miércoles, 24 de octubre de 2012

La suerte que decían que nos faltaba

No hace mucho que discurrí sobre el famoso sambenito que durante mucho tiempo nos ha tenido maniatados y supeditados a un pensamiento unidireccional por el simple hecho de haberse convertido en un externalizada seña de identidad. Decían que el Atleti era así y teníamos que creernoslo. Jugábamos algún partido bueno, muchos regulares y bastantes partidos malos; por ello, cuando perdíamos por algún despiste, algún error o por la simple inercia del juego, nos obligaban a cruzarnos de brazos y no buscar más explicaciones que la mala suerte.

Era por ello que muchos nos preguntábamos cuando llegaría esa suerte que siempre nos era esquiva, cuando lo que realmente no nos hacía falta suerte sino trabajo. El Atleti ha ganado tres partidos agónicos consecutivos en el estertor del último suspiro y los que se hacen llamar entendidos nos quieren hacer creer que la tendencia ha cambiado porque ahora tenemos la suerte que antes nos faltaba. Lo que nadie quiere pararse a decir es que la suerte, como todos los logros de la vida, también hay que trabajarla.

El Atleti trabaja los partidos de la impecabilidad del esfuerzo físico. A menudo, para mi gusto demasiado a menudo, abusa de la reculación por tener fé ciega en su certero contragolpe, pero nadie puede dudar hoy del esfuerzo de tipos a los que antes dábamos por indolentes impertérritos. Cuando un corre hasta la extenuación, cuando pelea el último balón, cuando busca el área sin cesar, cuando provoca faltas al borde del área por insistencia marcial, a veces ocurre que el balón termina por entrar en la portería en el último minuto. Y muchos, a eso, lo llaman suerte. Yo lo llamo trabajo bien hecho.

lunes, 15 de octubre de 2012

La soga en casa del ahorcado

Nadie puede poner en duda la influencia que la prensa tiene sobrel a opinión pública, nadie puede poner en duda que la opinión pública es manipulable, que las voces hacen más ruido que los silencios y que la razón, por valiosa, peca demasiadas veces de imprudente como para ser considerada en cuenta. El ruido, las nueces y la prensa deportiva han generado un compendio de intereses en el que el más fuerte sube a lo más alto y tiene patente de corso para pisotear a todo aquello que le sea molesto.

Una de las primeras premisas de la prensa partidista es la de ningunear al equipo contrario. Para hacerlo, bastan frases sibilinas que, no por ser frases hechas a un periodismo parcial dejan de ser estúpidas y dañinas para quien realmente siente una pasión ajena a ellos. La frase "A Falcao el Atleti se le queda pequeño" se ha puesto tan de moda que en las tertulias de cerveza y cacahuete y en las de máquina de café en oficina, se ha convertido en un axioma repetitivo. Lo que ahora le pasa a Falcao, antes le ocurrió a Agüero y antes le ocurrió a Torres. A todos el Atlético se le queda pequeño. Para todos, casualmente, el jugador debería vestir la camiseta del vecino de enfrente.

Hablan de pactos, de frases de padre, de silencios del dúo prescrito y de ofertas desorbitantes. Hablan de todo, pero a nadie la apetece poner en portada a Falcao cuando dice "Que su sueño es seguir ganando títulos con el Atleti". Ya sé que hubo otro que dijo aquello que "Ni en pedo". Todo el mundo es suceptible de utilizar la mentira como arma de defensa y que a veces el renuncio te pilla en paños menores cuando te demuestran que dices diego donde dijiste digo, pero ¿De cuántas mentiras se alimenta la prensa? Las alimañas omiten portadas cuando el Atleti es líder o cuando bate un record de victorias consecutivas en Europa. Pero las alimañas ven carne fresca cuando creen que un jugador no juega donde debe jugar. Porque para las alimañas no hay mayor manera de dañar que mentando la soga en casa del ahorcado.