martes, 22 de noviembre de 2016

La élite

La élite es ese lugar donde todos quieren ganarte. Donde el respeto se impone a base de poner el nombre, donde los futbolistas entran más fuerte, corren más rápido, donde los errores penalizan y donde los goles valen doble porque cuestan el doble de conseguir. La élite es ese lugar donde viven los aspirantes, donde perduran los campeones, donde los invitados han de sudar sangre para ganar el pan porque saben que siempre vivirán al borde de precipio. Un lugar donde la tensión se corta. Un lugar donde la presión obliga a respirar hasta por debajo del agua.

La élite es el lugar desde el que las derrotas saben a hiel, donde el rival te mira con asco y te celebra con arrogancia, donde perder el derecho a soñar duele el doble de lo normal porque los baños de realidad se convierten en duchas de ácido sulfúrico. La élite es el lugar donde el corazón late a doscientos por hora y el alma vuela más allá de los sueños. En la élite hay que ser constante, brillante, tenaz y persuasivo. La élite no concibe despistes, ni paga por sueños baratos. La élite te da una patada en el culo cuando decides perder la intensidad y se te queda cara de tonto, porque en el fondo sabes que tú mismo has sido el culpable de la desdicha.

La élite exige fútbol porque sobre su cielo vuelan los halcones del buen gusto. La élite exige carácter porque en suelo corretean las hormigas que devoran el cadáver del pusilánime. La élite exige cabeza porque en sus libros se cuentan historias de héroes y villanos, leyendas y epopeyas, luchas y derrotas. Pero, sobre todo, la élite, exige capacidad para regenerarse. Ninguna victoria es definitiva y ninguna derrota es el fin porque lo que hay que hacer es aprender de los errore y volver a levantarse con la cabeza alta. Y aunque el ánimo esté herido hay que saber volver a enfundarse la armadura y regresar al combate porque la élite, como Roma, no paga traidores y no admite cobardes.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Tres puñales

En los años setenta se hizo famosa la delantera del Atlético formada por Ayala, Gárate y Becerra. Los tres eran una combinación letal de velocidad, precisión y desborde. Gracias a ellos el equipo fraguó un estilo de contragolpe tan efectivo que los equipos comenzaron a jugar con demasiadas precauciones para no dejar un sólo espacio por detrás. Daba igual, casi siempre encontraban una ocasión y casi siempre encontraban un gol.

Dicen que la historia siempre está condenada a repetirse. La mayoría de las veces para mal, porque el ser humano es ese ente estúpido que se condena a repetir errores una y otra vez, dando muestras de su inmortal estupidez. Pero existen ocasiones en que la historia se reedita de manera positiva para bien de los nostálgicos. Muchos de aquellos que hoy ven jugar a Griezmann, Gameiro y Carrasco, saben cerrar los ojos para evocar años de gloria. Década de los setenta, un contragolpe letal y tres tipos apodados los tres puñales.

Estos puñales de hoy son distintos a los de ayer en cuanto a los conceptos que la modernidad le ha añadido al fútbol. Aquella garra de Ayala, la elegancia de Gárate y el desborde loco de Becerra se han convertido en vértigo y precisión. Griezmann es el genio que flota en la media punta, Gameiro el suicida que vive al borde del fuera de juego y Carrasco el esprinter que siempre busca la línea de fondo. Con el concepto del contraataque como punto de partida, ambas delanteras se componen de elementos de leyenda. Aquella hizo carrera gloriosa en el nuevo estadio del Manzanares. Esta quiere despedir a lo grande nuestro viejo y glorioso estadio.

martes, 19 de julio de 2016

Las fases del duelo

Negación.

No puede ser. Otra vez no. Es imposible. Dos veces seguidas es demasiado cruel. Debe ser un sueño. Voy a despertar, seguro que cuando lo haga, Juanfran a marcado ese penalti y seguimos con vida. Seguro que cuando lo haga, Gabi estará levantando esa Copa y todas estas lágrimas habrán merecido la pena.

Ira.

Golpeo la pared con rabia. Pataleo. Intento ahogar un grito pero termino desgarrándome la garganta. No encuentro consuelo, no encuentro piedad. No me sirven las alabanzas, ni las palmadas en la espalda. Quisiera romper el mundo, salir corriendo y gritar en soledad. Al fin y al cabo, la frustración me impide ser un ser racional.

Negociación.

Busco un lugar para la reflexión. Me encojo ante el silencio. Lo que no tiene solución no tiene solución. Y duele. Pero hay que empezar de nuevo. Buscar de nuevo. Encontrar de nuevo. Fue una gran competición. Les ganamos a los mejores y ellos fueron pasando rondas contra las opciones más fáciles del bombo. Intento convencerme de algo. Intento convencerme de que el dolor no debe ser para tanto cuando sabes has entregado el alma.

Dolor.

Es difícil de entender. Más difícil de explicar. El corazón supura, el alma suspira. La garganta está muda y los dientes permanecen apretados. El recuerdo es dolorosamente imborrable, el momento fue emocionalmente insoportable. No podría repetirlo, aún así me encantaría volver al lugar e intentarlo de nuevo. Aunque el dolor que me mueve es tan intenso que el miedo se apodera de los sentimientos ¿Y si volviesemos a caer de la misma manera?

