miércoles, 26 de diciembre de 2018

Mi capitán

Hace un tiempo, en los albores de este blog, escribí un texto sobre Gabi describiéndole como un eficiente oficinista. "El chico que sólo servía para ser contable", lo titulé. Fue el día que certificó su regreso al Atleti y los aficionados, que veníamos de vuelta y teníamos menos esperanzas aún que realidades nos mostraban, sospechábamos de cualquier incorporación. Reconocíamos a Gabi como un jugador correcto, pero nada más allá de un tipo que corría mucho y pensaba poco.

Lo que no había encontrado Gabi, hasta entonces, era el camino correcto por el que guiar sus virtudes. El chico era un buen oficinista, era cierto, pero tenía alma de capitán. El jefe del departamento se destapó cuando un tipo que creyó ciegamente en él le otorgó mando en plaza. Sólo le pidió una cosa; trabajo. Con la fe y el sentimiento reforzados en el discurso, Gabi fue el reflejo de Simeone en el campo. La extensión de un tipo que sentía el fútbol como una forma de vida.

Cualquier homenaje es pequeño cuando se trata de loar al tipo que nos ha conducido hacia la gloria. Nadie como él representó el escudo, nadie como él interpretó el himno en uña y carne, nadie como él disputó cada una de las finales. Incluso en las perdidas dio una lección de pundonor tan grande que quedó pequeño cualquier comparativo que se realizase con su corazón. Ni el Calderón abarcaba su latido ni el Metropolitano fue capaz de detener su impulso. Fuego intenso y pasión desmedida, el estadio que hoy le venera se puso en pie para despedirle. Oh, capitán, mi capitán. Cualquier frase épica sirve para alabarle, cualquier escena de amor sirve para describirle.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Intentarlo no basta

No se puede decir que el equipo no lo intentara. No se puede achacar falta de actitud ya que el Atleti dominó la pelota durante un gran tramo del partido y acechó el área sin la profundidad necesaria. No es un problema que salga un partido trabado, el problema es que son ya demasiados los partidos trabados para creer que es una casualidad.

El Atleti tiene un problema de juego alarmante. Se puede ganar un partido jugando mal, se puede tener una racha jugando sin solvencia, pero, a la larga, jugar mal penaliza más que hacerlo bien. Y no se trata de jugar bonito, se trata de ejecutar el plan a la perfección y de saber utilizar los recursos con maestría.

Y los recursos del Atleti este año, son tan variados, que parece que a Simeone le ha pillado a contrapié. De repente tiene gente para generar mucho fútbol en el medio y, sin embargo, el equipo sigue saliendo a la guerra en los partidos fuera de casa. Lemar, Saúl, Koke, Rodrigo, Thomas, Vitolo... todos salen con el pico y la pala para terminar cavando su propia fosa. Ni Villarreal, ni Leganés, ni Girona. Van tres seguidos. Lo malo es la sensación de que va a haber muchos más.

jueves, 29 de noviembre de 2018

En octavos

Los objetivos se cumplen con trabajo y abnegación. Hace falta, claro está, una gran dosis de talento para saber aspirar a las más altas cotas. Si el equipo se ha puesto como objetivo estar en la final de la Champions disputada en su propio estadio, no somos nosotros nadie para intentar corregir el exceso de fe. Desde que llegó Simeone, si algo tenemos claro, es que la comunión entre ellos y nosotros es tan perfecta que no necesitamos más que una palabra para seguir su camino.

El Atleti está en octavos una vez más. Olvidando el tropiezo del año pasado, que nos terminó conduciendo a un título, el equipo ha vuelto a hacer los deberes y está otro año más entre los dieciséis mejores. Desde que empezó autoexigirse, las metas se van cumpliendo y los grandes sueños se siguen rozando. Simeone tiene la Champions entre ceja y ceja y algunos, los que sólo ven cuatro partidos del Atleti al año, le exigen que sea más ambicioso. Como si a los anteriores entrenadores les hubiesen exigido algo más que no fuese salvar la categoría.

Fue un mal partido, no lo vamos a negar. Un partido que se resolvió rápido y sirvió para que los jugadores sestearan de cara a los próximos compromisos. Tal y como se ha puesto la liga, no está de más guardar fuerzas para saber gastarlas en envites de mayor envergadura. El Mónaco ofreció poco y sólo se estiró cuando apareció Falcao, aquel tigre del área que nos hizo tan felices y que hoy busca un lugar en el desierto. Allí no hay oasis. Entre la gloria y la fortuna escogió lo segundo. Imagino que hoy se seguirá preguntando por qué.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Coraje y corazón

El coraje hace referencia al ímpetu, al no dar un balón por perdido, a avasallar al contrario, a no escatimar un esfuerzo, a no dejar un gramo de sudor pendiente de verter en el césped, a no negociar el deseo, a intentar ganar por encima de todo, a no pensar en perder por más que las consecuencias te conduzcan al precipicio.

El corazón se sostiene en la fe, en la capacidad de creer en lo imposible, en la generosidad del esfuerzo, en el apoyo constante hacia el compañero, en el aliento de la grada, en el aliento hacia la grada, en la comunión global entre ellos y nosotros, en el grito desgarrado con un gol del cojo en el último minuto del partido.

Cuando el Atlético conjuga la letra de su himno en el terreno de juego es cuando se vuelve más reconocible. Durante sesenta minutos, se vio sometido a la voluntad contragolpeadora del Athletic de Bilbao, un equipo que planificó el encuentro en base a la velocidad de Williams y al movimiento entre líneas de Beñat y Muniain. Y cuando todo parecía perdido, apareció el coraje para asomarse al vacío y, al fin, el corazón para dejarlo apretado en la grada para siempre. El equipo que nos enamora es el equipo del coraje y el corazón.

jueves, 8 de noviembre de 2018

El peaje de la exigencia

La exigencia conlleva un peaje, la alta competición, a menudo, tiene un alto precio que hay que pagar en forma de ostracismo o en forma de lesión inoportuna. Es la consecuencia de someter al cuerpo a un castigo inherente a la alta dosis de competitividad. Lo queremos todo y lo queremos bien, pero no somos conscientes de que estos héroes que dibujamos en rojo y blanco, no dejan de ser personas formadas por la misma estructura muscular que la nuestra.

Primero cayó Godín, luego Savic y, durante el partido ante el Dortmund, fueron cayendo, para completar el efecto dominó, Giménez y Lucas. Todos esclavos del límite físico en el que se les exige, al mismo tiempo, la misma dosis de esfuerzo y precisión. Un problema grave, el de jugar sin centrales, si tenemos en cuenta que, en un par de días, nos visitaran dos bestias del juego aéreo como Adúriz y Raúl García.

