jueves, 17 de diciembre de 2015

Un Atleti en la élite

Conviene no desviarse del eslógan. La filosofía de partido a partido nos ha sido demasiado productiva como para tirarnos ahora al abismo de los sueños ¿Imposible? Con trabajo y fe, nada. Ya sabemos, si se trabaja y se cree, se puede. Y el esfuerzo no se negocia. La primera premisa por encima de las demás. Con todo, y con el paso de los años, hemos visto al Atleti crecer y crecer y, lo que es más importante, mantenerse en la élite. A pesar del ruido, de los ceños fruncidos, de los millones ajenos y de las palabras que trataban de etiquetarnos negativamente.

Lo importante es no desviarse del camino y asumir que, aunque hemos completado el camino desde la humildad y que no hay que perder la perspectiva, hay que afrontar los retos como lo que son. Ahora estamos en la élite y como tal debemos considerarnos. No se trata de menospreciar a quienes han perdido el estátus o a quienes nunca lo alcanzarán, se trata de afrontar los retos desde la grandeza. Hace tiempo que pedíamos un salto de calidad y ahora que lo tenemos tenemos que asumir que los retos, cuanto más difíciles, más interesantes. Ahora todos nos quieren ganar, todos buscan un plan para jugar contra nosotros, son muchos más los que nos quieren ver perder y muchos menos los que simpatizan respecto a la indiferencia de antes. La grandeza conlleva peajes y como equipo grande hay que asumir que debemos pagarlos.

Un Atleti en la élite es un equipo en octavos de final en la Champions, es un equipo que va a Lisboa a por la primera plaza de grupo y la logra, es un equipo que puede, y debe, mirar a los ojos a los poderosos, mantener intactas las ilusiones de liga al menos hasta febrero, disputar la copa hasta la penúltima ronda y no buscar excusas de mal pagador cuando otro equipo nos pinte la cara porque nos haya robado la ilusión y la fe. No se debe perder la perspectiva, nunca. Pero sí se debe mirar hacia adelante y asumir que la grandeza conlleva una responsabilidad que yo, como aficionado, llevo muchos años deseando asumir.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Confianza

Me extraña la extrañeza ajena. Esta redundancia que puede sonar perogrullera no es sino el síntoma de la presunta anomalía que, según algunos, se ha instalado en el epicentro del Atleti. Hay quien identifica el problema con la solución y se mete en una engorrosa batalla contra la lógica para lograr que los que ahora son unos pocos terminen siendo muchos. Nada haría más felices a algunos que ver al Calderón encendido en armas contra Simeone. Pero creo que, para su desgracia, están picando en un terreno yermo.

Se puede criticar a Simeone. Claro que se puede hacerlo. Es más, considero que la crítica es sana, que ayuda a entender los errores y que impulsa a querer corregirlos. No creo que Simeone esté contento con lo que está viendo y seguramente esté trabajando a destajo para corregir los defectos. Porque los hay. Claro que los hay. El equipo juega mal y ni siquiera transmite la seguridad de antaño a pesar de ser el menos goleado de la liga. Pero no por ello vamos a tirar a Simeone al foso de los leones. Hay un punto intermedio entre la adulación ciega y la crítica destructiva; un lugar donde la fe y la paciencia necesitan reencontrarse. Nosotros ya sabemos lo que el Cholo ha sido capaz de hacer por este equipo. Recordemos que lo resucitó. Que se encontró con un cadáver que no sabía competir ni contra el Albacete y lo convirtió en el equipo más incómodo del mundo. A muchos podía no gustarles, pero el Atleti encontró una seña de identidad. Hacía mucho tiempo que eso no ocurría.

Y si resolvió un gran problema, nada hace indicar que no pueda hacerlo con un problema menor que aquel. El equipo que se encontró no tenía ni alma ni juego, ahora falta el juego, que es mucho, pero al menos mantiene parte del alma que le hizo alcanzar el mayor de los milagros. Otra cosa es que la plantilla de para repetir aquello; pedir un imposible es un arma de doble filo porque si se consigue, volverán a solicitarte el milagro y si no lo consigues, te echarán en cara el fracaso. Divino fracaso el de un equipo que ha vuelto de entre los muertos para codearse con los grandes. Y aun se preguntan por qué mantenemos nuestra total confianza en Simeone.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Sobre bochornos, dudas y divisiones

Según la Real Academia Española de la lengua, en una de sus acepciones, un bochorno es una "desazón o sofocamiento producido por algo que ofende, molesta o avergüenza". Y lo cierto es que visto el partido del Atlético en Astaná, la definición no desentona ni un ápice con los sentimientos experimentados durante y al final del partido.

Es cierto que se ha producido una corriente crítica que choca de frente con otra corriente que defiende el statu quo con pasión desmedida. Ambas corrientes chocan cuando lo más sensato es encontrar un lugar en medio de la confrontación y decir que sí, que desde que llegó Simeone ya no somos la comparsa de antes y que con el Cholo al infinito y más allá, pero que no pasa nada por criticar actitudes, aptitudes y algún que otro planteamiento.

En el peor momento de juego de la era Simeone, estamos en una buena posición para dar el salto. Si cunde la histeria colectiva, es posible que los sueños, como antaño, se conviertan en pesadilla antes de Navidad. El equipo apenas encaja goles y está en la tercera posición de la tabla, a tan sólo un punto del equipo rico de la ciudad. Las sensaciones son malas, los bochornos nos roban el alma y la falta de profundidad nos quita el sueño. Todo es verdad, pero quien sabe si este gol de Griezmann ante el Sporting es el principio de una bonita historia. El equipo necesita confiar y los críticos, que los hay, y con razón, también.

lunes, 2 de noviembre de 2015

La hora de la definición

Vaya por delante que el Atleti aún no me ha convencido del todo este año. Ha habido dos momentos en los que la recuperación de la ilusión se ha instalado en mis esperanzas; una fue en el derbi donde, ante uno de los mejores equipos del mundo, el equipo, lejos de caer en el caos de antaño, tuvo aplomo y nervio suficientes como para empatar el partido y estar a punto de ganarlo. El otro fue el partido frente al Valencia, pero el Valencia estuvo a un nivel tan flojo que me resulta poco relevante medir el juego en función de las prestaciones del rival.

No es negativo, pese a todo, mostrar aplomo y fiereza cuando todos te dan por muerto. El antiguo Atleti, ese que deambulaba por el campeonato antes de que el Cholo llegase al vestuario con su fórmula mágica, se hubiese dejado hundir a las primeras de cambio. No hubiese empatado el derbi y, probablemente, se hubiese dejado empatar en la recta final ante un inoperante Valencia. Es justo decir que sí, que muchas cosas han cambiado y que es por eso que ahora tendemos a olvidar el pasado y exigir en función de nuestro presente.

Es por ello que pedimos una defición al equipo en este arranque dubitativo. No estamos en condiciones de exigir lo imposible; competir con dos transatlánticos con una fueraborda, es poco más que un ejercicio de una herocididad encomiable, pero a lo que sí nos sentimos con derecho es a exigir al equipo que no pierda esa dentellada carnívora que le convirtió en el depredador más temido de la jungla. El primer tiempo en Riazor nos pone en el camino, el segundo, en cambio, nos aleja. El buen ejemplo es el que debe perdurar en la motivación de los jugadores. Los pecados, como se comprobó, siempre conllevan su penitencia.

martes, 27 de octubre de 2015

Encontrar al jugador

Para encontrar un equipo es necesario encontrar los jugadores. Cuando Simeone aterrizó en el Atleti, todos, incrédulos a base de palos y decepciones, dudábamos de que el Cholo fuese capaz de construir un equipo, más que nada porque teníamos serias dudas de que contase con buenos jugadores. Pero aquella teoría fatídica no era cierta, los futbolistas existían, solamente era cuestión de saber encontrarlos.

