lunes, 30 de mayo de 2011

Gente de casa

Tengo una gran admiración por José Luis Pérez Caminero como personaje; su media melena al viento, sus andares pasotas, su mirada franca y su cabeza levantada me evocan días de doblete, de fútbol sin ambages, de elegancia en la conducción, de clase a raudales. Y tengo una gran admiración por Carlos Aguilera como personaje; la cresta de su cabeza erguida, su velocidad inalcanzable, su mirada ambiciosa y los centros al punto de penalti me evocan momentos de adolescencia, de un chico que amaba una camiseta, de un joven extremo que se convirtió en gran lateral, de contraataque letal.

Toda institución deportiva necesita gente de cuyo corazón emane sentimiento hacia el proyecto que van a iniciar, toda institución deportiva necesita un corazón que lata al mismo ritmo que el de sus aficionados, toda institución deportiva necesita una cabeza que sea capaz de pensar, de buscar y de encontrar más allá de las necesidades. Será difícil el trabajo de Caminero y Aguilera, pero como respeto sus personajes respetaré sus decisiones pues sé que en ellas irán la sombra de un sentimiento que emana del escudo que un día defendieron con su vida.

Será difícil su trabajo porque en el Atleti no manda la coherencia, porque en el Atleti no impera el respeto interno, porque en el Atleti no se sabe lo que se quiere. Este Atleti de hoy no es el mismo que ellos defendieron porque entonces el club miraba hacia arriba y ahora se ha tenido que acostumbrar a mirar hacia abajo. Tras los fracasos anteriores se encuentra una directiva incapaz, una prensa cómplice y una afición anestesiada. Si son capaces de lidiar con la mentira, si saben hacer magia sin recursos, si logran contarle al mundo la verdad de esta camiseta, quizá logren poner al club en el lugar del que nunca debió salir. Pero será difícil, y su fracaso me dolerá de manera más especial porque ellos sí son gente de casa.

jueves, 26 de mayo de 2011

El hombre que sabía demasiado

Algunos aún podemos recordar a Daniel Gelin, agonizante y en brazos de James Stewart, confesando una conspiración perpretada con el fin de asesinar el primer ministro inglés. En "El hombre que sabía demasiado", Hitchcock nos presentó una escena de angustia en la que el debate entre el deber y el honor persigue al protagonista durante toda la pelicula. El hombre, Ben MacKenna, sabe, calla y busca una solución. Ante los que quieren su cabeza responde con silencio, ante los que retienen a su hijo, responde con valentía.
 
Enrique Cerezo no es Ben MacKenna por más que se haya pasado media vida en la parte trasera de los platós de películas. Tampoco hubiese producido nunca una película como la de Hitchcock porque lo suyo son los temas más procaces como "Desde que amanece apetece" o "la daga de Rasputín". Sí algo tiene en común con el protagonista del film de 1956 es que también sabe demasiado, pero él, al contrario que James Stewart, no responde con valentía si no con mentiras.

Cada vez que recibe una pregunta, cada vez que le alumbran con una noticia, cada vez que le abruman con un rumor, el presidente del Atlético se desmarca con la misma mirada de hijo tonto, la misma cara de empate a cero y los mismos chascarrillos de partida de dominó. Dice no saber nada y no dice nada de lo que sabe. Ni sabe el precio de las cláusulas, ni sabe la intención de los futbolistas de su equipo por emprender nuevas aventuras, ni sabe qué entrenador dirigirá al Atleti, ni sabe qué pasará con el club después de las últimas sentencias judiciales. No sabe nada pero lo sabe todo. Sabe contar billetes, sabe subir el precio de los abonos, sabe matar a un club centenario y sabe filtrar sus cortinas de humo a sus periodistas de cámara. También sabe dar la cara, y eso le honra. Y también sabe en qué equipo jugará Agüero la próxima temporada, y cuánto dinero recibirán por De Gea, y por qué Toni y Kiko no han querido arrimarse a su sombra. Él es el hombre que sabe demasiado, aunque en su acercamiento al mundo del cine haya aprendido algunas técnicas de actuación. No es James Stewart, pero el papel de hacerse el tonto, hay que reconocerlo, lo hace bien.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Él solito se murió

Hay chicas tan coquetas que no hace falta decirles lo guapas que son. Otras, sin embargo, necesitan un empujón moral para darse cuenta de que ganarían muchos pretendientes si se pusieran en el mercado. El entorno, ese elemento tan circunstancialmente necesario, suele ser el primer escalón hacia nuestros pecados. Haz esto, haz lo otro, no seas tan listo, no seas tan tonto.