Son las vicisitudes de la élite. Querer una plantilla talentosa conlleva tener jugadores que lo juegan todo; Liga, Copa, Champions y partidos de selección. Claro queda que cobran en función de lo que generan e incluso, en la mayoría de las ocasiones, mucho más de lo que merecerían en función a la banalidad que representa su profesión, pero entre todos hemos generado este circo y entre todos lo queremos mantener. Por ello, es importante asumir el agotamiento físico y la lesión muscular frecuente en cada uno de nuestros jugadores porque están sometidos a un esfuerzo que, inducido por la exigencia, les hace ir al límite de sus probabilidades.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Así sí

Mismo rival, distinto escenario, misma competición, distintas circunstancias, mismo objetivo, distinta motivación. Cuando se hace bien lo de siempre y se olvida lo de nunca, cuando te obligas a atacar y te olvidas de defender, cuando la inspiración es un balón y no una carrera hacia detrás, cuando mirar hacia adelante te convierte en valiente a ojos del mundo, es cuando las causas abrazan a las conscuencias y el resultado tiende a la favorabilidad.

El Atleti ayer hizo un partidazo, es justo decirlo. Tuvo el temple suficiente para aguantar el envite y, cuando vislumbró que su rival era más azúcar que pimienta, se lanzó a deguello con robos precisos y ataques incisos. Los imberbes alemanes supieron, esta vez, que jugar contra hombres curtidos conlleva el riesgo de salir escaldado. No se reinstauró el goal average, pero se reinstauró el orgullo y ese pedazo de gloria, a título personal, es tan suculento como cualquier vestigio de esperanza.

Ahora bien, sabemos que el equipo, en casa, sabe jugar con mordiente, con velocidad y con cierta pulcritud, y entonces nos asoma la pregunta trascendental ¿Por qué no jugamos igual como visitantes? Es allí, en los partidos a cara de perro en campos donde el pedazo de pan se paga con gotas de sudor, cuando el equipo se ha caído por el precipicio. El paso atrás le ha terminado condenando y la inoperancia le ha terminado situando en un lugar de incertidumbre. Hace falta mentalidad; si somos grandes, actuemos como tales. La cara siempre la acaban partiendo, pero uno es más feliz, aunque sangre, cuando sabe que ha sido valiente que cuando se acuesta apesadumbrado por haber sido un cobarde.

lunes, 29 de octubre de 2018

La confianza

La confianza es el lugar de encuentro donde se cruzan las voluntades. La esperanza, el deseo, el objetivo y el hilo del qué tirar. Y todos juntos, remando, aun a contracorriente, saber dirimir las dificultades y alcanzar una nueva orilla. Y así día tras día. Los resultados sólo se consiguen trabajando y el trabajo sólo se afronta, con optimismo, desde la confianza.

Victorias como las del sábado son más bálsamo que logro, pero cuando a uno le acucian los malos augurios y los pronósticos caen como una losa, nada más medicinal que una victoria convincente para saber que el camino a seguir puede seguir marcado con una fila de baldosas amarillas. El equipo, sobre todo durante la segunda parte, insistió, jugó y llegó. Faltó claridad en el último tramo, pero como buenos fieles de una comanda, siempre se pide compromiso, porque a través del mismo se alcanza el juego.

Es un comienzo de temporada tan extraño que no sabemos hacia donde encaminar la brújula de la esperanza. A la de cal le sigue la de arena y cuando parece que el equipo comienza a tomar empaque, siempre llega una visita a un campo complicado y nos sacan los colores como nunca antes lo habían hecho. Es necesario saber con quien hay que jugar, cómo hacerlo y cual es la mejor manera de ejecutar el plan. Si es presionando en campo rival e insistiendo sin parar, como se hizo el sábado, seguramente el equipo tardará muy poco en adquirir la confianza.

jueves, 25 de octubre de 2018

Así no

Que haya sido la derrota más abultada de la era Simeone no hace sino clarificar que las cosas no se están haciendo bien. Que el equipo ha perdido parte de la identidad que le convirtió en intratable y que, de tanto escucharlo, al final vamos a asumir como una premisa cierta aquello que nos cuentan de que los equipos de Simeone nunca han jugado a nada.

Obviando las mentiras, por falta de fundamento, deberíamos centrarnos en el presente si queremos afrontar el futuro con la certeza de una mejoría. Cierto es que sólo estamos en octubre, que el equipo, durante los últimos años ha ido siempre de menos a más y que, de tanto repetir la indolencia, hemos terminado sumidos en el pozo de la desgana.

Como aprender del pasado es el primer paso a seguir a la hora de afrontar los objetivos, deberíamos echar un vistazo a nuestros últimos fracasos con el fin de no repetir los errores. El año pasado, con más puntos y, quizá, mejores sensaciones, ya habíamos perdido la liga y estábamos a un paso de tirar la Champions. Este año, al equipo le está salvando el mal inicio de los grandes y un grupo más amable en la Copa de Europa. Aprovechar las vicisitudes debe ser tarea factible para quien aspira a lograr la excelencia. Pero antes de emprender la misión, debería reflexionar y darse cuenta de que, jugando así, no se llega hacia ningún lado.

lunes, 8 de octubre de 2018

El colmillo

Cuando el rival aprieta, cuando tiene un plan de juego, cuando su proyección se programa para ahogar el juego, para trasladar tocando, para dormir el tempo, para buscar la espalda, cuando la presión es alta y la intensidad es certera, cuando te buscan las cosquillas al primer toque, cuando te quieren hacer correr detrás de la pelota, no queda otra opción que sacar el colimillo.

El Betis es un buen equipo. Probablemente luchará hasta las últimas jornadas por el cuarto puesto. Es un equipo lleno de buenos peloteros y que saben interpretar casi a la perfección, el libro de estilo de su entrenador. Juegan de memoria la salida de la pelota y sólo la ausencia de un delantero de garantías les impide estar más arriba en las pretensiones.

Por eso fue un buen rival para medir el actual estado del Atleti. Lo que hace un mes era despropósito y baja forma, ayer se consolidó como un momento al alza. El equipo vuelve a ser solidario y, aunque sigue sin ser certero en el juego posicional, al menos sabe que, mordiendo, sigue siendo el mismo bloque casi imposible de ganar. Todos estamos de acuerdo en que no fue un gran partido, pero no deberíamos obviar que sí fue una gran victoria.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Crampones contra el terreno

Existen momentos de contricción en los que somos capaces de darnos cuenta de nuestros errores, de dividir nuestros espacios y multiplicar nuestros objetivos, existen momentos cruciales que sirven de trampolín y se recuerdan como inusitadas muestras de ambición. El Atleti, como nuestras vidas, tiene momentos de celebridad y momentos de celeridad. Mientras se busca a sí mismo va encontrando la sensación e intenta recuperar la mirada del tigre mientras observa a su enemigo en el horizonte.