Por ello, todos fuimos celebrando con alborozo cada vez que un jugador de la plantilla iba dando un paso adelante y se iba convirtiendo en uno de los mejores futbolistas del campeonato. Aquello fue el milagro de los panes y los peces, tal y como lo contamos aquí en su día. Miranda y Godín dejaron de ser un coladero para convertirse en la mejor pareja de centrales de Europa, Juanfran y Filipe dejaron de ser dos timoratos proyectos de lateral para jugar como los mejores extremos, Gabi y Tiago comenzaron a impartir magisterio desde el centro después de haber sido durante la mitad de su carrera dos sospechosos habituales y cada delantero que se iba incorporando al equipo se iba acoplando al sistema cumpliendo a la perfección su función de goleador. Aquel inmenso trabajo de concienciación convirtió a Simeone en un entrenador de leyenda. O al menos, nosotros, así lo percibimos.

El problema surge cuando te arrasan los años o te debilitan el equipo con ventas no deseadas. En los casi cinco años que Simeone lleva al frente del Atleti, se han marchado un portero, un lateral izquierdo, dos centrales, un mediocentro, tres interiores y cuatro delanteros. Hablamos de tipos con mucha importancia en el equipo y un gran impacto en el juego. Si, además, los que se quedan cumplen años y la edad se convierte en un factor contra el que no existe remedio, al entrenador le toca la función de volver a inventarse. Por ello, pese a los inconvenientes, es admirable la labor de Simeone en su tarea continua de encontrar al futbolista una y otra vez, una y otra vez.

Si existen tres futbolistas, por potencial futbolístico, que el equipo tiene obligación de encontrar, son Jackson Martínez, Ferreira Carrasco y Ángel Correa. Uno porque de él dependerán los goles en momentos de necesidad, otro porque de su velocidad dependerán las contras más letales y el último porque aportará la magia necesaria en los partidos atascados. El resto serán los mismos, un portero solvente, dos centrales fiables, dos laterales incisivos, los tres centrocampistas de siempre y Griezmann como auténtica estrella sobre la que orbitar en las grandes noches. Si Simeone vuelve a obrar el milagro y el equipo vuelve a juntarse como un grupo sólido y solidario, el Atleti puede volver a hacer ruido. Mucho ruido.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Volver a empezar

No es sencillo tener que reinventarse. Vivir en la comodidad del éxito es un arma de doble filo; por un lado, cuentas con la ventaja de tener aprendidos unos mecanismos, sabes ejecutar el plan porque lo conoces al dedillo y juegas con el favor del viento porque, pese a la derrota, nadie te echará en cara que no lo hayas intentado. Por otro lado, la continuidad puede conllevar aburguesamiento y ese es un peligro mayor que el de cualquier discurso equívoco.

Durante años, los entrenadores del Atleti han tenido que tragar sapos y justificar sus fracasos ante una afición desencantada. El desencanto, por más que pareciese un castigo a nuestro halo de malditismo, terminó el día que arribó Simeone al puerto del Manzanares. Aún con todo; con su firmeza, su discurso frontal, sus títulos y su comunión con la grada, también ha tenido que tragar sapos, solo que él no tuvo que justificarse porque lo suyo fue trabajar y trabajar. Aún así, hubo de adaptarse a jugar sin Falcao cuando el colombiano se había convertido en su depredador favorito. Hubo de adaptarse a jugar sin Diego Costa cuando el brasileño le había otorgado los goles más decisivos de su carrera. Y ha de adaptarse a jugar sin Arda Turan pese a que el turco era el socio preferido de todos.

Todo cambio es traumático. Quien no puede conservar sus mejores materias primas ha de improvisar un producto nuevo una y otra vez. Conseguirlo es mérito de todos. Del entrenador por saber conservar el discurso y de la plantilla por saber adaptarse a las circunstancias. En ese proceso se encuentra este Atleti, otra vez en obras. Nuevos jugadores, nuevo sistema y una llama de ilusión que, al haber ardido en lo más alto del olimpo, ahora no quiere apagarse ni aún en la más atemorizante de las dudas. Nos toca volver a empezar. Y nos toca volver a esperar.


jueves, 24 de septiembre de 2015

No entienden nada

Se empeñan en dibujar un sentimiento que nunca han entendido, en dibujar un camino que difiere de su unilateralidad, en dictar normas morales que no caben en su código ético, en ensombrecer nuestros logros porque no saben lo que cuesta pelear desde abajo, en manchar nuestras victorias porque no conocen el precio del sudor, en moralizar nuestras derrotas porque creen que atentamos contra sus intereses.

Lo que realmente les pasa es que no han sabido digerir los cambios de dirección. Hace años, cuando el rival ciudadano era comparsa y ellos dueños de la galaxia, la palabra derrota les sonaba a chiste facilón. No contentos con ello, nos veían pasar con chufla cada vez que, sorpresa mediante, le quitábamos dos o tres puntos a su máximo rival. "Nos regaláis doce puntos cada temporada", nos decían. Y teníamos que soportar su sonrisa chulesca, su gesto de chufla y sus ademanes de prepotencia.

Todo el mundo sabe lo difícil que es lidiar contra el mejor futbolista del mundo. Ellos, que se pavonean de haber descubierto la fórmula mágica, aún no han sabido explicar como ese tipo al que, según ellos, no damos patadas, les ha enchufado más de veinte goles en los últimos ocho años. Ellos, que enjuician por resultado antes que por pronóstico, ya que el fantochismo lo guardan para su propios minutos de gloria, no han sabido comprender que en fútbol, más allá de las propuestas, suele ganar el que mejores futbolistas tienen. Nos hacen querer creer que no somos exigentes y no entienden que la exigencia es una premisa que no espera tras las esquinas. Partido a partido y si hay que contar las cosas como son se cuentan. Lo peor es inventar un argumento sin haber visto la película.

martes, 15 de septiembre de 2015

Alternativas

El mejor atlético de Simeone fue aquel que tuvo varias alternativas en ataque. Cimentado el centro del campo por Arda, Tiago o Mario y Gabi, con Diego primero y Koke después, el equipo supo ejecutar un juego de ataque certero porque contaba con los futbolistas precisos para concretar el plan predefinido.

Pero la verdadera distinción del equipo se dio en la zona de ataque. Durante el primer año, Adrián y Falcao formaron una pareja excelente porque de la generosidad de uno se aprovechaba la voracidad del otro. Después llegó Diego Costa y Falcao pudo jugar aún más cómodo porque el brasileño le habría todos los huecos del mundo en su camino hacia el área. Tanta movilidad le ayudó a Costa a aprender el oficio y, cuando Falcao voló al mundo de los euros, fue él quien se echó a la espalda la responsabilidad goleadora y sus goles, decisivos como pocos, nos pusieron de cara para completar el mejor año, probablemente, de nuestra historia.

El problema de adquirir vicios es que, cuando te acostumbras a una forma de vida y la vida te funciona mejor que nunca, cuesta reconocer que, ante la falta de un elemento, el estilo puede continuar siendo el mismo. Con el cambio de cromos de Costa por Mandzukic, el equipo perdió presencia porque perdió velocidad, resistencia y habilidad. Fue cambiar a un legionario por un rematador. Y sin embargo, el equipo quiso seguir jugando a lo mismo. Cuando varió el plan y alcanzó el ataque desde la banda, Mandzukic obró milagros porque en el remate es un tipo solvente, pero cuando había que buscar el juego directo, el equipo se desquebrajó y perdió el norte cuando más lo necesitaba. Ni encontró el juego, ni encontró la resolución. Había adquirido un vicio y no fue consciente de que habría de haberse reconducido. A pesar de tener a Griezmann como estilete, el centro del campo, en incluso la defensa, adquirió la fea costumbre de buscar siempre al punta y el punta no supo corresponder como su antecesor.