Es como el chico simpático del instituto que se liga a la tía buena de la clase. Durante años, la relación fluye porque él sabe que no puede pedir más y porque ella se siente satisfecha con media docena de sonrisas al día. Pero pasa el tiempo, al chico simpático se le cae el pelo, los chistes son siempre los mismos y a ella, los chicos del barrio la miran con ojos de deseo. No pasa demasiado tiempo desde el penúltimo consejo y la sentencia definitiva; siempre habrá una amiga al quite, siempre una frase lapidaria: "no sé que haces con ese chico".

El Atleti es ese chico simpático que se ligó a la jovencita que brillaba en el baile de fin de curso. Se marchó a Argentina para cotejar al Kun, le puso casa, coche, una camiseta con el número diez y una afición totalmente entregada. Pero al equipo simpático se le cayeron sus mejores jugadores y los que mandaban contaban siempre las mismas mentiras. No pasó demasiado tiempo desde el penúltimo consejo del suegro a la última sentencia definitiva. Llegó un lobo y le enseñó la patita de cordero. Una frase lapidaria recorrió el ambiente y una pregunta incómoda resonó en sus tímpanos: "¿Qué haces en ese equipo?".

Y como pensó que no hacía nada, y como pensó que el eco del Calderón, que los corazones de millones de aficionados que le adoran y que la historia de un escudo no son nada, decidió escuchar a las sirenas en su camino hacia Itaca. Entre todos le mataron y él solito se murió.

miércoles, 11 de mayo de 2011

¿De qué van?

Un año más, una temporada más, una década más, parecen mil años más. Lo malo, por ser tan malo, se convierte en tan pesado que parece interminable, un letargo, un sopor, un motivo constante para el enfado. Hay locos que pierden la cabeza una que vez terminan convenciéndose de su propia mentira; niegan, niegan, niegan, niegan, hasta que aceptan. La afición del Atleti lleva tanto tiempo sumida en la mediocridad que de tanto sufrir, sufrir, sufrir y sufrir, han llegado a la conclusión de que la derrota es un signo de identidad, que los añitos en el infierno son divertidos, que el Atleti es así y que aquí se perdona todo.

Pero yo no perdono nada. No perdono que el equipo no quiera ganar, que no quiera tener vergüenza, que no meta la pierna, que no busque al compañero, que no juegue al fútbol. No perdono que todos los años, llegado el mes de mayo, me vea obligado a mirar hacia el siguiente agosto para apostar en qué mes de la temporada habremos vuelto a tirar la temporada a la basura, no perdono que equipos que hasta hace poco nos respetaban ahora apunten su partido contra nosotros como su mejor oportunidad para la victoria, no perdono que el Kun se aburre, no perdono que mi padre haya perdido la ilusión por ver al Atleti.

Hay padres, hay hijos, hay abuelos, nietos, primos, tios, sobrinos, hay una legión de fieles que cada año vuelven a renegar, hay una generación hastiada, hay una panda de locos que, no sé sabe por qué, vuelven a creer. Hay miles de corazones rotos, cientos de almas encendidas y muchas gargantas gritando al cielo ¿Pero estos de qué van?

lunes, 9 de mayo de 2011

A mí no me extraña

Se lesionó Perea que, digan lo que digan, sigue siendo nuestro mejor defensa, algo que deja mal a los críticos y mucho peor al resto de zagueros. Jugó Godín, que es quien carda la lana, y jugó Domínguez que aún anda mirándose al espejo desde que le dijeron guapo. Ujfalusi sigue crujiendo cada vez que un interior le busca las vueltas, Filipe sigue veraneando en la playa de Riazor, Mario tiene demasiada carga para tan poca experiencia y Raúl sigue sin saber lo que significa gobernar un partido. Elías sigue mudo, sin voz, sin voto, sin espacios y sin ritmo y a Reyes se le hace cuesta arriba el final de la temporada. Diego Costa tuvo su partido y no está para más y, para colmo, el Kun Agüero tuvo uno de esos días que a los buenos, por ser tan buenos, se les puede perdonar. Visto el panorama y conociendo el percal, he de decir que a mí no me extraña que el Málaga nos dejase en ridículo el pasado sábado. Ya van tantos que a veces ni duele.

viernes, 6 de mayo de 2011

Cien millones de euros

Resulta que los hijos de Jesús Gil, entre ellos Miguel Ángel Gil, consejero delegado del Atlético, deben cien millones de euros al Ayuntamiento de Marbella por los delitos cometidos contra este por su padre cuando este era alcalde del municipio. Resulta que los cien millones están comprometidos en acciones del Atlético de Madrid. Resulta que el capital del club se puede ver seriamente perjudicado por esta sentencia. Resulta que nadie nos dice nada.