El Huesca es un equipo demasiado normalucho como para ser tenido en cuenta a la hora de analizar las exageraciones. Poco a poco, el equipo, agarrado al clavo de su propia condición, va solventando momentos y encontrando sensanciones mientras se espera a sí mismo. Seis puntos consecutivos, el paraguas sobre la cabeza y el peligro de una tormenta perfecta acechando sobre la cabeza.

No se rendirán tan fácilmente. Podrán perder, porque el enemigo es bravo y talentoso, pero no les verán doblar la cerviz, porque este equipo ha aprendido a encontrar el cáliz escarbando en la montaña. Paso a paso, crampón mediante, va superando piedras y va buscando su cima. El mal juego, las dudas, los goles en contra, los pases sin sentido. Todo son esquirlas que dificultan el camino. Los que seguimos teniendo fe seguimos dando la cara, aun sabiendo que en tres días nos la pueden partir por la mitad.

lunes, 24 de septiembre de 2018

La premisa

Las premisas, como los mandamientos, deberían considerarse punto de obligada consideración. Porque una premisa es una cruz en el calendario, en el cuaderno de las tareas cumplidas, en la agenda de las satisfacciones cumplimentadas. Una premisa es un dedo indicador que señala un camino correcto, que aconseja un modo de actuar.

Contra la premisa está la trayectoria. Uno se convierte en mito por la propia inercia de su condición, por el callo endurecido de su actitud, por la brisa perenne de su aptitud. Las leyendas son apariencias públicas que sobresalen en la garganta de cualquier aficionado, el recurso fácil al que acudir cuando la memoria se hace fuerte, el tacto rígido de un momento de locura.

Godín es ídolo, mito y leyenda. Su trayectoria le ha colocado, con letras mayúsculas, en el lugar predilecto de la historia rojiblanca. Pero, más allá de los hechos, están las realidades y una de estas indica que, a día de hoy, la pareja formada por Giménez y Lucas le han adelantado por la derecha. La condición manda y la premisa está clara; lo que funciona no se debe tocar. Y Giménez y Lucas están demostrando saber funcionar en los peores momentos de la temporada.

jueves, 20 de septiembre de 2018

La mesa

La mesa de Griezmann es la mesa de la ambición, de la alternativa, del querer, del querer poder, del querer ser. La mesa de Griezmann, más allá de la ignorancia acusatoria, es la mesa de un tipo que cree haberse ganado el derecho a la consideración. Es la mesa de un tipo que ganó la Europa League con dos goles en la final, que marcó en las fases decisivas de un mundial en el que salió campeón, que empezó el verano derrotando al mejor equipo del mundo.

La mesa de Griezmann es una mesa ficticia porque en la mesa de Messi no se sienta nadie, porque el argentino come aparte y los demás miran y, con un poco de suerte, aprenden. La mesa de Griezmann debería ser el aprendizaje constante, la obsesión desmedida por mejorar y la fe abyecta a los preceptos del cholismo. La mesa de Griezmann debe llenarse de copas y las copas deben llenar nuestras satisfacciones.

Para que Griezmann pueda comer en la mesa que dice es necesario que mejore con el equipo, que lidere el proyecto, que sepa que sus compañeros tienen que mejorar y él con ellos. Para que Griezmann se siente en la mesa de los mejores es necesario que el puñetazo en la mesa no se de frente a los micrófonos sino con el balón de por medio. El Atleti hace tiempo que come en la mesa de los mejores, tal y como ha empezado la temporada, habría que decirle que levantarse antes del postre debería ser de mala educación.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Una cosa clara

Dejemos una cosa clara. El Atleti está jugando muy mal al fútbol. Si partimos desde la realidad, quizá sea más difícil para todos afrontar las esperanzas. El lado negativo indica que jugando así no se tardará en tirar la temporada por la borda, el positivo, por otro lado, indica que, a partir de aquí, sólo se puede mejorar. Más que nada, porque jugar peor es casi imposible.

El Mónaco es un equipo menor. No quiero menospreciar a un equipo que hace dos temporadas alcanzó las semifinales de la Champions League, pero si hago tal afirmación es en base a un análisis objetivo. El equipo que ayer jugó contra el Atlético tiene graves carencias en la creación y graves desajustes en la contención. Y aún así, obligó al Atleti a terminar pidiendo la hora.

Porque el Atleti pareció cualquier cosa menos un buen equipo de fútbol. Se comportó como una banda que tocaba sin criterio y que solo robaba la pelota cuando su rival se la regalaba. Le valió un mal partido para curar el mal de la victoria, pero no debería engañarse porque jugando así, lo más fácil es que vuelva a perder, que vuelva a lamentarse, que volvamos todos a dividirnos en ese maldito barco que han fabricado los ciegos de objetividad. Decir la verdad no significa ser menos del Atleti.

martes, 18 de septiembre de 2018

El barco

Ha entrado el Atleti en un bucle espacio temporal en el que las opiniones se confunden con la crítica y la crítica se confunde con las opiniones, un bucle en el que si dices lo que te parece mal has dejado de ser del equipo y si callas lo que te parece mal también has dejado de serlo. Un bucle difícil en el que la afición se ha enfrascado por el mismo tema de siempre; los resultados.

Lo llaman "El Barco". En el barco están todos aquellos que animan al Atleti sin caer en la tentación de la crítica, que se dejan las palmas, que viven, que sufren, que lloran. En el barco están todos aquellos que en mayo celebrarán los éxitos y serán los que digan al resto que no tienen derecho a ser felices porque el resto no son del Atleti sino que son aficionados de otro equipo que, disfrazados de rojiblanco, acuden al estadio a fastidiar el cotarro.

Hay una cosa que debe vivir más allá del dichoso barco. Se llama exigencia. Exigencia deriva de exigir. Exigir al equipo que no pierda el nervio, que no pierda el hambre, que no pierda el físico. Exigir al equipo que juegue la pelota, que no se deje dominar, que recupere el contragolpe que le identificó como un equipo temible. Exigir al equipo en consecuencia a sus mimbres. Y los mimbres son muy buenos. No se trata de exigir un título, pero sí de volver a ese partido a partido en el que, domingo a domingo, miércoles a miércoles, el equipo salía con ese hambre voraz que le permitía devorar rivales.

lunes, 17 de septiembre de 2018

Regreso a la duda

El Atleti siempre fue un compendio de complejidades. Un atisbo de clara grandeza en el que las exigencias quedaron siempre por encima de los objetivo y, muchas veces, fueron los objetivos los que marcaron las exigencias. Durante años, cuando el equipo se vio abocado a la nada, la gente callaba y reía chascarrillos. Ahora que el equipo lucha por todo, los que callaban hablan y los que hablaban piden que callen. No hay consenso porque no hay asimilación. Aunque, realmente, no hay consenso porque no hay juego.