La primera premisa para este año ha sido la de variar el estilo. Con un centro del campo reinventado con la presencia de Oliver y la jerarquía de Koke, Simeone puede buscar varias alternativas en el ataque, para ello contará con Griezmann como fijo porque Griezmann es un tesoro de valor incalculable. Para acompañarle tiene la potencia de Jackson, probablemente el futbolista de la plantilla más parecido a Costa, la fe indestructible de Torres y la pillería y canchería de Vietto y Correa. Para revolucionar los partidos, además, cuenta con la habilidad a mil por hora de Yannick Ferreira Carrasco. Viendo como funcionó la defensa en Sevilla, si el engranaje en ataque termina de completarse, este reloj puede volver a funcionar muy bien.

lunes, 27 de julio de 2015

Un paso adelante

El movimiento se demuestra andando y la personalidad se demuestra liderando. Para hacerlo, no basta con una palabra vacía y un acto de cara a la galería. La demagogia es una vía de escape tan peligrosa que se corre el peligro de caer en el pozo de la ira una vez se ha demostrado que, cuando hay que dar el callo, no sirven las excusas de mal pagador.

Los valientes de distinguen del resto por su proposición de mirar siempre hacia adelante, de tomar las riendas de la situación y de hacer ver a sus compañeros que sobre sus espaldas caerán las responsabilidades. Será la mano amiga que ayude a empujar en los momentos difíciles y el barco sobre el que navegar cuando la corriente corra a favor.

Durante este último lustro ganador hemos visto al equipo aferrarse a la inteligencia táctica de Tiago y al coraje pasional de Gabi. Ambos, polos opuestos en lo futbolístico pero abrazados a una misma causa en lo sentimental, han sujetado al equipo por los pies y lo han armado por la cabeza. Sin ellos, el sentido y la sensibilidad, el Atleti no hubiese cuajado ni la mitad de sus mejores actuaciones. Pero a ellos se les acaba la gasolina; los años, ese desgaste conceptual que nos deja tirados en cada esquina cuando menos lo imaginamos, han terminado por situarlos en la normalidad. Ya no son los dos tipos excepcionales bajo cuya tutela el equipo gobernaba a su manera. Ahora es el turno de otros. Es la hora de que los que vienen por detrás den el paso adelante y se conviertan en los líderes que el equipo necesita.

Mirando hacia detrás aparece el nombre de Koke Resurrección como auténtico captador del relevo generacional. Durante años, Koke se ha pulido en el centro del campo asumiendo el rol de magnífico coéquipier. El chico que lanzaba los córners, el que daba el úlitmo pase, el que asumía la conducción en los metros finales. Pero tras tres temporadas como titular indiscutible a Koke se le pide algo más. Ahora que Tiago y Gabi piden aire, Koke es el tipo que tiene los pulmones bien cargados. Le toca dar un paso adelante, asumir la dirección, tomar la pelota y asumir que, ahora sí, todo el juego del equipo debe pasar por sus pies. Eso es lo que se conoce como liderazgo.

lunes, 20 de julio de 2015

Los adioses

Se marchó Mandzukic, el tipo que corría con el alma y no sabía que acelerar era cuestión de condiciones. Peleaba, saltaba, remataba y cumplía como un profesional, pero no supo borrar de nuestros corazones el halo de recuerdo que nos habían dejado Falcao y Costa. Nada que reprocharle, mucho que agradecerle, poco, en realidad por lo que recordarle. Cuando el equipo necesitó el gol decisivo en el momento clave, el croata estuvo para lo grueso; presionar, aguantar, correr..., pero no para lo fino; decidir. Se echará en falta su voluntad, pero nos engañaríamos si dijésemos que moriríamos por volver a verle vestir de rojiblanco.

Se marchó Miranda, el hombre que nos devolvió la sonrisa, el hombre que nos resucitó el orgullo, el hombre que nos dio el corazón. Nadie podrá olvidar aquel diecisiete de mayo y aquel testarazo cruzado a la salida de un córner. Nadie olvidará jamás sus cruces elegantes, sus mano a mano contra los mejores, sus pequeñas victorias en el borde del área grande. Nadie olvidará jamás recitar de memoria aquella pareja de centrales formada por Godín y Miranda porque en ella vivió la parte más esencial de los éxitos. Un muro en el norte que ningún caballero blanco osó atravesar porque allí habitaban sus guardianes y su Lord Comandante, dirigiendo con una sonrisa y una samba sonando en sus oídos.

Y se marchó Arda, con la sonrisa a otro lugar, con el despecho en el rostro, con la desfachatez en la mirada. Se fue con su talento, su culo pegado al estómago del rival, con esa manera suya de sujetar el balón, con esa suerte de regate hacia afuera tan característica. Se fue el artista turco, el hombre de la barba poblada, la mirada espartana de un gladiador sin fuste pero con mucha presencia y trabajo. Triunfó porque supo escuchar, porque supo acceder, porque supo consentir. Y, sobre todo, porque supo jugar. Se marcha y todos le hemos declarado enemigo público número uno sin volver a caer en la cuenta de que allí arriba siguen viviendo dos tipos que juegan al monopoli con el equipo cada verano. Esos dos tipos que, verano sí y verano también venden siempre, y por decreto propio, al mejor jugador del equipo.

miércoles, 8 de julio de 2015

Bloquear por sistema

Érase un hombre malo que prostituyó un club. Un hombre sin escrúpulos que jugó a ser Dios y fue frenado en seco por los poderes tácitos. Un tipo sin conciencia ni remordimientos que engañó a una masa, jugó con las ilusiones de un millón de infelices y se tiró de cabeza sabiendo que abajo le esperaba un colchón de billetes. Cuando los billetes y el club se fueron al garete, los tribunales dictaron sentencia en contra, pero para entonces la llama de la ilusión se había apagado, el club, usado como un juguete, agonizaba y el delito ya estaba prescrito por lo que el tipo y su hijo pudieron seguir jugando a policías y ladrones como si nada hubiese pasado.

Érase un grupo de tipos que pusieron el sentimiento por delante y el pasado como representación. Un equipo de valientes que se juntaron en sociedad y miraron al futuro mientras otros derivaban continuamente en el presente. Una panda de hombres con afición por la legalidad y lágrima fácil por el valor de su equipo. Una gente que denunciaba lo que consideraba ilegítimo y luchaba ferozmente contra los elementos. Era una asociación que, a base de señales de humo, le iba gritando al mundo las veleidades del gilismo mientras el mundo giraba el viento para apagar su lágrima y su voz.

Y érase un tercero en discordia, un cuarto poder con pocas ganas de contar la verdad y sí de seguir alimentando mitos cargados de mentira. Estómagos agradecidos que paseaban su pluma para dar sesiones de baño y masaje a los que mandan y que, cuando veían como los chicos de "Señales de Humo" se esforzaban en su lucha en favor de la justicia, se arremangaban con ahínco antes de coger su pluma y escribir, con premeditación y alevosía, que el trabajo de la poco agradecida oposición al poder no consistía en otra cosa que no fuese el "bloquear por sistema" el buen rumbo de la nave. Una perniciosa manera de decir que les sigue interesando un Atlético a punto de derrumbarse que un verdadero y molesto rival para el gigante que lo acapara todo.

lunes, 1 de junio de 2015

Calma tensa

Resulta inquietante esta calma tensa en el Atleti durante estos días. Resulta inquietante, más por novedoso que por preocupante, esta falta de noticias de empaque, rumores y ventas de humo tan habituales por estas fechas porque a los estómagos agradecidos les gusta sobar la espalda de sus cómplices y filtrar nombres de mentira con el objetivo de aumentar el número de fieles.