Por la noticia, como debe ser que compromete más de lo que debe, se pasa de puntilla, se pone en circulación un titular escueto, un ahí queda eso pero no pasa nada, una palmadita en la espalda y una café con porras en casa de Toni Soprano. Así funciona la prensa, así funciona el Atleti.

Cien millones de euros menos significarían cien millones de oportunidades menos de luchar por seguir la estela de los imposibles, cien millones de niños menos que se fijarán en el equipo cuando lo vean por el televisor, cien millones de almas rotas por el contínuo fracaso, cien millones de advertencias de "o cambiais el rumbo u os vais a tomar por saco". Cuando todo estalle, cuando los ilegítimos sigan y el Atleti haya muerto, todos dirán que se veía venir. Pero nadie nos dice nada. Es mucho mejor vender cien millones de vajillas que denunciar una pérdida de cien millones de euros.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Dentro de lo malo

Afirma nuestro querido presidente que, dentro de lo malo, es un éxito que el equipo acabe en puestos de Europa League. Dentro de lo mala que ha resultado su gestión, supongo que querrá decir. Dentro del mal que nos ha causado junto a su compañero de aventuras y aventurillas, dentro de lo caótico de decenas de fichajes de medio pelo, dentro de lo desastroso que resulta jugar sin un centrocampista creativo, dentro de lo malo que es sufrir el fútbol en el Vicente Calderón cada domingo.

Afirma nuestro querido presidente que, hasta hace poco, éramos un caos. Un caos como Marcelo Sosa, o como Kiki Mussampa, o como Fabiano Eller. Un caos como un equipo diseñado para que un artista dibuje él solito paisajes costumbristas, un caos como una defensa que no sabe achicar, como un centro del campo que no sabe construir, como un equipo que hace años se caracterizó por su contraataque y ahora, cada vez que recupera la pelota cuenta los segundos para volver a regalársela al rival.

Nuestro querido presidente, haciendo amigos, se ha dado una vuelta por una escuela keniata, para, una vez más, regalar una camiseta y soltar unos cuantos chascarrillos a sus amigos de la prensa. De camisetas regaladas, como sabe un rato, no ha querido decir mucho, a sus amigos, que saben más pero lo callan todo, les ha vuelto a dar un titular. Y a la afición, como cada semana, nos ha vuelto a dejar con cara de cabreo. Porque pasan los años, su ego se hace grande y el equipo se hace cada vez más pequeño.

martes, 3 de mayo de 2011

Nuestra única suerte

No es un equipo el Atleti que mantenga una fiel relación con la suerte en los últimos tiempos. Principalmente porque la suerte hay que trabajarla y, prioritariamente, porque en fútbol, suerte y talento suelen ser dos conceptos que caminan agarrados de la mano.

Como de talento andamos escasos, lo único que nos queda es remar contracorriente, esperar un destello, ver la luz y celebrar las alegrías porque, generalmente, duran poco. Dentro de esos destellos de calidad, dentro de esas fuentes inagotables de talento, encontramos la estela imborrable del Kun Agüero. El Kun es, a día de hoy, no solamente nuestro mejor jugador sino un faro que alumbra, un genio que inventa, un mago que practica sus trucos de área grande, un pequeño mesías que, gol a gol, nos lleva, despacito, hacia el camino europeo.

A día de hoy, secuestrados como estamos en manos de dos dueños ilegítimos, acordonados al pasado y sin visos de futuro halagüeño, enfrascados en dudas, nostálgicos ante lo que fuimos, reñidos con nosotros mismos, nuestra única suerte es poder disfrutar de Sergio Agüero cada domingo. Pero la suerte no suele acompañar toda la vida a quienes juegan a la ruleta de forma suicida. No vale todo al diez, par y pasa. No vale Europa sólo por el Kun. No vale suerte de un suspiro porque al final la suerte, el diez, el Kun y Europa terminan, como tantas otras cosas, en el cajon de los recuerdos.