No hay juego porque el equipo no consigue enganchar con el aficionado. Son muchos los que dicen que el Atleti de Simeone nunca ha jugado a nada. Los mantras, como las mentiras, son conatos de verdad que tornan en espejismos de tanto repetirse. Ni el Atleti de Simeone siempre ha jugado mal ni, desde luego, nunca ha dejado de ser competitivo.

Por eso extraña ver al equipo bascular sin sentido, dejar que el equipo rival toque y toque sin sentir el agobio de la presión, no ver prietas las filas ni toques de rebato. Extraña esta indolencia y extraña, por poco común, esta falta de identidad. El equipo ha regresado a la duda y el aficionado no sabe si callar y esperar o hablar y pedir que todo cambie. Difícil tesitura. Porque la espera es agónica y porque la agonía limita nuestros instintos.

viernes, 25 de mayo de 2018

Cuidar lo de casa

En ocasiones, nos preocupamos demasiado de observar lo ajeno descuidando, de manera lamentable lo que tenemos dentro. Los focos, los truenos, la fanfarria nos conduce a un estado de excitación y compramos caro mientras vendemos barato. No sabemos valorar nuestros productos y es cuando necesitamos lo que hemos perdido cuando echamos la vista atrás y nos lamentamos. Cuando nos damos cuenta de que lo echamos demasiado en falta.

Rodrigo Hernández jugó durante cinco años en la cantera del Atlético de Madrid. Habitual en los equipos campeones infantiles y cadetes, perdió fuelle cuando llegó al juvenil. Alguien, visionario o avispado, concluyó que al chico le faltaban facultades; le sobraba peso y le faltaba altura. Cuando años después le viese debutar, y agradar, en primera con la camiseta del Villarreal, debió llevarse las manos a la cabeza.

Vuelve un chico que se marchó porque no le consideraron apto y nosotros encontramos una pieza que llevamos demasiado tiempo deseando. Después de gastar dinero en extremos inoperantes y delanteros de segunda fila, contratamos, por fin, un mediocentro. Desde la marcha de Tiago, el Atleti ha jugado sin colchón, impulsado sólo por el coraje, el corazón y la suerte. Con esta pieza, el ajedrez de Simeone encuentra su peón de brega. Buen comienzo para iniciar una nueva partida.

jueves, 24 de mayo de 2018

Notable alto

El sobresaliente exige perfección. El sobresaliente, en el Atleti, implica un doblete, porque aquel equipo del noventa y seis puso el listón tan alto que, aún hoy, con nuestras finales y nuestras batallas, seguimos idealizando a un grupo que surgió de la nada y nos llevó a lo más alto. El sobresaliente hubiese implicado, quizá, haber peleado la liga unas jornadas más y, también quizá, no haber caído en Copa ante un equipo que terminó la temporada en estado de locura.

Pero el notable alto es una gran nota. El equipo ha terminado segundo después de casi treinta años, hemos vuelto a clasificarnos para la Champions por sexta temporada consecutiva y, sobre todo, hemos vuelto a Neptuno. Porque regresar al lugar de la fiesta es reencontrarse con uno mismo y reencontrarse con los objetivos. Los títulos, además de para saciar el ego, deben servir como trampolín para seguir creciendo. Y yo sigo creyendo en el hambre de este grupo.

Falta por dilucidar si esta nota tan excelente no se ve empañada con la marcha de nuestra estrella. Mantener a Griezmann supondría una confirmación y una realidad; que, como dijo el eslógan, podemos seguir soñando mientras otros duermen. Todo equipo necesita una estrella porque, todo equipo con estrella es un equipo campeón. O al menos el germen de ello. Y, por encima de todos, sigue el Cholo, el hombre que nos hizo creer. El hombre que se sigue exigiendo la mejor nota posible.

miércoles, 23 de mayo de 2018

El silencio es la antesala del adiós

El silencio es la antesala del adiós. Sucedió con Agüero, sucedió con Falcao, volverá a suceder con Griezmann. Cuando alguien lo tiene claro lo expresa, cuando alguien ama lo expresa, cuando alguien vive por y para un color, lo expresa.

El silencio es la antesala del adiós y por ello es mejor dar a Griezmann por perdido. Es mejor ponerse la venda, empezar a curar la herida y cicatrizarla con trabajo. Le toca al club invertir el dinero, presionar la situación para sacar todo el rédito posible y confiar en el trabajo impoluto de Simeone. El club, ese ente liderado por dos delincuentes prescritos que aún no han sido capaces de retener a una estrella en sus más de treinta años de mandato.

El silencio es la antesala del adiós. El agradecimiento es la mano abierta de un caballero, la sonrisa afectiva de un niño, la despedida elegante de un aficionado. El no nació aquí, no podemos reprocharle que no quiera morir aquí. El equipo ha crecido, el equipo sigue creciendo, el equipo tiene que crecer. Con él, seríamos más grandes. Sin él, seremos igual de grandes pero con una duda ¿Cómo reinventarse? Duro trabajo, duras expectativas. No nos queda otra esperanza que la fe cholista.

martes, 22 de mayo de 2018

Cabeza de ratón

Griezmann duda. Esa es la apariencia que delantan sus silencios y sus fotos en las redes sociales. Pensamos que Griezmann duda cuando vemos a Godín ejercer de capitán y recorrer medio estadio para suplicarle a la grada que cambien los pitos por aplausos. Llegamos a la conclusión de que Griezmann duda cuando leemos a Gabi en un pie de foto suplicando un compromiso; agradeciendo un esfuerzo.

Griezmann duda porque sabe lo que tiene y recela de lo que tendrá. Jugar con Messi es un regalo, luchar por todo es un caramelo demasiado dulce como para no llevárselo a la boca. Pero aquí tiene amigos, tiene una vida, tiene un futuro asegurado. El Atleti le quiere y le paga, la afición, salvo algunos desalmados que pagan sus frustraciones contra la ignorancia, le quiere y le anima y él, que tiene la última palabra, juega consigo mismo a un juego de contradicciones.

Haga lo que haga sabrá que será historia de este club. No me sale pitarle, no me sale recriminarle, no me sale protestarle. Si decide ser cabeza de ratón no nos quedará otra opción que no sea la de postrarnos a sus pies y decirle que sí, que con él a muerte y él a muerte con nosotros. Y si quiere ser cola de león no nos quedará otra que darle las gracias y despedirle con un aplauso. No podemos exigirle lo que no tiene. El compromiso lo ha demostrado y el talento nos lo ha regalado. Bueno será si sigue dudando.

domingo, 20 de mayo de 2018

El legado

Siempre he sido un atlético atípico en cuanto a Fernando Torres. Puedo ser el más pasional de los aficionados, el tipo más leal, más sufrido, más lastimero en la derrota y más eufórico en la victoria, amo al Atleti con el corazón y lo pienso, día a día, con la cabeza, pero nunca fui un torrista convencido.