Resulta inquietante que no se hable de nombre ni se aluda a los hombres en estos días en los que no existe nada que contar. Toda poca información se esconde en títulos ajenos, finales próximas y cambios de entrenador de equipos más mediáticos. Me mosquea que no se cite a nadie cuando sobrevuela tras las orejas la duda de una posible sanción.

¿Acaso saben ellos algo que no nos quieren contar? ¿Quizá conozca la inquietud de la junta directiva? ¿Será verdad que la prioridad del consejero delegado es cerrar el pelotazo vendiendo su paquete a Wang Jianlin? No sé. A lo mejor me he acostumbrado tanto a la mentira durante todos estos años que al final, cuando viene un verano y no aparecen los rumores infundados, me siento con la mosca tras la oreja. Nos han convertido en esquizofrénicos. Tanto silencio, tanta calma tensa, nos hace pensar lo peor.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Objetivo cumplido

La temporada no ha sido tan mala como algunos agoreros del régimen supremo nos quieren hacer creer. Es más, la temporada, en términos cualitativos, ha sido magnífica. Ya lo dijo Simeone; "la temporada posterior a haber ganado es la más difícil". No sólo hemos tenido que competir contra dos monstruos casi inalcanzables, sino que hemos tenido que competir contra nuestra propia exigencia, algo muy difícil de soportar cuando sabes, de antemano, que saldrás a la palestra con peores efectivos que los que tuviste el curso anterior.

Griezmann ha supuesto una grata sorpresa por su capacidad para jugar sin balón y para filtrase entre líneas para desconcertar al centro del campo rival. Su aporte de goles ha sido notable y de su inspiración hemos vivido durante los partidos más trascendentales; aquellos en los que, en una segunda vuelta donde ya se nos empezaba a ver el cartón, nos aseguraron victorias poco brillantes pero muy edificantes. Con todo, al galo le faltó un socio contundente de verdad. Si el año pasado fuimos campeones fue porque durante muchos momentos clave apareció el huracán Diego Costa para arrasar con toda la defensa rival. Ni Mandzukic ni Torres están ahora mismo para semejante menester.

El juego ha ido de más a menos. Durante el primer tercio de temporada el equipo adolecía de gol pero dominaba los partidos desde la posesión de la pelota. El punto de inflexión se produjo en el enfrentamiento liguero contra el Real Madrid. Después de aquel cuatro a cero nada sería igual. Lo que parecía el repunte definitivo se convirtió en el canto del cisne del equipo. A aquella victoria le siguió una derrota en Vigo y aunque el equipo no volvió a perder hasta enfrentarse al Barcelona, lo cierto es que el juego dejó muchísimo que desear. Con todo y gracias a la firmeza defensiva y los goles de Griezmann en los peores momentos, el equipo ha conseguido apuntalar la tercera plaza lo que para mí significa objetivo cumplido.

lunes, 25 de mayo de 2015

La sombra de una duda

Durante las últimas semanas se han disparado los rumores sobre una posible sanción de la FIFA al Atlético de Madrid. Sin que los periodistas, siempre afines al régimen como buenos estómagos agradecidos, ahonden en la culpabilidad de la imposición de susodicho castigo, la duda es si tras el dictamen del mismo el equipo recibirá sanción disciplinaria a solventar con multa económica o, como muchos nos tememos, la sanción impedirá al equipo fichar durante dos mercados consecutivos.

De ser así, no cabría peor noticia sobre las aspiraciones del equipo. Sería un misil en plena línea de flotación. Nos vendríamos abajo sin remedio porque al equipo le sobra intensidad y carácter pero le faltan fútbol y gol. Por ello, el volver a competir con el mismo equipo mientras el resto de rivales se reforzasen con jugadores con más calidad, juventud y brío sería como ir con un Seiscientos en una carrera de Ferraris. El conductor puede poner todo su empeño, pero el coche da de sí todo lo que puede.

El equipo ha competido bien hasta donde ha podido. Teniendo en cuenta que lo logrado el año anterior se acerca más al milagro que a lo habitualmente plausible y que, por añadido, el grupo ha sido peor porque no ha repuesto tres piezas clave, toca analizar, en serio, cuales son las necesidades del equipo de cara a la próxima temporada si es que queremos mantener el nivel y codearnos con los mejores. Un lateral izquierdo, dos centrocampistas y un delantero. Eso como mínimo. Y un central competente si, como casi todos creemos, terminan vendiendo a Miranda. Las necesidades son amplias y el caramelo del Atleti, ahora, es jugoso. Pero si la FIFA termina dictando en nuestra contra volveremos, como años atrás, a ser la golosina amarga que ningún niño quiera probar.

lunes, 18 de mayo de 2015

Ganar por necesidad

Anduvieron durante semanas, con su habitual costumbre de creerse el ombligo del mundo y despreciando al rival que tendrían enfrente, creyendo que sería el Atleti el juez de una liga que quien la gana lo hace por méritos propios y no por que otros hagan regalos al portador. Anduvieron durante semanas asegurando que sus puntos estaban contados y que sus victorias estaban cantadas de antemano y creyeron que el Atleti debía ganar por obligación cuando, en realidad, había de hacerlo por necesidad.

Ambos, unos por exceso y otros por defecto, subestimaron a un Valencia que andaba como una moto y que venía demostrando que sus méritos para ser tercero no es una milonga contada en una siesta levantina. El Valencia es un equipo férreo, apto para la alta competición y con el insultante descaro que le aporta la juventud. El Madrid le creyó muerto antes de tiempo y solamente pudo rescatar un punto que le aleja de la liga. El Atleti, por su parte, de tanto caer en sus propia desidia y penalizado por la falta de acierto, mira con el rabillo del ojo como se le acerca por la derecha un equipo con serias aspiraciones a pegarle un adelantamiento de los de época. Tras dos empates deshonrosos, ayer contempló como el Barça le devolvía la moneda un año después proclamándose campeón en su campo. Lo que hace un mes deberían haber sido vacaciones de primavera sigue siendo una recta final interminable con la lengua fuera y el aliento regando el aire por agotamiento.

Así llega el Atleti a la última jornada. Con las probabilidades intactas, con el miedo a perder metido en el corazón de cada futbolista, con el fatalismo histórico rondando por la cabeza de cada aficionado y con la virtud de depender de sí mismo para conseguir un objetivo bastante aplaudible. Ser tercero con una barcaza de pesca detrás de dos yates de lujo es un logro destacable por más que muchos se empeñen en juzgar al campeón como favorito. Los milagros no se repiten muy a menudo y el nivel de exigencia siempre debe estar acorde al nivel de la plantilla. Se llegará así a Granada, ante un equipo que se juega la vida y mirando de reojo a lo que pueda hacer el Valencia en Almería. La ventaja es saber que si los chés hacen sus deberes, quizá al Granada le baste un empate. El Atleti con un punto podría ser tercero. Pero a todo esto se le llama especular y yo prefiero hablar de fútbol. Aunque lamentablemente, en este Atleti de final de temporada se esté hablando de mal fútbol.


lunes, 4 de mayo de 2015

La que has liado, Cholo

La que has liado, Cholo. Te encontraste a un equipo que no molestaba; un cadáver eliminado de copa por un segunda B, un equipo que deambulaba en la parte baja de la tabla sin entender cual era el significado de la palabra competir, un grupo de futbolistas infravalorados que no creían en sí mismos, una historia reciente trufada de séptimos puestos y un par de malos trancursos por la liga de campeones. Y tú lo recuperaste. De ser plato de mofa a campeonar en casa del enemigo, de no saber competir a aprender a sacar los dientes sin miedo al rival, del lugar donde los futbolistas no se creyesen nada hasta conseguir que jugasen como guerreros, del séptimo puesto a campeón de liga, de no saber qué significaba la Champions a jugar una final. La que has liado, Cholo. Te encontraste un equipo que no molestaba y ahora tu equipo es el mayor furúnculo en el culo de los poderosos.

