jueves, 12 de abril de 2012

Cazafantasmas

Los dos equipos saltaron al terreno de juego y el fondo sur del Calderón se engalanó con un tifo espectacular y una pancarta reivindicativa; "Cazafantasmas". Se quería dar a entender que el Atleti se iba a comer al vecino e iba a acabar con la prepotencia de las estrellas del equipo rival. El final todos los conocemos ya, ni se cazaron fantasmas ni se evitaron esos gestos de superioridad que gustan de gasta en la acera de enfrente cada vez que marcan un gol.

El Atleti volvió a confundir su verdadero objetivo ¿Qué fantasmas hay que cazar? Principalmente, el del miedo. Los años pasan y las derrotas pesan como una losa. La próxima temporada dirán que van ya trece años y, con esta inercia, probablemente lleguemos a los veinte y la moral vaya quedando cada vez más minada. Al Atleti no le basta con sesenta minutos buenos en lo físico, necesita lucidez, desborde y profundidad. Otro fantasma a cazar es el del fatalismo; no vale escudarse en la mala suerte y proclamar ahora que el resultado, por lo abultado, es injusto. De mérito es reconocer la superioridad del vecino y purgar nuestro interior para darnos cuenta de que hace tiempo que nos toman por el pito del sereno. Cuando ellos empezaron a recalificar terrenos, a nosotros nos robaron el club sin poner una sola peseta. Después llegó la intervención, los embargos, las excusas, los complejos y los miedos. Mientras ellos van hacia arriba, nosotros vamos más y más hacia abajo.

Todo por culpa de los dos principales fantasmas a los que hay que cazar. Esos dos espectros de cara dura y sentencia prescrita sí son merecedores de una pancarta alusiva en el fondo sur. Ellos no se han vestido nunca de corto, ni han marcado un gol. Nunca han sudado nuestra camiseta y, sin embargo, se erigieron dueños de nuestros designios para mandar a la mierda todas nuestras esperanzas. Ellos son los fantasmas a cazar. Mientras sigan en el palco, el Madrid seguirá teniendo Cristianos y el Atleti seguirá teniendo Godines. No hay pancartas para ellos, sólo silencio. Y tras el silencio, derrotas. Anoche, una más. Y ya van demasiadas como para no sentirse harto.

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