Durante su primera etapa me pareció que, tanto afición como prensa estaban inflando a un futbolista que se equivocaba más de lo que acertaba. Es más, soy de la opinión de que el Atlético empezó a crecer de verdad a partir de su venta, por lo que nunca vi como un trauma su marcha y nunca consideré una tragedia su ausencia.

Pero de alguna manera, Torres me terminó ganando. Sus guiños, sus goles en Inglaterra, sus palabras y sus actos. Siempre, de alguna manera, haciendo, en acto reflejo, honor a sus verdaderos colores. Vistió otras tres camisetas y jamás dejó de sentirse atlético. Paseó, triunfal como pocos, sus éxitos con la selección por Madrid y, por delante, puso siempre una bandera del Atleti. Regresó y lloró como pocos. Ganó y lloró como nadie.

A tipos así, por más que se les critique en lo deportivo, hay que alabarles, para siempre, en lo sentimental, porque hombres así construyen un vestuario, hombres así son el germen de un equipo ganador. Gracias, Fernando, por tus últimos actos de servicio, porque, aunque tu fútbol ya se hubiese apagado, la llama rojiblanca brillaba más que nunca y de eso se han nutrido todos y cada uno de los que han ido pasando por aquí durante las últimas temporadas. Nos dejas un sólo título pero, ante todo, nos dejas algo muy importante. Un legado. Un sentimiento. Un camino a seguir.

viernes, 18 de mayo de 2018

Necesidad

La necesidad de un equipo reside en una posición ficticia, residen en imaginar al grupo sin su genio, en prostituir el alma a cambio del silencio. La necesidad de un equipo es el aire, es el juego, es el gol. La necesidad de un equipo, para seguir arriba, vive en los pies de sus mejores futbolistas. Nadie imagina un Barça sin Messi ni un Madrid sin Ronaldo. Nadie debería imaginar un Atleti sin Griezmann.

Las estrellas se definen a sí mismas en partidos de máxima importancia. Durante los últimos tres meses de competición, Griezmann ha dado pruebas fehacientes de su compromiso y, sobre todo, de su calidad. Ha marcado gol en todas las eliminatorias. Ha sido decisivo en todas las situaciones. Las estrellas son tipos peculiares que necesitan calor y seguridad. Griezmann está arropado por el Cholo y tiene veinte amigos en la plantilla, pero sabe, como nosotros, que el club duda de su crecimiento.

La necesidad es seguir sintiendo esa sonrisa, seguir bailando tras cada gol, seguir golpeando el balón con la pierna izquierda. La necesidad es un número siete sobre una camiseta rojiblanca, es la ilusión de un niño por vestir esa zamarra, es el deseo de un adulto por seguir soñando. La necesidad de Griezmann pasa por un equipo competitivo, una felicidad blindada y una seguridad deportiva. La necesidad del Atleti pasa por seguir contando con su fútbol, con su entrega, con sus goles. El Atleti necesita a Griezmann y Griezmann necesita ganar. A veces las sonrisas no se pagan sólo con goles.

jueves, 17 de mayo de 2018

La grandeza

La grandeza es aguantar, es sobrevivir, es saber levantarse. La grandeza es un pensar jamás en un cabezazo imposible en el último minuto o en una tanda de penaltis, la grandeza es contarlo como anécdota y no como dolor. La grandeza, aunque muchos no supieron apreciarlo, fue estar allí. Poder sentirlo, poder soñarlo.

La grandeza es ver a Griezmann, un genio con pantalón corto, pelear por cada pelota en el centro del campo, la grandeza es ver a Gabi como el gran capitán de la tropa, la grandeza es ver a Saúl jugar con el alma fuera de su posición, es ver a Koke sacando el tiralíneas y es ver a la vieja guardia con cara de satisfacción. Godín, Juanfran y Filipe nunca han faltado, nunca se han rendido. La grandeza es la superioridad de Lucas y Giménez en el mano a mano, la pelea infatigable de Diego Costa. Las gargantas encendidas en un campo que, hasta ayer, considerábamos maldito.

La grandeza es trabajar y creer. La grandeza es el cholismo. La grandeza es la mirada del niño Torres después de cumplir el sueño de su infancia. La grandeza no es una copa al cielo, no. Eso es el resultado del trabajo bien hecho. La grandeza, más allá de la victoria, reside en el alma. Y en el alma de este equipo caben mil partidos más como el de anoche.

miércoles, 16 de mayo de 2018

El día

Cuando nació este blog, el Atleti estaba en horas muy bajas. El equipo, de vuelta tras una victoria agónica en la Europa League, buscaba un camino que no sabía encontrar. Eran los últimos estertores del Kun Agüero como rojiblanco, el fin de la era Quique, el inicio de la rumorología sobre Caparrós y Manzano; un Atleti de entreguerras. Un Atleti moribundo.

Titulé "Volveremos" porque me había entusiasmado esa canción que, a coro, el Calderón había hecho propia para decirle al mundo que sólo éramos un gigante dormido y que, tarde o temprano, íbamos a despertar para decirle al mundo que el Ave Fénix no era sólo la palabra de una leyenda comida por el tiempo. Y volvimos. Volvimos a lo grande y volvimos a ser campeones. Dejamos lágrimas en el camino y se nos escapó lo más grande, pero los importante, el grito enfurecido y el puño en la mesa, lo habíamos hecho. Habíamos vuelto.

Y ahora seguimos aquí, en la cresta de la ola, regresando al día que nos encumbró. Para muchos, ebrios de éxito y atormentados por la grandeza, esta competición es más nimiedad que éxtasis, más obligación que deseo, más postre que primer plato, pero convendría no desdeñar las copas porque los que recordamos la travesía por el desierto conocemos el valor del éxito. Una final es un buen momento para seguir arriba, para reivindicar nuestro regreso, para volver a levantar, orgulloso, esa bandera que, durante tanto tiempo, durmió en ese cajón de tu habitación. Hoy vuelve a ser el día. Logremos que sea un día grande.

viernes, 11 de mayo de 2018

Marcado por la frustración

Los instintos se remueven, a menudo, por temas banales. Todos hemos llorado, alguna vez que otra, aunque fuese en nuestra más lejana infancia, por alguna que otra nimiedad. Un balón extraviado, un reloj sin pila, un castigo inoportuno o una derrota al parchís. Manejar la frustración es una tarea compleja cuando se ponen en liza el orgullo y la ilusión. Cuando uno termina herido y la otra termina en mil pedazos, es cuando damos rienda suelta a los instintos y nos dejamos llevar por la furia. A menudo por temas elementales y otras, quizá más de las que nos gustaría, por temas tan triviales como un simple partido de fútbol.