La que has liado, Cholo. Ha bastado un mal partido, un mal planteamiento para que se abra la barra libre de hostias en tu contra. Te dan los ajenos, aquellos que dicen no disfrutar el fútbol de tu equipo porque para ellos era más fácil sumar año tras año, hasta catorce, con la sensación de no sentir miedo por el Atleti y ganar, casi sin jugar, cada derbi. Para ellos era muy fácil volver el lunes a la oficina y seguir mofándose de nosotros. Tú les cabreaste, tornaste los debates de barra de bar y del equipo que decían era un bisoño sin dientes, de repente tuvieron que reconocer, eso sí, por lo bajini, que había aprendido a morder. Y te dan los propios, aquellos gañoteros vendidos al poder que buscan la quimera de volver a la grada contra tí porque dicen que los tuyos, o sea, nosotros, hemos dejado de creer en tí. Pobres Judas de la ignorancia. La que has liado, Cholo. No solo les enfadas cuando ganas, ahora también les enfadamos cuando pierdes.

La que has liado, Cholo. Te tildan de defensivo cuando tu equipo ha jugado muy bien docena y media de partidos muy importantes. Cuando nunca has negociado jugar con menos de dos delanteros y menos de dos centrocampistas de creación. Te tildan de mal estratega porque un día tu plan no salió. Te recuerdan un acoso infinito cuando nadie va a recordar que antes de la expulsión tu equipo, aún no jugando bien, estaba tan cómodo como un vago en un sofá. Te dicen que tu equipo es inferior cuando han necesitado ocho partidos y un cuarto de hora contra diez para ganarte por uno a cero. Restan valor a tus méritos como si cualquier año cualquier equipo es capaz de ganarle una liga a dos colosos que cuadruplican su presupuesto. La que has liado, Cholo. Les molestas tanto que ya han empezado las hostilidades. Si eres fuerte y si los que mandan en tu club no siguen disparando a tus pies cada verano, conseguirás que sus bocas sigan escupiendo espuma. Porque los que antes se reían de nosotros, ahora nos insultan. La que has liado, Cholo. Lo que has conseguido, Cholo.

lunes, 27 de abril de 2015

Otra vez

Otra vez. La rabia contenida en el filo de la garganta, las ganas de llorar, el aire que entra a trompicones por la boca, el corazón apagado, la tensión hirviente, la cabeza deseando una revancha y la mente jugando partido de nuevo, una y otra vez. Pero nunca cambia nada. Ni con pelota ni sin pelota. Otra vez volvío el Atleti. El viejo Atleti.

Otra vez. Dando vueltas en la cama sin encontrar la postura, recordando los goles del pasado para curar las heridas del presente. Aparece el cabezado de Miranda e inmediatamente, también, como una pesadilla, el de Ramos cuando ya tocábamos el cielo con las dos manos. Las ganas de revancha, el miedo a perder. Ahí, creo, se resumió todo. Regresó el miedo a tocar el cielo. El reto vino grande. El plan no funcionó. O, simplemente, no hubo plan.

Otra vez. Los días postpartido en la oficina aguantando chanzas. Las mañanas de ausentismo mental intentando programar el final de un día que no llega. El deseo, insano, de que alguien les meta mano en la semifinal y se callen de una vez la boca. No me siento bien por ello. Respiro. Y otra vez vuelve el tormento de saberme inferior cuando ya creía que habíamos superado el abismo. De nuevo a remar. De nuevo a intentar demostrar que sí, que hemos vuelto. Aunque para ello haya que volver a intentar la imposible y codearse, siendo pobre, con los más ricos.


martes, 21 de abril de 2015

El centro del campo

En el centro del campo se ganan los partidos. Porque allí se cuece el juego, se dirime el gobierno, se manejan los tiempos y, desde allí, llegan, normalmente, las pelotas de gol. Un buen centrocampista es capaz de tocar, manejar y blindar al equipo. Una pierna fuerte ayuda a compensar el juego, una pierna hábil ayuda a desahogar la jugada. Un buen pase tras otro terminan por inclinar el campo hacia el lado deseado.

El Real Madrid tiene centrocampistas excelsos; tipos de pase rápido y preciso, de regate fantasioso, hombres que saben salir del paso con una genialidad. Contra eso es difícil pelear. Las armas del Atleti son la fe y el trabajo. La pierna fuerte y la constancia de Gabi se hacen, otra vez, imprescindibles, pero Gabi está out y el equipo necesita suplirle con urgencia. Está Tiago, tácticamente, el mejor jugador del equipo. Y están Koke y Arda, los tipos que templan, corren y sujetan la pelota. En ellos dos estará la clave del partido.

Koke y Arda están obligados a dar un paso al frente. Hace tiempo que sobre ellos recae la responsabilidad del penúltimo pase, del desahogo ante la presión rival y de la ayuda constante al lateral en cada banda. No tienen la virtuosidad exquisita de James, Kroos o Isco pero no son unos piernas. Saben pensar, saben moverse, saben defender y, sobre todo, saben jugar. Y si hacen lo que saben igual podemos aspirar a competir el partido.

martes, 14 de abril de 2015

Con el freno de mano

Quizá el equipo no da más de sí. A lo mejor lo que yo creo que es nadar y guardar la ropa realmente es cansancio y entrega de últimas fuerzas. Es posible que el nivel real sea este; la pausa, la pobreza de juego, el aburrimiento, la desidia. Puede que me equivoque en todo pero me da la total impresión de que el Atleti lleva varios partidos jugando con el freno de mano puesto.

A estas alturas de temporada cualquier esfuerzo innecesario se paga con creces, cualquier gota de aliento vale por dos y cualquier balón disputado requiere una dosis extra de entrega. Lo que hemos jugado era la antesala de lo que está por llegar. Lo que queda es la batalla final y para ella los guerreros deben estar completamente preparados.

Quiero pensar en que el equipo está guardando fuerzas para la batalla para, con ello, intentar disculpar el tedio y el bajón de rendimiento del equipo en liga. Cuando ha marcado pronto, ha terminado durmiendo los partidos y durmiendo al espectador. Y cuando le ha tocado remar, lo ha hecho tan a cámara lenta que daba la sensación de no querer empeñarse demasiado en la misión. Al final, cerrar el tercer puesto, a parte de prioridad, se va a convertir en el máximo objetivo. Eso, pasando por la Champions. Si se pasa la eliminatoria, Simeone quedará como el genio de la estrategia. Si, por el contrario, el equipo cae eliminado y, además, el esfuerzo termina por pasarle factura en liga, se nos quedará a todos una cara de tonto semejante al pagafantas que se queda sin chica y sin dinero.

miércoles, 8 de abril de 2015

Antesala

Los dos últimos meses de competición son los que terminan marcando el destino del equipo. Dijo Luis Aragonés, tan sabio en sus preceptos, en una de sus alocuciones públicas, que las ligas se ganan en las diez últimas jornadas. Huelga decir que para ello, hace falta no perderlas en las diez primeras. Una vez se ha alcanzado la regularidad después de un gran comienzo, hace falta rematar la faena con unos últimos lances de entusiasmo. Es hora de sacar la mano izquierda y citar al morlaco porque ahora vienen los días de puerta grande.

