martes, 27 de octubre de 2015

Encontrar al jugador

Para encontrar un equipo es necesario encontrar los jugadores. Cuando Simeone aterrizó en el Atleti, todos, incrédulos a base de palos y decepciones, dudábamos de que el Cholo fuese capaz de construir un equipo, más que nada porque teníamos serias dudas de que contase con buenos jugadores. Pero aquella teoría fatídica no era cierta, los futbolistas existían, solamente era cuestión de saber encontrarlos.

Por ello, todos fuimos celebrando con alborozo cada vez que un jugador de la plantilla iba dando un paso adelante y se iba convirtiendo en uno de los mejores futbolistas del campeonato. Aquello fue el milagro de los panes y los peces, tal y como lo contamos aquí en su día. Miranda y Godín dejaron de ser un coladero para convertirse en la mejor pareja de centrales de Europa, Juanfran y Filipe dejaron de ser dos timoratos proyectos de lateral para jugar como los mejores extremos, Gabi y Tiago comenzaron a impartir magisterio desde el centro después de haber sido durante la mitad de su carrera dos sospechosos habituales y cada delantero que se iba incorporando al equipo se iba acoplando al sistema cumpliendo a la perfección su función de goleador. Aquel inmenso trabajo de concienciación convirtió a Simeone en un entrenador de leyenda. O al menos, nosotros, así lo percibimos.

El problema surge cuando te arrasan los años o te debilitan el equipo con ventas no deseadas. En los casi cinco años que Simeone lleva al frente del Atleti, se han marchado un portero, un lateral izquierdo, dos centrales, un mediocentro, tres interiores y cuatro delanteros. Hablamos de tipos con mucha importancia en el equipo y un gran impacto en el juego. Si, además, los que se quedan cumplen años y la edad se convierte en un factor contra el que no existe remedio, al entrenador le toca la función de volver a inventarse. Por ello, pese a los inconvenientes, es admirable la labor de Simeone en su tarea continua de encontrar al futbolista una y otra vez, una y otra vez.

Si existen tres futbolistas, por potencial futbolístico, que el equipo tiene obligación de encontrar, son Jackson Martínez, Ferreira Carrasco y Ángel Correa. Uno porque de él dependerán los goles en momentos de necesidad, otro porque de su velocidad dependerán las contras más letales y el último porque aportará la magia necesaria en los partidos atascados. El resto serán los mismos, un portero solvente, dos centrales fiables, dos laterales incisivos, los tres centrocampistas de siempre y Griezmann como auténtica estrella sobre la que orbitar en las grandes noches. Si Simeone vuelve a obrar el milagro y el equipo vuelve a juntarse como un grupo sólido y solidario, el Atleti puede volver a hacer ruido. Mucho ruido.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Volver a empezar

No es sencillo tener que reinventarse. Vivir en la comodidad del éxito es un arma de doble filo; por un lado, cuentas con la ventaja de tener aprendidos unos mecanismos, sabes ejecutar el plan porque lo conoces al dedillo y juegas con el favor del viento porque, pese a la derrota, nadie te echará en cara que no lo hayas intentado. Por otro lado, la continuidad puede conllevar aburguesamiento y ese es un peligro mayor que el de cualquier discurso equívoco.

Durante años, los entrenadores del Atleti han tenido que tragar sapos y justificar sus fracasos ante una afición desencantada. El desencanto, por más que pareciese un castigo a nuestro halo de malditismo, terminó el día que arribó Simeone al puerto del Manzanares. Aún con todo; con su firmeza, su discurso frontal, sus títulos y su comunión con la grada, también ha tenido que tragar sapos, solo que él no tuvo que justificarse porque lo suyo fue trabajar y trabajar. Aún así, hubo de adaptarse a jugar sin Falcao cuando el colombiano se había convertido en su depredador favorito. Hubo de adaptarse a jugar sin Diego Costa cuando el brasileño le había otorgado los goles más decisivos de su carrera. Y ha de adaptarse a jugar sin Arda Turan pese a que el turco era el socio preferido de todos.

Todo cambio es traumático. Quien no puede conservar sus mejores materias primas ha de improvisar un producto nuevo una y otra vez. Conseguirlo es mérito de todos. Del entrenador por saber conservar el discurso y de la plantilla por saber adaptarse a las circunstancias. En ese proceso se encuentra este Atleti, otra vez en obras. Nuevos jugadores, nuevo sistema y una llama de ilusión que, al haber ardido en lo más alto del olimpo, ahora no quiere apagarse ni aún en la más atemorizante de las dudas. Nos toca volver a empezar. Y nos toca volver a esperar.