Recuerdo con nitidez lo que aconteció minutos después de que el Atleti perdiese la final de la Recopa de 1986. Resulta curioso que guarde recuerdo de algo que no está relacionado con el juego cuando apenas recuerdo un par de lances del partido. Sonó el timbre y varios vecinos, seguidores de ese equipo blanco de la capital, entraron en casa con el fin de mofarse de mi padre. Si, a mis diez años, aún no tenía muy claro por qué equipo debía tifar durante el resto de mi vida, al menos sí me quedó claro de qué equipo jamás iba a ser.

Puede que por vengar aquella afrenta y por decidir vivir en el escondite de la frustración tras cada derrota, me resulta imposible no acordarme de todas aquellas sonrisas de mofa que he sufrido durante mi vida cada vez que el Atleti termina un partido con derrota. Será por eso, por la frustración generada y la vergüenza oculta latente, que me cuesta conciliar el sueño más de lo normal en las noches de derrota. Resulta curioso y reconozco que hasta vergonzante ver como algo tan trivial como un simple partido de fútbol me puede descompensar el ánimo hasta convertirme, durante horas, en un ser más huraño de la normal. Y es que a menudo, intentando desconectar de ese monstruo devorador de conciencias que es el día a día, intentamos escapar hacia el mundo de las banalidades para buscar un consuelo de tontos. Lo malo es que nuestro consuelo de tontos es, para nuestra desgracia, el bien de muchos. Y aunque arrepentidos los quiere Dios, siento que, por más que me refugie en mis propias contradicciones, me costará sacar la cabeza del agujero porque todos nos movemos por pasiones insensatas. Y sin pasión, la verdad, resulta difícil darle un sentido a la razón.

Volvemos a Lyon, y yo vuelvo al punto de partida.

jueves, 10 de mayo de 2018

Todos lo dan por perdido

A todos le preguntaron y todo respondieron con evasivas. Todos significaron su importancia, todos
acudieron al compromiso, todos suplicaron por su importancia en la final. A todos le preguntaron y todos sabían porque lo hacía, todos sabían lo que se venía, todos sabían lo inevitable. Todos hablan menos él, porque él sigue jugando, como otras veces, al gato y el ratón.

El Atlético se esconde en excusas de mal pagador. Nadie que no quiere vender a un futbolista le rebaja la cláusula, nadie que no quiere hacer caja convierte en una gangan la contratación del mejor futbolista de su equipo. Griezmann es, en este Atlético, una rendija de luz en la mazmorra de If. Griezmann es el fútbol del que carece el equipo, el apoyo constante para un centro del campo que corre mucho pero acierta poco.

Todos esquivan la verdad, pero todos los dan por perdido. Todos tratan de mirar hacia otro lado, pero todos lo dan por perdido. Y nosotros, fieles esclavos de sus caprichos, ya sabemos que nos intentarán mentir y sonsacar gestos de rabia. Los futbolistas juegan donde quieren, nos dirán. Griezmann también lo hará, está claro. Y le irá muy bien, porque es muy bueno. Pero que nos vendan el cuento de ninguna lechera porque aquí el cántaro se rompió hace tiempo. Porque hace muchos meses que todos, incluído el ofendido oficial, le han dado por perdido.

martes, 8 de mayo de 2018

A ocho días de una final

A ocho días de una final dejamos que se filtren verdades, dejamos que nuestra estrella juegue al estrellado, que nuestro presidente juegue a las bufonadas y que los comunicados jueguen a ser serios cuando no son más que un anticipo de lo ya conocido.

A ocho días de una final surgen los rumores, aparecen las verdades y se anticipan los miedos. A ocho días de una final el equipo no sabe qué Griezmann encontrará y la afición no sabe que Griezmann jugará. A ocho días de una final el Barça anticipa un fichaje y los medios se lanzan, ávidos de noticia, a infectar una herida que supura pus y sangre.

A ocho días de una final nadie habla de la final, nadie habla del rival, nadie habla del equipo. A ocho días de una final no parece que haya final, ni siquiera que haya equipo. En un mundo globalizado por los dos de siempre, el resto, comparsa de sus caprichos, tienen que conformarse como postre de la comilona. Se servirán a Griezmann como entrante y mil rumores como segundo plato. Y todo esto, desviando la atención de lo realmente importante, a ocho días de una final.

Nos acordaremos de la lluvia

Cualquier de nosotros, por más que nos creamos ciudadanos inocentes en un mundo en contínua
reconstrucción, estamos expuestos los caprichos ajenos y a los intereses espurios. Aquellos que solamente favorecen a una minoría porque se han acordado mediante un apretón de manos sibilino y una promesa fehaciente.

El Atlético, por caprichos de una liga que, a día de hoy, está totalmente descafeinada, no podrá adelantar su partido de liga para tener un día más de preparación de cara a la final de la Europa League. Y no podrá hacerlo porque la institución, más allá de mirar por sus equipos, mira por su ombligo, porque se aferra a un contrato televisivo y se aferra a su propio interés. Papismo puro y duro. Y mientras, en nuestro país vecino, el Marsella si obtendrá ese favor porque, más allá del dinero, existe el sentido común.

No podemos servir a quien sirvió ni pedir a quien pidió. Tebas, antiguo picapleito de causas perdidas, ha ganado todos sus favores y ahora se sienta en la poltrona de la solemnidad. Ni un guiño, ni un gesto, ni una palabra. Gesto adusto y silencio estampa, el tipo sigue aumentando su negocio mientras ve como se evalúa su producto. Algún día, cuando sólo caigan sapos, nos acordaremos de la lluvia.

lunes, 7 de mayo de 2018

Sobrante de matanza

La motivación es es motor necesario para afrontar cualquier misión. Sin ella, sin esa dosis de entusiasmo que genera el hecho de una consecución, cualquier persona está destinada al fracaso porque, más allá del dolor, existe la conciencia. No hay éxito sin esfuerzo, no hay meta sin pasión.

El partido de ayer fue poco más que un sobrante de matanza. Fue algo así como una mosca cojonera en mitad de un calendario de sueños. Con una final a la vista, un objetivo logrado y una liga que ya ha marcado con sus muescas el devenir del equipo, los futbolistas salieron al campo a pasear y no obedecieron a esa máxima que dice que competir es siempre necesario aunque no quede un espacio para rubricar una parcela de gloria.