El histórico triunfo del año pasado se cimentó en un comienzo arrollador y un final a velocidad de crucero. Hasta que los nervios se hiceron dueños del equipo y aparecieron para casi dejar en nada el sueño tras los tropiezos ante Levante y Málaga, el equipo se había convertido en una sólida roca que dejó su impronta en victorias por la mínima que le afianzaron en lo más alto del favoritismo. Este año, con el objetivo rebajado por circunstancias que ya hemos relatado en más de una ocasión, toca afianzarse en el lugar de privilegio de cara a la próxima temporada y, entre medias, afrontar el mayor de los retos que no es otro que enfrentarse a doble duelo al que posiblemente sea el mejor equipo del mundo.

Mucho se le exigirá al Atleti para todos aquellos que siguen pensando que aún tiene mucho que perder. Jugar ocho veces contra el Real Madrid en una temporada y no perder en ninguna de ellas debe ser un hito, que por no haberse logrado nunca, ha de tomar cariz de histórico. Ellos siguen sacando su pecho con su artillería pesada, golean sin piedad y mascan su victoria porque llevan meses pidiendo venganza. Lo nuestro, sin embargo, es el trabajo diario, la victoria sufrida y el remar sin cesar en un mar de dudas. Pero nadie nos va a quitar el derecho a soñar. Vivimos la antesala de algo grande y aunque el hada del fútbol hace tiempo que nos ha abandonado, seguimos queriendo creer que con trabajo y fe se puede lograr lo imposible.

martes, 31 de marzo de 2015

Largo plazo

La renovación de Simeone pone de manifiesto la unanimidad con la que la masa social ha recibido la noticia; algarabía general. El hecho, por extraordinario en un equipo que ha acostumbrado a devorar nombres a lo largo de su etapa más oscura, supone el punto final al verso que iniciaron como punto de inflexión. Desde que llegó Simeone atrajo consigo toda la responsabilidad y con los éxitos y el trabajo se ha convertido en la única voz autorizada a la hora de declinar el verbo rojiblanco.

Trabajar a largo plazo significa crecer. Con el objetivo de mantenerse en el estatus alcanzado como primera prioridad, la tranquilidad de saberse dirigido por un líder ayudará a las huestes a predicar la fe del cholismo. No será fácil. Teniendo en cuenta que el equipo seguirá siendo pequeño económicamente respecto a los gigantes del continente, Tebas mediante, el esfuerzo tendrá que ser el doble para que la recompensa nos satisfaga con el doble de felicidad. Trabajar y soñar el doble supondrá un esfuerzo que, algunas veces, no se verá recompensado. Este mismo año hemos vivido un bajón respecto al glorioso curso anterior que los medios achacan a factores etéreos pero que nosotros sabemos que son debidos a que nos han debilitado y, aún así, seguimos escalando el Everest sin sherpas ni arneses.

El largo plazo, en el Atleti, signfica casi un milagro. Significa un sueño que, aún con todo lo logrado, aún está a medias de cumplir. Porque significa seguir soñando más fuerte, seguir haciéndolo mientras otros duermen, seguir viviendo partido a partido y viviéndolo latido a latido. El largo plazo, el cholismo, el trabajo, la fe que mueve montañas, la mosca cojonera con la que nadie se querrá encontrar. El estímulo necesario para que la profecía que nació un día desde el título de este blog siga lantente en el presente y en el futuro. Volvimos y necesitamos mantenernos. Queremos mantenernos. Queremos ser grandes a largo plazo.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Entre palmeros y borregos

Los palmeros suelen vestirte de hinojos, palmearte la espalda, apabullarte con elogios y vaticinar un futuro cargado de éxito sin apenas levantarse de su genuflexión. Los palmeros son aquellos que te acompañan cuando ganas pero que se apartan cuando pierdes, aquellos que componen versos de leyenda en la celebración de cada título y que reniegan de tu discurso cuando la derrota se convierte en la enemiga más atroz. Los palmeros, hoy, celebran la renovación del Cholo Simeone y tanto él, como los que realmente nos alegramos de corazón por la noticia, sabemos que la daga de doble filo que empuñan los aduladores es el mayor enemigo de quien quiera creerse el discurso ajeno. Partido a partido, trabajando y creyendo, no consumiendo. El discurso es claro y la legión de seguidores es ciega. De entre ellos, los palmeros, cuales ratas de cloaca en busca de desperdicio, saltarán del barco los primeros si algún día el discurso en el que dijeron creer se les cae por la borda.

Los borregos son aquellos que desconocen el valor de la identidad, la educación y los preceptos de la afiliación hacia un club. Los borregos son aquellos que, aferrados al populismo barato, le dan una patada al sentido común y se sientan con la tripa llena a relamer sus decisiones mientras tres rastreros le regalan los oídos y le aplauden la borregada. Los borregos son los que ayer se sentaron en su poltrona y decidieron que nadie podía acudir a las localidades de afición local del Arcángel con la camiseta del Atleti. La decisión, bilaterlamente analizada, tiene una doble connotación; alientas a tu afición y encabronas a la afición rival. Aún sigo sin entender en qué han convertido el fútbol aquellos iluminados que jamás han dado una patada a un mísero bote. El deporte es tan universal que prohibiendo un sentimiento lo único que haces es provocar un efecto llamada. A ver si aprenden los borregos que el fútbol es de nosotros, de quien lo amamos, y no de ellos, de quienes lo prostituyen.

miércoles, 18 de marzo de 2015

El fatalismo

El fatalismo era un gol de Schwarzenbeck en el último minuto, una remontada del Ajax tras los fallos de Rodri, un penalti al larguero de Salcedo en la final del setenta y cinco, el empate a cero en el Calderón que le dio el título al Valencia, Álvarez Margüenda, el Dínamo de Kiev o Arconada frustrando la presentación de Futre con una tanda heroica en La Romareda.

El fatalismo fue el gilismo en vena, las peripecias de un hombre que sólo se quería a sí mismo, las atrocidades sobre una plantilla que nunca encontró un lugar en el mundo, la denuncia de Arteche, el adiós de Futre, los insultos al Tren Valencia. El fatalismo fue el delito que nos hundió en el infierno, el fatalismo fue el infierno, fue el enésimo adiós de Luis dando un portazo por la parte de atrás, el deambular en zona de nadie, los chistes malos de Cerezo y las mentiras sin riesgo de Gil Marín.

Decían que el Atleti nunca había salido victorioso en una tanda de penaltis en competición europea. Decían que los alemanes nunca pierden a penaltis. Decían que tras el gol postrero en Lisboa nos íbamos a hundir sumidos en leyendas de pupas. Decían que si jugábamos sin nuestros dos capitanes no tendríamos la jerarquía suficiente para remontar la eliminatoria. Yo era el primer pesimista, lo reconozco. Prometo no volver a pecar. Parece que el Cholo ha terminado con el fatalismo.

martes, 17 de marzo de 2015

Que no nos confundan

Nos confunden con cantos de sirena, con objetivos difusos, con pasados recientes y con mentiras ocultas. Desprecian el milagro del año pasado, el trabajo, la fe y el éxito que nunca profecitaron y, a cambio, nos exigen en función a un gigante porque saben que así, cada vez que pisemos el barro, tendrán un motivo para seguir atizándonos con su látigo de fuego.