Aceptación.

Todo termina pasando y es cuando te das cuenta del hecho cuando valoras la situación. Perdimos, sí, pero lo hicimos luchando. No nos ganaron por la mano, lo tuvimos, lo rozamos, lo merecimos. Estuvimos ahí, en la pelea, en el momento álgido del año. Muchos quisieron llegar y nosotros fuimos protagonistas durante gran parte de la temporada. Eso es orgullo. Ese el camino por el que debemos seguir caminando. Volveremos. Debemos hacerlo.

martes, 24 de mayo de 2016

El corazón

El corazón es el único que conoce lo que sentimos. Es el único que nos acompaña en las duras y que nos deja tranquilos en las maduras. Sabe de nuestras lágrimas, de nuestros sueños, de nuestras esperanzas. Se ha sentado con nosotros en cada uno de los partidos desde que tenemos uso de razón y ha latido cada vez más fuerte porque sabe que nuestro ánimo está por encima de lo normal cuando es el Atleti el protagonista de nuestro presente. Nos ha mantenido allí, en pie, al borde del colapso, mientras hemos aguantado una tormenta y hemos representado un papel de iluso con coraza de cartón.

Si nos aguantó en las malas; el día del Colombino en la ida de cuartos de la Copa del Rey, el día del Albacete en el Calderón, los catorce años sin ganar un derbi, el descenso, el gilifato, Manzano, Aguirre, Ferrando... como no nos iba a aguantar en las buenas. Ahora late distinto, igual de apasionado, pero con un hilo de esperanza mayor al de entonces, cuando el desasosiego era nuestro pan de cada día y el pesimismo era el único pronóstico fiable antes de cada partido.

Este corazón late sano y fuerte, pero está muerto de miedo. Hay razones para ser optimista; la competitividad animal del equipo, la trayectoria en la Champions, el cambio de tendencia en los últimos derbis. Pero eso no impide que exista el miedo. Miedo al horror de Lisboa, a encontrar su sonrisa bobalicona tras la victoria, a volver a empezar algo que quizá no tenga más comienzos, a regresar a ese punto de desánimo que nos coloque en el lugar de los desdichados.

Este corazón late y late. Sueña y sueña. Tiene miedo, pero el miedo, al fin y al cabo, es una reacción lógica ante la esperanza.

Ahora mismo, tras cada latido, siento como me dice "Nunca dejes de creer". Intentaré obedecerle.

martes, 3 de mayo de 2016

Sobre las declaraciones de Xavi

Mentiría si no dijese que me encantaría que mi equipo jugase como el Barcelona. Tampoco me voy a engañar al considerar que, para jugar como lo hace el Barcelona, hay que tener los jugadores que tiene el Barcelona. Y, yendo más allá, habríamos de tener en cuenta que para tener los jugadores que tiene el Barcelona hay que tener el presupuesto que tiene el Barcelona. Existen estilos de juego igualmente vistosos pero menos exitosos. No es lo mismo lanzarse al vacío, sin nada que perder, con el Celta de Vigo (al que no voy a quitar ni un elogio), que tratar de ganarlo todo, a tumba abierta con un equipo que, año tras años, comienza la temporada con una tara de doscientos millones de euros menos de presupuesto que sus dos grandes rivales. Lo que dice Xavi es muy bonito. Aunque quizá deberíamos ponernos en perspectiva.

Cuando este blog nació, hace ahora cinco años, el Atleti era un equipo a la deriva. No hace falta más que dar un repaso y comprobar como los textos hablaban de fatalismo, de errores, de derrotas y de ilusiones, una y otra vez, cercenadas. Hace cinco años el Atleti no tenía un estilo y ni siquiera tenía una idea de a qué quería jugar. Están muy bien las palabras bonitas alabando el buen fútbol. Yo soy el primero en alabar el fútbol del Barcelona o el del Madrid cuando se toma las cosas en serio. Lo que no voy a hacer es menospreciar a mi equipo ni dejar que nadie lo haga porque los que hoy hablan han perdido la memoria. Para saber hacia dónde se va, primero hay que saber de dónde se viene. Y el Atleti, juegue más o menos vistoso, venía del vertedero y hoy vive en su residencia de alto standing. Y eso no se logra jugando mal al fútbol.

