martes, 28 de enero de 2020

Depresión

El cambio de este equipo ha sido tan evidente que hasta lo que parecía imposible ha sucedido: el equipo ha caído en depresión. Si durante años demostró una capacidad de superación admirable así como una resistencia a pruebas de bombas ante las derrotas, ha tenido que venir una simple derrota por penaltis en la final del torneo menos importante cualitativamente, para que se hayan venido abajo, para que todos los muchos vicios hayan salido a tapar las pocas virtudes y se hayan despeñado por el precipicio de la nada.

Porque en el partido ante el Leganés, el equipo se pareció más que nunca al Atleti precholo que ni sabía jugar ni sabía competir. Atenazado por el miedo a perder y carcomido por las dudas entre ser o no ser, se dejó dominar por un equipo es descenso, sin ser capaz ya no sólo de dar tres pases seguidos, sino de presionar con un mínimo orden la salida del equipo rival.

Porque si algo ha ganado el Atleti con las últimas derrotas es miedo y si algo ha perdido con el miedo es la identidad. No le pudieron dos derrotas in extremis en la final de las finales, no le pudo la ansiedad de verse acosado en Barcelona, en Munich o en Londres, pero le ha podido una tanda de penaltis en la Supercopa. Deprimido, alicaído, temeroso y aturdido, el Atleti está en la lona y se encamina hacia el K.O. definitivo.


jueves, 23 de enero de 2020

No me fío

No me fío, lo siento. No me fío porque no veo al equipo centrado en su plan de ejecución, porque juega con más miedo que vergüenza, con más dudas que certezas, con más impulsos que lucidez. No me fío porque el partido es un marrón, porque David sueña con demoler a Goliat, porque hará frío, será un campo hostil y porque el Atleti se le da horrorosamente el mes de enero.

Y no me fío porque no juega Oblak, porque Adán no tiene ritmo de competición, no tiene portería encima y ya sabemos cómo nos ha ido históricamente en Copa cuando hemos jugado con el portero suplente. Todos recordamos los tres goles en tres disparos del Girona, los dos contragolpes que culminó el Sevilla o todos aquellos partidos en campos de Segunda B en los que sufrimos como perros.

Y no me fío porque al Atleti se le ha olvidado sufrir como un perro, ya no se siente cómodo en el bloque bajo y sigue indefiniéndose como un equipo que quiere hacer lo que no puede o no puede hacer lo que quiere. Porque aquellos partidos en campos de Segunda B tenían el amparo de un partido de vuelta, se jugaba con red y con cierta seguridad. Pero hoy no, hoy se jugará la vida en un campo de minas y, mira que me molesta decirlo, al Atleti, hoy, al de Eibar, Valladolid o Granada, ya no le gusta ir a la guerra.

lunes, 20 de enero de 2020

La duda

La duda es un territorio hostil, es el peor lugar para recibir al enemigo, es la peor manera de afrontar un reto porque cuando dudas no decides y cuando otros deciden por ti te ves abocado a una persecución de sombras. La duda es un oportunidad perdida y un pozo sin fondo del que sólo se sale con decisión y un plan bien ejecutado, pero ¿Dónde está ese plan?

Porque el Atleti, o no tiene plan o no parece tenerlo. Pasa a perseguir jugadores del Barça sin capacidad de reacción durante setenta minutos, a competirle toda una final al Real Madrid con la dosis de ilusión que ello genera. Y, pasada la euforia, se presenta en Eibar y sale con mil dudas y once futbolistas. Resultado, derrota.

¿Y en qué situación queda ahora? Un año más, y van unos cuantos seguidos, el Atleti queda en tierra de nadie en liga, obligado a sufrir como un perro para mantener el tercer puesto y viendo como, un año más, no puede sentarse en la mesa de los poderosos. Los restos del pastel, repartido entre unos cuantos, serán devorados con ahínco y mientras ellos pasean orgullosos su músculo, nosotros tendremos que mirarlos otra vez desde abajo ¿Es o no motivo para seguir dudando?

jueves, 16 de enero de 2020

La identidad

La identidad del equipo es competir. La identidad es ser intenso, no vivir entre dos aguas ni leer con medias tintas, no dudar, no buscarse sino encontrarse, no perseguir sombras sino piernas, no disputar tiros al aire sino pelotas divididas. Cuando al equipo le sale la identidad le sale el juego.