Pero ayer había niños en el campo. Y adultos. Gente que, probablemente, ayer fue la primera vez que fueron a ver a su equipo en su nuevo estadio. Siempre hay que pensar en la gente porque la gente es el motor del alma del club. Sin ellos y sin ese pensamiento de conciencia programada, cualquier equipo se convierte en un títere. Y el Atleti de ayer fue un muñeco de trapo en manos de un equipo normal.

viernes, 4 de mayo de 2018

La vieja guardia

El Atleti se reinventó diez veces, se obligó a convertirse en lo que era y también en lo que no quería ser. Bajó al suelo después de tocar el cielo, vendió parte de su patrimonio y hubo de ajustar piezas donde no encajaban. Abandonó el patrón de Tiago por obligación y no encontró el de Koke por indefinición. Y mientras Saúl seguía en una deriva de pierna fuerte, alma incansable y talento proporcional, tuvo que ser Gabi el que volviese a tomar el mando en una de las noches más memorables de la historia reciente.

Defensivamente, siempre fue un equipo más que fiable. Organización impecable, choque sin miedo, pierna noble y estructura compacta. Durante un tiempo estuvo intentando reorganizar su conducta, intentando dar paso a la savia nueva, intentando acoplar nuevas piezas e intentando restructurar su desorden con una nueva estética. Nada funcionó como antes, y mientras Savic, Giménez y Lucas seguían postulandose por convertirse en nombre de alineación de carrerilla, tuvo que ser Godín quien sujetase, una vez más, al equipo, en los peores momentos de su mejor noche.

Todo fue mucho más dramático en la parte de arriba. Desde que se marchó Costa, el Atlético buscó la directa con Mandzukic y la indirecta con Gameiro. Entre dos aguas, Fernando Torres seguía peleando en su parcela particular y Griezmann, mientras tanto, sujetaba los partidos gracias a su talento. Pero como nada funciona mejor que las viejas fórmulas, tuvo que regresar el brasileño para que el Atleti volviese a reconocerse a sí mismo. La vieja guardia, una vez más, nos ha puesto en una nueva final. Es la quinta final del Cholo, cuatro de ellas en Europa. Conviene recordarlo porque hay muchos que siguen pensando que este equipo puede dar aún más. Todo el mundo es susceptible de hacerlo, pero conviene mirar primero los mimbres antes de pararse a analizar los deméritos. Y el mérito de este equipo, agarrado una vez más a su vieja guardia, es, cuanto menos, encomiable.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Exceso de emoción

El exceso de emoción puede conducir al éxtasis prematuro, las espectativas, cuanto más altas, más difíciles de cumplir, porque en cada compromiso ajeno encontramos un motivo para comprometernos con nosotros mismos, porque la misión, cuánto más alentadora, se convierte, peligrosamente, en más suicida.

Le convendría al Atleti disputar el partido a velocida de crucero. No dejarse llevar por el éxtasis, no precipitarse por el exceso de adrenalina, no caer en la trampa de la ansiedad. Antes del pitido inicial, con cero a cero, el equipo está clasificado. Desde luego que no debe caer en la inercia de meterse atrás y aguantar un resultado durante noventa minutos, porque del agobio ajeno no viven los corazones propios, pero recordemos que ocurrió en otras ocasiones, cuando al equipo se le exigió al máximo y terminó agobiado por la responsabilidad.

El Atleti es un equipo fiable y en eso debe basar su probabilidad de pase a la final. Pese a los conatos de irregularidad con los que ha despertado este año del hermoso sueño de la complacencia, aún sigue identificándose como ese competidor brutal capaz de devorar a los aprendices de domador. Convendría taponar a los cerebros del Arsenal y dejar que, ellos sólos, se vayan ahogando en su propia orilla. Porque a ellos sí les acucia la ansiedad y ellos sí conocen la angustia. Su calidad nos puede dar un disgusto, en su irregularidad debemos basar nuestras armas y alimentar, así, nuestras esperanzas.

viernes, 27 de abril de 2018

Un emotivo ejercicio de resistencia

El Atleti realizó ayer un emotivo ejercicio de resistencia. Durante una hora y media se reflejó de
nuevo en ese Atleti que todos reconocíamos. Durante un rato nos puso el corazón en la boca y le vimos resistir por encima de cualquier probabilidad porque, más allá del juego, un Atleti que compite es el único Atleti que podemos reconocer.

El partido, y con él, la eliminatoria, pudo terminar en desastre. No nos vayamos a dejar engañar ahora por el resultado. El Arsenal jugó más y jugó a lo que supo. Otra cosa es que delante tuviese un coloso que sabe manejar estas situaciones con la tranquilidad de un pistolero. Y aguantó, además, con la paciencia de un fajador. Esperó su momento, recibiendo directos, hasta que, de un gancho, mandó a su rival a la lona.

Y contó, además, con ese tipo que nos ha acostumbrado a los milagros vespertinos. Ayer atajó por alto y por bajo y, sobre todo, fue un gato feroz en las ocasiones más certeras. Le faltó un centímetro en el gol, pero no vamos a discutir a estas alturas por un centímetro cuando este tipo nos ha hecho volar cientos de metros más alto en cualquiera de nuestras aspiraciones.

La elimnatoria está de cara. Bonita en previsión pero incómoda en situación. El Arsenal tiene buenos futbolistas y puede montar dos contras letales por partido. Es irregular y, como los malos encajadores, tiene mandíbulas de cristal. En Madrid, en principio, jugará contra once y, además, contra sesenta mil tipos que se dejarán la garganta. No es un gran plan para pretender alcanzar una final. Pero no nos fiemos, el Atleti, para ganar, necesita competir como un animal salvaje. Solamente entonces tendrá sentido este emotivo ejercicio de resistencia.

jueves, 26 de abril de 2018

Irregularidad

Resulta curioso como los duelos, según la época en la que se den, tienen implícitos unos distintos matices en cuanto a la variabilidad. Durante años, el Atleti de Simeone fue el equipo más fiable del mundo más allá de los logros obtenidos. Todos sabían que su defensa era una roca, que su centro del campo era un campo de minas y que su delantera era una máquina de penalizar errores. Mientras duró la fiesta duró la alegría. Cuando los años pusieron clavos en las botas y una mochila de esfuerzo en los hombros, el equipo se cayó de arriba y, poco a poco, perdió la fiabilidad para convertirse en un tiro al aire.

Pero si existe un equipo acuciado por la irregularidad durante los últimos años, es el Arsenal. Wenger, quien en su día construyó una de las más bellas obras de arte futbolísticas, apura sus últimos partidos como entrenador gunner agarrado a una promesa que, en cierta manera, nunca dejó de cumplir. Amante de las transiciones rápidas, las diagonales y el fútbol de combinación, ha dejado, en cada temporada, media docena de grandes partidos salpicados, eso, sí con fiascos tan monumentales que han terminado por ponerle de cara a la pared.