Nos confunden con ventas de humo, con palmaditas en la espalda, con promesas que nunca se cumplen. No aprecian el trabajo, la fe, la pasión imperecedera. Para ellos el resultado es la espada de Damócles y no dudan en atizar su tajo frontal cada vez que se ocultan tras la barricada del oportunismo. Callan en las buenas, porque saben que seguir esperando el momento es el afán de sus inquietudes. Y derrochan baba ácida en las malas porque en su sonrisa de superioridad esconden la llaga de sus frustraciones.

Nos confunden con objetivos inciertos. Lo más lógico, terminada la temporada anterior hubiese sido colmarnos de elogios constructivos; es decir, alabar el mérito y hacer hincapié en el milagro. Competir contra dos equipos que cuadruplican el presupuesto es como competir, día tras día, contra un gigante desproporcionado. David derrotó una vez a Goliat, pero seguramente no hubiese podido volver a hacerle si el gigante, como son nuestros rivales, hubiesen tenido la oportunidad de levantarse.

Las bajas sufridas han sido traumáticas, los sutitutos, aunque buenos, no son mejores y los milagros, para quien solamente puede ofrecer trabajo, pasa por disputar, partido a partido, noventa minutos al doscientos por ciento. No todos los años uno puede ser un superhombre. Y al Atleti, pese al esfuerzo, no le sobra nada. Aplaudamos el esfuerzo y no dejemos que nos confundan.

martes, 10 de marzo de 2015

No entiendo el optimismo

No entiendo el optimismo del aficionado. Siguen sin entender que al equipo no le sobra nada y que cuando le falta carácter lo pierde todo. Muchos siguen pensando que el nombre atemoriza con solo nombrarlo como si nuestra estancia en la élite se remontase a muchas décadas atrás. Quien pierde la humildad pierde la perspectiva. Desde mi punto de vista el resultado es malo ¿Remontable? Depende de la intención del equipo. Las bajas son terribles porque los dos futbolistas que más jerarquía aportan verán el desenlace desde la grada.

No entiendo el optimismo del periodisma palmero. Siguen sin saber que la verdad vende más que la distracción, que la objetividad no se basa en dar vaselina al amigo y que el análisis se realiza en pos de un partido, no sólo de un resultado. Los que no ven más allá del uno a cero han perdido la credibilidad de los detalles; el Atleti de ayer fue plano, timorato y desubicado. No encontró el ritmo porque jamás entró en el partido. Las cosas se cuentan como son. Los pesimismos también ayudan a levantar la cabeza.

No entiendo el optimismo de Simeone. Alabando un esfuerzo que no existió y minimizando las ocasiones del Leverkusen. Si el nivel de juego se mide solamente en el número de ocasiones del rival, entonces nos estamos equivocando de objetivos. Claro que me importa que el rival no me haga ocasiones, pero, sobre todo, me interesa que mi equipo haga todas las del mundo. El Atleti, en Alemania, fue un equipo romo e inofensivo porque no tuvo juego. No tuvo actitud ni aptitud. Las bajas para la vuelta son de una jerarquía monumental y Gabi, el eje sobre el que se construyó la máquina está en su peor momento. Repito; no entiendo el optimismo.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Las noches por las que suspirábamos

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que soñábamos noches de miércoles mientras mascullábamos el
desencanto del fracaso. Hubo un tiempo en el que el objetivo más factible era la clasificación para la Copa Intertoto. Hubo un tiempo de piel arrancada, palabra maldita y mirada desarraigada. Hubo un tiempo de lágrimas, un mar de incertidumbre, un océano de nada. Hubo un tiempo en el que la Champions sonaba a música ajena y a sueño lejano.

Aquellas noches con las que soñábamos despierto han regresado para hacernos saber que si algún día nos rebozamos en el fango fue porque fuimos un gigante caído con pies de plomo y cabeza de arcilla. Aquel gigante, despierto y en forma gracias al milagro argentino de Simeone, ha regresado a la élite para hacernos saber que los sueños pueden cumplirse y que si se cree y se trabaja, se puede.

Alemania no es el lugar más idóneo para recrearse en soberbia alguna. Allí, donde las piernas son fuertes y los estadios calderas, no regalan caramelos y el pan hay que ganarlo pulgada a pulgada. Menos aún cuando no te sobra nada. Nuestro Atleti de hoy es grande y sueña como tal, pero es consciente de que los logros los ha conseguido con esfuerzo, con dedicación y con mucha fe en sí mismo. Nuestros centrocampistas no son virtuosos de salón y nuestros delanteros no son balones de oro. Para seguir disfrutando de estas noches con las que tanto soñamos hace falta seguir siendo el equipo del milagro. Creer, trabajar y poder.

viernes, 20 de febrero de 2015

Causas y consecuencia

Cuando entregas el balón y la voluntad. Cuando desaparece la intensidad. Cuando crees que el monte es orégano, que las victorias pasadas te aseguran éxitos futuros, que ganar es cuestión de poner el escudo, que el fútbol es un juego de hombres contra niños. Cuando abrigas la esperanza de ganar sin entender lo que significa. Cuando desdeñas la ilusión de los niños y el sueño de los mayores. Cuando fracasas por no intentarlo. Cuando intentas lo imposible.

Cuando te engañas a ti mismo con promesas falsas. Cuando te engañas a ti mismo con objeciones insensatas. Cuando te engañas a ti mismo con actuaciones infames. Cuando engañas al mundo cambiando el color de tu rostro, cambiando el pulso del momento, cambiando el ímpetu hasta convertirlo en desidia. Cuando el engaño se convierte en desengaño y el desengaño en desesperanza. Cuando la esperanza se pierde, cuando la amargura te atrapa, cuando la honestidad queda atrapada en un proceso de duda.

Cuando el destino es vestido por la desgana, cuando la desgana desviste el virtuosismo, cuando la confianza peca por exceso y el compromiso lo hace por defecto, cuando se intenta jugar en una dirección, cuando se deja a los extremos rivales que encuentren en cada banda una autopista hacia el cielo, cuando se fallan las ocasiones, cuando no se gobiernan las áreas. Cuando se pierde el control del partido en el centro del campo. Cuando se juega mal, se pierde.

viernes, 13 de febrero de 2015

Les sorprendimos

Les sorprendimos por fútbol, por intensidad, por goles, por pura pasión. Por huevos. Les sorprendimos porque siguen sin entender nada; porque siguen pensando que este es un duelo entre un oso y una hormiga, porque siguen cantando en sus cenas de navidad, porque siguen celebrando un gol en el descuento, porque les ha costado asimilar que han encontrado el rival digno para un derbi decente.

Les sorprendimos porque ahora somos hormiga atómica y también oso con madroño, un escudo con franjas blancas como el enemigo y rojas como el corazón que late frenéticamente por una causa. Les sorprendimos porque nuestra causa es recuperar el tiempo perdido, reestablecer un orgullo herido, recomponer la historia y saborear una venganza. Les sorprendimos porque nos siguen esperando, les sorprendimos porque se cansarán de encontrarnos. Porque les buscaremos hasta el fin del mundo con tal de resarcir todas las cuentas pendientes.

