2019

El Atleti ya no roba

El primer Atleti de la era Cholo, casi ya en la prehistoria del recuerdo vistos  los derroteros públicos actuales, se caracterizaba además de por tener un hambre voraz, por una cuestión táctica que le hacía ganar casi todos los partidos: su eje central era una auténtica roca. Allí, en un mediocampo liderado por Tiago y Gabi, el equipo ponía un campo de minas que arrastraba, como en racimo, a todos lo demás compañeros y les animaba a dar siempre un paso o dos hacia adelante. La presión era alta porque Gabi comandaba a las tropas, pero, más allá de aquella primera línea, el portugués se encargaba de poner las cosas en su sitio, siempre con el quite correcto y el pase certero.

Sin Tiago, Gabi perdió su norte pero no perdió su espíritu. Como no había un ancla como aquel, en muchos partidos hubo de desdoblarse y hacer de capitán y marinero a la vez; llevar en timón, levar anclas, organizar el abordaje. El equipo empezó a hacer aguas pero seguía compitiendo y, de alguna manera, seguía robando la pelota al equipo contrario.

Pero sin timón, capitán, marinero y contramaestre, el Atleti ya no roba. Es fácil comprobarlo si se tiene la paciencia de aguantar un partido entero del equipo, esfuerzo que entiendo no debe ser nada fácil para un aficionado que no sea adepto al equipo. El equipo rival toma la pelota y la toca, la toca, la toca y la toca hasta que llega al borde del área. Quien recupera, casi siempre, es la defensa y cuando lo hace lo hace en desventaja en cuanto al juego porque tiene a los centrocampistas corriendo hacia detrás y a los delanteros contrarios corriendo hacia adelante. Por ello, la jugada típica es despejar y empezar de nuevo con el calvario. El equipo contrario tocando, tocando y tocando y el Atleti siendo incapaz de robar una sola pelota en condiciones.

miércoles, 23 de octubre de 2019

División

Divide et impera. Lo aplicaron los césares como máxima, como estrategia prebélica antes de acosar terreno conquistable. Se trataba de meter una mosca en el enemigo y esperar a que entre ellos discutiesen si era mejor matarla o dejarla vivir. Una cizaña, una duda, una muesca. Si el enemigo está dividido, si no cuenta con todas sus fuerzas activas, será mucho más fácil vencerle. La inteligencia por delante de la fuerza.

El problema de ponerse un listón es que, como un Sergei Bubka de la vida, te ves obligado a superarlo día a día, temporada a temporada. Antes de Simeone, y tras el doblete del noventa y seis, el Atleti sólo había sido cuarto dos veces. Dos veces en tres lustros. Desde entonces, jugamos la Champions año sí y año también. Cuando acostumbras al comensal a tener pan en la mesa a diario, te pide salsa para mojarlo, cuando se acostumbra a la salsa, ya sólo te exige alta cocina.

El Atleti está jugando mal, eso nadie lo esconde. El Atleti está tercero en liga y primero en su grupo de Champions, algo que no ocurría ni con Aguirre, ni con Ferrando, ni con Manzano. Simeone tiene mejores jugadores que aquellos, vale, pero el estatus que tiene el equipo lo ha logrado él solito con su fe y su trabajo. Debe resultar molesto, para la artillería enemiga, tener un fuego inesperado en su batalla por la conquista perenne. Como aquellos romanos estrategas, mandaron a sus huestes para filtrar un mensaje entre la colchonería. Debéis estar hartos de Simeone. Los que compraron el mensaje se encargaron de dividir, los que detestaron a los compradores, se encargaron de dar cuerpo a la estrategia. Y así estamos, divididos y a punto de ser vencidos. Y eso que nos declarábamos orgullosos de no ser como ellos.

jueves, 17 de octubre de 2019

Vuelta a la incertidumbre

En cuanto terminó el partido de Moscú le envié un mensaje a mi hermano: "Me va gustando cada día un poco más el Atleti, dicho esto, la cagará en el próximo partido". Y es que no hay nada mejor que conocerse para poner en marcha el mecanismo de la intuición y jugar a adivinar lo que probablemente terminará pasando tarde o temprano. Y es que este Atleti, acomodado ya a la élite, nos ha acostumbrado tanto a la cal como a la arena y no es difícil adivinar donde dará una palada y donde dará la otra.

La de arena, claro está, tocaba en Valladolid. Regresó el equipo plano, el que no empuja, el que muere de desidia, el que hacer creer a equipos menores que pueden ser capaces de ganarle. Cuando el Atleti pone el modo off y se apaga cualquiera es capaz de hacerle cosquillas, cualquiera es capaz de conseguir un penalti tonto en una jugada tonta, cualquiera es capaz de complicarte un partido y hacerte perder esos puntos que, al final de liga, tanto echas de menos.

No termino de entender esa obcecación del Atleti por vivir entre dos aguas, como si existiesen partidos de primera y partidos de segundo, como si habernos convertido en un nuevo rico nos diese el derecho a pensar que se gana con la sola presencia de la camiseta. Ese quiero y no puedo que tan bien relató Saúl una vez terminó el partido, describe a la perfección el sentimiento que, desde fuera, produce el Atleti cuando le da por no jugar: Desesperación. Con la desesperación regresamos a la incertidumbre y desde la incertidumbre es muy difícil seguir soñando. Mucho más, seguir creyendo.

viernes, 4 de octubre de 2019

Compromiso

A medida que el Atleti iba fichando talento iba perdiendo en compromiso. Llegaban los Carrasco, los Vrsaljko, los Rodri, los Lemar, los Gameiro, tipos contrastados en ligas contrastadas, pero que no conseguían tapar el hueco de los Raúl García, los Miranda, los Gabi, los Arda Turán y los Fernando Torres. Estos fichados como tipos de perfil medio bajo, seguían ganando, presente mediante, en la memoria a aquellos, fichados a bombo y platillo como promesas de década gloriosa. Si no conseguían tapar aquella ausencia no era por la falta de talento sino por la ausencia de compromiso.

A medida que el equipo se hacía más largo en ataque se hacía mucho más pequeño en defensa. Competía porque ya llevaba implícito el gen del cholismo desde el primer día de su nueva vida, pero le faltaba ese carácter tan puntual que en ocasiones anteriores le había permitido alzar los brazos e hinchar el pecho por el orgullo. Cuanto más pierna técnica menos pierna fuerte, cuanta más sensibilidad más miedo.

Nadie quiere rehuir de los jugadores técnicos, pero de lo que nadie debe rehuir es del compromiso. Se puede tener las dos cosas para gustar y se debe tener las dos cosas para ganar. La historia está llena de equipos con talento y sacrificio que llegaron al corazón del mundo y al centro de la memoria. Lo que pasó en Turín fue el punto de inflexión más delicado de la etapa de Simeone. El equipo que jugó contra la Juve era técnico y superfluo. Le pudo la expectativo y se dejaron derrotar ante la presión. Por ello, antes de empezar a mostrar la técnica, el equipo debe afianzar la táctica y, para ello, necesita recuperar el compromiso. Sólo de esta manera habrá valido la pena perder tantos activos en verano. Volver a darle la vuelta a la camiseta y volver a ser el Atleti. El equipo de hijos de perra contra el que nadie quería jugar.