lunes, 29 de junio de 2020

La confianza en el físico

El equipo, para estar bien deportivamente, necesita estar bien físicamente, porque en el físico, en el esfuerzo máximo, la solidaridad y la unión ha convertido su fútbol en una seña de identidad. Cuando llegó el parón, la victoria de Anfield se había convertido en bálsamo anímico pero el equipo llevaba semanas con la lengua fuera, víctima de un esfuerzo sobrehumano y de una planificación mal templada.

Pero llegó el parón y, como dicen que no hay mal que por bien no venga, el equipo tuvo tiempo de recuperar tono, tomar oxígeno y reconstruirse físicamente de cara a un último tramo que le iba a exigir un esfuerzo extra porque por primera vez en muchas temporadas, afrontaba la recta final del campeonato sin haberse asegurado una plaza en la próxima edición de la Champions League.

Y de repente, después de ir a rastras durante toda la liga, hemos ganado trece puntos de los quince disputados mientras que los que estaban por encima apenas han sumado media docena el que más, cierto es que el calendario ha sido amable, pero en los partidos que, a priori eran fáciles, el equipo se estrella una una otra vez contra sus frustraciones, sin embargo ahora puede que el fútbol siga escaseando y falte finura en el pase, pero se aprieta en el centro del campo y apenas se pasan apuros en defensa, es el síntoma de que el equipo se siente bien, se siente cómodo, se siente capaz. Y ahora bien el Nou Camp, un lugar donde hace más de una década que no ganamos. Toca, de una vez, decir aquí estamos de nuevo. Toca hacer creer que somos capaces, aún, de hacer algo importante en esta temporada tan extraña.

viernes, 19 de junio de 2020

La reconversión

Habíamos fichado a un mediocentro, pero era un transportista de balones que sólo sabía conducir sin sentido y se ofuscaba a la hora de buscar el pase. Su pasado, además, no le ayudaba; sus tíos y abuelos habían sido leyendas del Madrid y su padre, para más inri, se acogió a no se qué artículo para decirle a los del Atleti que no quería jugar con ellos.

La primera vez que le vimos más cerca del área fue en Valencia. Allí Simeone le colocó como interior derecha y demostró más recorrido natural y más fiabilidad en las acciones con un poco de libertad. Anotó un gol y la anécdota quedó latente pero guardada. Poco después, en el partido de ida ante el Liverpool, completó unos minutos notables desde su salida, otra vez arrancando desde la derecha. Era el preámbulo de lo que estaba por venir, porque en Anfield sacó el tarro de las esencias y se coronó como el héroe de una noche que pintaba funesta.

La reconversión de Llorente ha sido fruto de la explosión de confianza al verse en un lugar idóneo para él. El mérito, además de suyo por saberse sobreponer y saberse, sobre todo adaptar, es, una vez más, de Simeone, ese visionario que convierte a buenos futbolistas en dioses y a futbolistas dudosos en figuras. Tan buen rendimiento dan con él que cuando creen que se comerán el mundo, se dan cuenta de que fuera de sus preceptos hace mucho frío. Ya lo sabe Llorente o el que venga detrás, jugar bien con Simeone es cuestión de fe y confianza, jugar bien sin él es cuestión de que crean en ti y no todo el mundo lo hace como él.

martes, 9 de junio de 2020

The show must go on

Ya estamos de vuelta. Ya estamos con el deseo latente, todos, como si nada hubiese pasado, como si el mundo no hubiese cambiado y esto no hubiese sido más que un sueño disfrazado de alarma y con final feliz. Somos tan permeables a los problemas que, guiados por el egoísmo, nos lanzamos en cabeza hacia el primer charco que vemos. Y necesitamos mojarnos de fútbol porque necesitamos opio, pan y circo. Porque necesitamos recordarnos a nosotros mismos que no existe nueva normalidad si el Atleti no está incluido en el lote.

Ya estamos de vuelta porque el espectáculo debe continuar y los muertos no son más que estadística. Porque los debates ya no giran en torno al virus sino en torno a cuánta gente podrán meter en los estadios. Porque queremos olvidar, porque no queremos que la vergüenza nos pise la lengua y nos recuerde donde hemos estado metidos estos dos meses. Yo fui el primero en pecar al marcharme a Anfield. Y seré el primero en pecar sintonizando el partido del Atleti el domingo al mediodía.

Estamos de vuelta porque volver es querer olvidar, porque volver es tener a meno el recurso fácil, porque el Atleti es parte de nuestra vida y no concebimos la vida sin él. El espectáculo continúa, la pandemia sigue en pie y las tertulias se llenan de nuevas esperanzas. Pero la vieja premisa debería ser unánime más allá de las pretensiones económicas del mercader que preside la liga; vamos a hacer las cosas bien o si no no las hagamos.

martes, 2 de junio de 2020

Programas de televisión

El Atleti, sin su gente, será un elemento extraño que divague por el terreno. Mantendrá la esencia y, seguramente, también la competitividad, pero perderá el alma, porque el Atleti necesita retroalimentarse y no hay mejor nutriente que la grada del Metropolitano llena y empujando sin cesar en pos de la victoria.

El Atleti, sin su gente, será un generador desenchufado de la corriente, un guante si mano que lo sostenga, un ciudadano expuesto al virus sin su mascarilla de protección. Porque el Atleti, más allá de un escudo, unos colores e incluso una historia que le respalda, es la esencia extraída del puño cerrado y los dientes apretados de cada uno de sus seguidores, es la voz, esta vez en off, que alienta cada paso, es el abrazo sincero repartido en una grada después de cada gol.

El Atleti, sin su gente, protagonizará spots de conveniencia ajena, lidiará faenas impostadas y correrá carreras en pos de una nómina desconocida. El negocio manda y el fútbol, convertido en negocio, se ha prostituido tanto que se ha colocado por encima de la salud y, sobre todo, por encima de la emoción. Porque por mucha afición que tengan, el Atleti, sin su gente, no disputará partidos de fútbol sino que protagonizará programas de televisión.