Y cuando le sale el juego, a nosotros nos sale la identificación. Vale que no es un juego de trenza y paseíllo, vale que no es un anexo a ese tiki taka que quieren imponer como biblia y lugar de redención, pero es lo suficientemente loable como para hacernos sentir orgullosos, lo suficientemente cholista como para hacernos sentir ilusionados.

Porque el equipo, de repente, se volvió reconocible ante el Madrid. Juntó líneas, se hizo solidario y atacó con cabeza y convicción, sabiendo que al rival no se le podían hacer concesiones y sabiendo que los motores del rival necesitaban de la gasolina del balón para poder funcionar. Nos ganaron, pero sólo lo hicieron en los penaltis. Celebraron, pero yo, en mi fuero interno, celebré más la derrota por las sensaciones adquiridas, que la victoria en semifinales pese a la euforia desatada.

viernes, 10 de enero de 2020

Que la mentira no esconda la verdad

No fue mentira el resultado, ni la clasificación, ni la euforia, ni la probabilidad de aspirar a un título. No fue mentira la realidad porque lo que todos vimos es inconfundible y, sobre todo, imborrable, pero el partido del Atleti, en términos conceptuales, fue una mentira en el plano futbolístico y, sobre todo, en el plano competitivo.

No me gusta que mi equipo pierda, pero si hay algo que me molesta sobremanera es que mi equipo no compita. Durante setenta minutos, los que fueron desde el diez hasta el ochenta, el Atleti anduvo persiguiendo sombras olvidando que, para defender, hay que meter el pie, el cuerpo y hasta la cabeza. Intensidad, lo llaman. Fueron muchos los que loaron al Barça por su juego, pero cada vez que un futbolista del Barcelona recibía, no tenía encima a nadie y podía pensar qué pase era el idóneo. Ahora mismo, me da por creer que al Atleti le filtra pases entre líneas hasta el equipo de mi pueblo.

Pero claro, al calor del resultado, la euforia se desata y los más optimistas ya miran al derbi como si jugando así se le pudiese ganar a cualquiera. La mentira del resultado no debe esconder la verdad del juego y es que el Atleti, ayer, hizo un partido de mierda.

martes, 7 de enero de 2020

El Messi de los porteros

Que el mejor jugador del Atleti sea su portero no es algo que deba avergonzar ni al equipo ni a la afición. Es bueno tener al mejor del mundo en su posición y con ello ocurre que, en partidos ajustados como los del sábado, una mano salvadora es capaz de salvar dos puntos y permitirse seguir soñando con hazañas mayores.

Lo realmente engañoso es que te hagan creer que el Atleti haya ganado sólo y exclusivamente gracias a su portero. El Atleti, cierto es, hizo un partido bastante regular ante el Levante, pero hasta las dos paradas de rigor, ya en el tramo final, apenas había pasado dificultades en el plano defensivo. Y cuando las pasó, que fue de panera esporádica y casi excepcional, apareció su portero. Porque sí, porque juega con once, el de los guantes incluídos y este resulta que es el mejor del mundo. El Messi de los porteros.

Por ello no debería preocuparnos el que nuestro portero haga su trabajo como el mejor que es. Lo que debería preocuparnos es que el equipo, después de salir a por el gol, después de arrear para sobreponerse al empate, después de creer en la victoria durante un rato de firmeza, volviese a la nada, al verlas venir, a jugar a la ruleta rusa. Y claro, nuestra bala en la recámara no está en nuestra delantera sino en nuestra portería y muchas veces salimos vivos, pero esta no es manera de vivir.