No sabemos que partidos veremos esta noche porque no sabemos qué versiones veremos durante el transcurso del mismo. Al Arsenal inseguro atrás al Atleti le vendrá como anillo al dedo porque podrá explotar la espalda de la defensa y la debilidad de sus mediocentros. Eso sí, si el Atleti pretende vivir noventa minutos en su área, lo va a pasar francamente mal porque este Arsenal, debilidades aparte, tiene un talento descumunal de tres cuartos para arriba. Y no es buena idea llamar al lobo en mitad del monte.

miércoles, 25 de abril de 2018

A los mejores hay que pagarlos

En este mundo globalizado en el que entre todos hemos ayudado a reventar la burbuja y a disparar las
pasiones, el futbolista se ha convertido en ese ser endiosado que, de una manera u otra, es capaz de hacernos dibujar sonrisas o expresar el más amargo rictus de dolor. En este fútbol de hoy, mercantilizado hasta la médula, no es más feliz el que más logra en el terreno, sino el que más gana fuera de él, porque en la competencia por el palmarés, se ha instaurado una competencia, lícita pero ávara, por tener una cuenta corriente cada vez más abundante.

Jeques y magnates acechan. Los representantes, portadores de promesas y falsos curanderos de la realidad, se acercan al oído de sus jugadores y les venden un cuento de la lechera donde el cántaro es de acero y la leche nunca termina derramada. Es normal. A todos, por más que nos sintamos los tipos más íntegros del mundo, nos puede la ambición. A todos, por más que imaginemos sueños imperfectos, nos llama, siempre, la oportunidad para hacernos mejores.

El sentimiento, ese que dicen que no se compra, solamente va ligado a los orígenes de la persona. Puedo imaginar cientos de futbolistas que siguen estremeciéndose con los devenires del equipo de su infancia. Pero no todos juegan en el equipo de su infancia. Y quienen no lo hacen tienen la lícita costumbre de querer mejorar tanto deportiva, como económicamente. Lo que sabe Oblak, además de que no es del Atleti de corazón, aunque sí de cabeza, es que es uno de los mejores jugadores del mundo. Y lo que sabemos los demás es que, para mantenerse en la élite no sirven las palabras sino los hechos. Y el hecho más refutable en este negocio de mil pasiones es que a los mejores, para mantenerlos, hay que pagarlos.

lunes, 23 de abril de 2018

Nos sobran los motivos

Dice el jefe que nos sobran los motivos. Que somos más modernos, que somos más ricos, que somos más grandes. Dice el jefe que somos la hostia y, mientras tanto, tenemos que observar, orgullosos de nuestra fe, como el Barça se lleva las ligas y el Madrid se lleva las Champions. Dice el jefe que nuestro crecimiento es exponencial, pero lo que olvida es que el crecimiento se llama Simeone y que lo suyo, además de trabajo, se llama milagro.

No dice el jefe si va a potenciar el equipo porque él prefiera hablar de cifras. Habla de ventas, de ingresos, de repercusión. Pero no habla el jefe de la deuda y de porqué un equipo que debería aspirarlo a todo se quedó en cuadro a mitad de temporada. No habla de los errores pasados, del TAS, de Costa, de Torres. No habla de Simeone como un santo sino como un empleado. No habla de la afición como un valor sino como un cliente.

Y se atribuye el jefe, además, un tanto que no le corresponde porque es incierto. Dice que sólo la época de los setenta es comparable a la actual. Yo diría que la actual es una gran época comparada con la basura que tragamos en la primera década del siglo, pero ¿Considerarla la mejor de la historia? Simeone, con su trabajo imperturbable, ha levantado siete títulos, pero el Atleti, antes de él, ya sumaba más de veinte. El Atleti de Madrid no es el Atleti de Gil. Es el Atleti centenario que un día, cuando creyó ser libre, fue secuestrado para siempre. Y aquí estamos, peleando contra el mundo con un entrenador que no deja de creer y teniendo que dar las gracias a una directiva que sólo le pone trabas.

Un nuevo rumbo

Durante un tiempo, justo el receso que se gestó mientras se mantuvo el sueño más hermoso, el Atleti se sentía como pez en el agua contra equipos que manejaban la pelota con soltura. Agazapado en tres cuartos, sabía desesperar al rival quien, harto de buscar espacios entre un muro de hormigón, terminaba por entregarse a la suerte y terminaba viendo como la suerte le era esquiva a golpe de zarpazos de realidad.

Durante un tiempo, mientras el Atleti competía y trazaba un plan viable, estos equipos llegaban cargados de ilusión y se marchaban con el orgullo herido. Fue un tiempo en el que el equipo tenía físico y piernas, sí, pero también tenía el suficiente fútbol como para confeccionar un plan ofensivo. Algunos no lo querían ver como algo vistoso, pero era de lo más eficaz. Y a nosotros, aquella eficacia nos gustaba porque veníamos de un tiempo de sombras donde no había planes ni finales felices.

Durante ese tiempo, el Atleti no creía poder verse avallasado por rivales como el Betis de Setién. El Betis, que concibe el fútbol como un concierto sinfónico, hizo bailar al Atleti al son de su sinfonía. Durante algún periodo del partido, hubo ramalazos de fe. Porque al Atleti aún le queda la fe, pero ha perdido el plan. El tiempo, que lo cura todo, será el único capaz de dictar sentencia a un equipo que navega entre el pasado y el futuro. Aquello fue bonito, pero estas aguas requieren un nuevo barco. Y no se trata sólo de remar hasta la extenuación, se trata de plegar velas y navegar a todo trapo. Alcanzar de nuevo la velocidad de crucero requiere la misma fe, pero, sobre todo, requiere de buenos futbolistas.

viernes, 20 de abril de 2018

Dimisión

Tengo un amigo demasiado crítico con el Barça. Como uno de esos apasionados del juego que se dan cuenta de que el corazón no siempre elige bien a la primera, cambió de bando en edad adulta y se lanzó a los brazos de un tipo pequeño y arrollador con el diez en la espalda. Más allá de Messi, ha ido desgranando cada uno de los partidos del Barça hasta convertirse en el mayor adulador de sus victorias. Pero tras cada derrota, le queda una mueca de insatisfacción y siempre suele responderme con el mismo mensaje. "Cuando este equipo dimite, lo hace como nadie".

Yo le quiero hacer saber que no es cierto. Primero porque el fútbol es un compedio de circunstacias donde, siempre, hay dos equipos en liza de los cuales uno siempre lo hace mejor que el otro. Y lo segundo, que es dónde quiero llegar, que no hay equipo que dimita cuando lo hace como lo hace el Atleti.

Lo de anoche en Anoeta no es sino la reedición de ese clásico de los partidos de fuera de casa a los que nos hemos acostumbrado durante los últimos tiempos. El problema de adular victorias como la de Balaídos o el Villamarín es que, más allá del resultado, nos olvidamos del análisis. El Atleti ha hecho, esta temporada, una docena de partidos tan vergonzosos como el de ayer, la diferencia es que ayer el rival anotó las que tuvo y otros días fue nuestro portero el que nos evitó ese sentimiento tan incómodo que todos llamamos bochorno.