Les sorprendimos porque hemos vuelto, porque no queremos volver a irnos, porque queremos quedarnos. Les sorprendimos porque en esta orilla del río existe un equipo que, a pesar de sus canciones de nochebuena, tiene arrojo, valor y vergüenza torera. Les sorprendimos porque siguen creyendo el cuento del señorito intocable. Porque ya no somos lacayos. Porque nos duele Lisboa pero no nos ha hundido. Porque no nos queremos hundir. Les sorprendimos porque su discurso es nuestra gasolina. Porque se acabó cerrar los ojos y agachar la cabeza. Porque llegó la desobediencia.

viernes, 6 de febrero de 2015

La venda

El respeto que hemos ganado en el campo ha cambiado muchas tornas y muchas formas de afrontar las batallas decisivas. No hace mucho, cualquier atlético de perfil bajo y alto corazón podía haber llegado a la oficina, al bar o a la escuela un lunes y a los cinco minutos tener ganas de salir corriendo. La chanza, la burla, el chiste fácil y el ataque frontal eran permanentes. Lo cierto es que el equipo lo ponía fácil. Años en el desierto de la nada y catorce años, casi una eternidad moral, sin ganarle un partido al otro equipo de la ciudad.

Las rachas son tiempo, el tiempo es paciencia, la paciencia es trabajo y el trabajo son frutos. Hemos trabajado bien, hemos recuperado el orgullo, podemos volver a mirarles a los ojos. Y ahora, como dice el político más mediático del momento, el miedo y la sonrisa han cambiado de bando. No es que hayan perdido la prepotencia y el aire de superioridad, porque lo que es innato no se pierde, pero ahora miran de reojo, cuentan antes de hablar y ponen vendas antes de tener la herida.

Hablan de bajas y se lamentan. Hablan de comités de competición y se lamentan. Hablan de árbitros y se lamentan. Hablan de estilos de juego y se lamentan. Son el equipo más poderoso del planeta y se lamentan antes, incluso, de jugar un partido. Ellos, que podrían comprar hasta el aire si lo necesitaran, se ponen la venda antes de saber, incluso si van a tener una herida. Ellos, que podrían ganar a cualquier equipo del mundo por el poder que le otorga el poder sin redundancia, se lamentan por un resultado que aún no se ha producido, aún sabiendo que el desenlace les puede ser favorable. Parece que sí, que ha cambiado el cuento.

jueves, 5 de febrero de 2015

No consuman

Se acerca un derbi. Semana tensa, semana intensa. Los palmeros del régimen preestablecido se encargarán de calentar la previa. El equipo de los señoritos contra el equipo de los violentos. Los guerreros del Cholo, el tipo pendenciero que despacha árbitros con cortes de manga y que, pese a hablar solamente de fútbol en sus comparecencias técnicas, le han crucificado porque ha conseguido con el Atleti lo que otros no habían asomado ni a soñar; plantarle cara al duopolio.

Si algo no deben hacer los jugadores, si algo no debe hacer el Cholo, si algo no debe hacer el club, es dar carnaza a los medios empeñados en desdibujar los méritos del equipo. Tras el partido disputado el pasado miércoles ante el Barcelona, los programas basura de medio pelo, aquellos que dejan a un lado el deporte para analizar los sucesos banales, se lanzaron contra los jugadores y el entrenador por ciertos comportamientos intolerables. Y fue cierto que, tristemente, algunos de nuestros futbolistas no estuvieron a la altura. Y eso, tristemente, les sirve de coartada a los suministradores de veneno para rociar con Napalm el expediente de un equipo que ha llorado lágrimas de sangre hasta conseguir alcanzar la cima.

Mientras el equipo prepara el partido, mientras rumian la campaña, mientras se concentran en no repetir los errores de comportamiento que les mostraron ante el mundo como un grupo de pandilleros, nosotros debemos soñar, esperar y confiar. Pase lo que pase sabremos estar orgullosos del equipo porque competitivamente es muy difícil que no esté a la altura. Mientras tanto, mientras los palmeros del régimen y demás estómagos agradecidos intentan sacar tajada de la manipulación, hagan caso al consejo del Cholo: "No consuman".

jueves, 29 de enero de 2015

Sin temor a la muerte

En el magnífico reportaje "Asado reservado" emitido por Canal plus, el Cholo Simeone deja una frase para la posteridad que es, en sí misma, una declaración de intenciones de cara a las ambiciones del equipo. "Mis chicos, a doble partido, no le temen a la muerte". Es una forma de contarle al mundo cómo el equipo se atrinchera, se hace solidario y mortifica los errores del rival y cómo ello le ha convertido en el hueso más duro de roer.

Hace un par de domingos, conducidos por la resaca del partido liguero en el Camp Nou, y mientras Messi repartía goles por doquier en Riazor, una tertulia radiofónica se atrevía a dar por sentenciada la eliminatoria de la copa del Rey sin apenas haberse disputado un partido. Más allá de que así haya sido finalmente, simplemente la resurrección de Messi y, con ella, la del Barça, eran suficiente argumento para enterrar, de antemano, a un equipo que ha demostrado durante los últimos años que, para perder, es necesario arrebatarle el orgullo.

Los chicos, a doble partido, no le temen a la muerte. El resultado de la ida fue malo, en eso no nos engañábamos. Confundirse con remontadas antes de jugar es propio de soberbia ajena. Lo nuestro es partido a partido, batalla a batalla, ilusión a ilusión. Sin temor a la muerte, el equipo salió con todo y aún a expensas de poder caer eliminado, siguió luchando, aun en la adversidad, con el objetivo de no dejar nunca que le arrebatasen el orgullo. El premio, menor, pero no poca cosa, fue una atronadora ovación del Manzanares. La vida y la muerte van más allá del fútbol, ya lo explicó Bill Shankly. Las tertulias, los análisis y las conclusiones a posteriori, dirán lo de siempre; poco fútbol y mucha violencia. Nunca sabrán apreciar qué es no temerle a la muerte. Muchos de ellos, relamiendo el resultado final de la eliminatoria, querrían volver a ver a aquel equipo de Aguirre o Ferrando que deambulaba en mitad de la tabla incapaz de de combinar tres pases en el centro del campo. Que celebren nuestra eliminación. Su risa es nuestra victoria.

viernes, 16 de enero de 2015

El problema de Miranda

Durante las últimas temporadas el Atleti ha contado con una bendición en forma de pareja de centrales. El problema más grave que acecha a la mayoría de grandes clubes del continente, el Atleti lo solventaba gracias a dos tipos que se complementaban a la perfección. Un uruguayo audaz, incipiente y generoso en el esfuerzo y un brasileño listo, canchero y limpio en el cruce. Godín representa la garra del Río de la Plata, la fe convertida en futbolista en un potrero de Rosario. Miranda, al contrario, es otra cosa. Poderío aéreo, velocidad sorprendete y salida aseada del balón. Escuela brasileña desde el centro de la defensa.

Hasta la temporada pasada, Miranda me había parecido el mejor central del equipo en los últimos treinta años. No es que no me lo siga pareciendo, sigo viéndole como un portento en la lectura del juego y un titán cuando se trata de gobernar las áreas. El problema tiene dos vertientes; una, su coqueteo veraniego con ofertas mareantes. Es posible que al haberse visto fuera del equipo no tenga la cabeza al cien por cien en la competición. Sus despistes, aunque pocos, nos remiten al Miranda de los primeros meses. Al chico tímido y asustado que no tenía ninguna confianza cuando se trataba de jugar la pelota. El otro problema, más grave para él pero mucho más fructífero para el equipo, ha sido la aparición en la élite de José María Giménez.

Giménez es más Godín que Miranda. Es más de potrero, más canchero y mucho más joven, por lo que tiene mucho que aprender. Fueron sabias las palabras del Cholo deshaciéndose en halagos hacia Giménez pero dando suprema importancia a la presencia de Miranda en el equipo. Uno es el jefe y el otro un aspirante a jefe. Un problema para él, sí, pero un bendito problema para el equipo. Cuando llegue el verano y vuelvan las ofertas mareantes, estaremos seguros que, al menos, hay un tipo que ha aprendido a competir y lo hace bastante bien.