El problema de la mediatización del fútbol es que terminamos viendo a los equipos punteros por encima del resto. En visualizaciones, el Atleti aún está lejos de Madrid y Barça y la gran mayoría de los seguidores de estos equipos no ven partidos que no sean los de los suyos. Si el Atleti juega contra el Barça y, por el juego del Barça, se obliga a meterse en su área durante media hora, o si defiende de igual manera su ventaja en el Bernabéu, o, más allá, si le vemos defender como gato panza arriba contra el Bayern, diremos que el Atleti se dedica a meter el autobús y dejar pasar el tiempo. Craso error de concepción. El Atleti también aprieta arriba, se dosifica y, sí, es cierto que los tramos finales de los partidos los termina en su área, pero si lo hace es porque, generalmente, siempre llega a ese tramo con ventaja. Y algo debe hacer bien para conseguirlo. Se pueden dar mil opiniones y yo las voy a respetar. Pero algunas, como las de Xavi, yo no las comparto.

martes, 26 de abril de 2016

El reto

El punto de no retorno es aquel en el que se ponen en juego las expectativas, se tiran los dados con una probabilidad irremediable de encontrar un número opuesto al de nuestros deseos y se atan los machos bien fuerte porque desde allí no hay marcha atrás. Los retos, llegados al punto de no retorno, son órdagos de puerta grande, cornadas de enfermería o aplausos merecidos porque la mayoría de las veces, la intención brava cuenta mucho más que el resultado.

El resultado es el único objeto de nuestro deseo. El resultado es ese karma que nos aporta el equilibrio suficiente para seguir soñando. Es la llave maestra que nos abre la puerta de la jaula de la incertidumbre. El resultado es la vida y nuestra vida, jugada partido a partido, se pone en venta en cinco jornadas de infarto y una eliminatoria panza arriba contra uno de los mejores clubes de la historia. A este lugar hemos llegado. No hay vuelta atrás. Es un reto extraordinario.

El reto de luchar de tú a tú hasta el final con los dos colosos del fútbol mundial. El reto de poder disputarle al Bayern un pedazo de gloria e intentar devolver una afrenta histórica. El reto de regresar a un Calderón repleto de color y fuego, de gloria y leyenda, de fe y lucha. El reto de seguir creyendo. Porque si se trabaja y se cree, se puede. Porque los retos se logran partido a partido.


martes, 22 de marzo de 2016

Como un barco sin timón

Un barco sin timón tiende a la deriva siempre que la marea venga movida por tormentas. Su única opción de sobrevivir en el abismo marino es la de una calma chicha que le empuje, lentamente, hacia la costa más cercana conducido por la inercia del oleaje. Más allá de los milagros, nada puede hacer la embarcación para mantenerse firme sin un eje sobre el que hacer rotar su movimiento.

El definitivo hundimiento del Real Madrid de Mourinho coincidió con la baja por lesión de Xabi Alonso. El peor año de la historia reciente del Barça coincidió con el momento álgido de dolor de la pubalgia crónica de Busquets. A la Juventus le costó tres meses encontrar un patrón de juego después de perder a Pirlo. Y el Borussia Dortmund dejó de ser realmente competitivo el día que perdió a Gundogan por una lesión de larga duración.

El Atlético, un equipo donde los recursos ofensivos pasan por el engranaje general, ha jugado durante los últimos cuatro meses sin su mediocentro titular. Augusto, cuando las lesiones le han dejado, y Gabi, han cumplido con cierta suficiencia con la labor de ancla, pero si de algo adolece el equipo es de juego estructurado. Teniendo en cuenta de que el problema en la delantera es lo que nos puede lastrar definitivamente, no estaría de más que Tiago regresase en una mínima condición para cumplir su rol y así arreglar, de alguna manera, el grave problema de juego. El problema de ser como un barco sin timón.

martes, 16 de febrero de 2016

Largo recorrido

Me sigue doliendo la derrota en el Camp Nou, lo admito. Me cuesta pasar página. Cada derrota del Atleti se me clava como un puñal dentro del corazón. No sé como se toma el resto del mundo las derrotas de su equipo, pero yo no soy mucho de exteriorizar. Sin embargo, interiorizar me supone un castigo demasiado cruel sobre mí mismo. Durante un tiempo soy capaz de autodestruir todas las ilusiones, creer que la temporada será un desastre y concebir la derrota como el preámbulo de una catástrofe que solamente es cuestión de tiempo que se establezca sobre el equipo.

Toda derrota es un mundo y todo mundo es un camino incierto por recorrer. Me dijeron que nos queda el orgullo, pero, tras una derrota, y a corto plazo, el orgullo es limosna para quien no la necesita. Me dijeron que hemos demostrado que le podemos mirar a la cara a cualquiera y que nos hemos ganado el derecho a soñar porque supimos competirle al más grande. Pero para mí lo más cierto es que llevamos siete ligas sin ganarle al gigante y que, hagamos lo que hagamos, siempre terminamos mordiendo el polvo ante su arsenal incomparable.

Se puede hacer demasiado largo el recorrido teniendo en cuenta que, a cuatro meses vista, quedan pocos objetivos de verdad al alcance y que, el único que aún nos puede hacer soñar, es una quimera casi irreal teniendo en cuenta las bestias que hay en el camino. Alcanzar la tercera plaza está muy bien; sería cumplir el objetivo y asegurarse, un año más, el escuchar la musiquita de la Champions en el Vicente Calderón. Pero aceptar el mínimo es claudicar ante la realidad y reconocer que nos resulta imposible luchar codo con codo contra los dos transatlánticos más poderosos del océano. Y eso, en el fondo, duele bastante.