miércoles, 18 de abril de 2012

Ejemplos de desnaturalización

Han pasado solamente dos años desde aquel empate a cero contra el Valencia y parece que hubiesen pasado dos décadas. Aquel día jugaron veintidós titulares y hoy, cuando solamente han transcurrido veinticuatro meses, solamente dos, Domínguez y Alba, repetirán en la partida como fijos en el once. Es el ejemplo más salvaje de la desnaturalización del fútbol; antaño símbolo de pasiones y hoy, vil negocio en el que los aficionados pintamos lo que un pobre en el despacho de un director bancario. Es decir, nada.

Las malas gestiones dejan heridas a las que cuesta mucho cicatrizar. Unas veces por acción, y otras por omisión, lo cierto es que tanto el Atleti como el Valencia se han visto abocados a la ruína por el capricho de tres golfos que jugaron a ser Dios sin haber aprendido a ser hombres. Soler dejó un solar como un nuevo Mestalla y arruinó a un club que cuando visitó el Calderón para jugarse los cuartos contra nosotros, aún conservaba materia prima de primer nivel: Silva, Mata y Villa no eran moco de pavo.

Y sin embargo, pasamos. Pasamos porque, por primera vez en veinte años, fuimos capaces de juntar un grupo comprometido con una causa. No creáis que aquello fue el principio de una larga amistad, ni mucho menos. Para desmembrar la casa, empezaron por el tejado y no dejaron ni los cimientos. Primero fue Jurado, después Simao, le siguieron Ujfalusi, De Gea y Agüero, después fue Forlán y, por último, Reyes. A Raúl García lo empaquetaron a Osasuna y a Assunçao lo empaquetaron al banquillo. Y a ninguno le dieron las gracias por los servicios prestados. Faltaría más. Es el ejemplo más brutal de desintegración de un equipo en la historia del club. Fue el primer equipo ganador en catorce años de travesía ¿Pero para qué seguir ganando? Aquí lo que importa es ganar en los despachos ¿Qué es un título europeo en comparación con una comisión pactada con Mendes? Una nimiedad. Y aquí no estamos para tonterías.

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