martes, 31 de marzo de 2020

El día que descubrimos a Futre

Nos quitaron a Hugo y nos quitaron a Llorente, nos quitaron el gol y nos quitaron el orgullo. No quedaban más que cenizas después de derrotas y la burla constante de quien se sabe superior. Seguían ganando y nosotros seguíamos peleando nuestra parcela de fe, nuestra manera de hacerle saber al corazón que queríamos seguir latiendo. Que queríamos seguir viviendo.

Y aquella búsqueda constante de la identidad llegó Futre al Bernabéu en una tarde lluviosa. Una de aquellas tardes en las que el invierno castigaba Madrid y el barro se convertía en el jugador número doce. Menotti en el banquillo, un equipazo en la grada y un portugués bajándose al lodo para demostrarle al mundo que el Atleti había encontrado a un nuevo ídolo.

Aquel equipo, como los posteriores, terminaron siendo cercenados por la política suicida de Jesús Gil, por esa avaricia personal que le llevó a utilizar el Atleti para su beneficio personal. Pero, durante unas semanas, nada nos quitó la sonrisa, porque aquel cero a cuatro en el Bernabéu ante un equipo que se creía el ombligo del mundo, nos hizo reencontrarnos con el equipo del que siempre quisimos ser. No el frustrado que habíamos tenido antes, no el acomplejado que vendría después. Aquel equipo de Futre era el equipo de todos.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Recuerdos

Nos están mostrando, casi de manera obsesiva, durante estos días, los canales de televisión, aquellos partidos antiguos que, por una cosa u otra, el programador cree que marcaron a un generación. A mí me marca el Atleti, particularmente, y por ello vi el otro día la final de Copa del noventa y seis, prórroga incluída, pero no pienso ver ningún partido del vecino porque todo lo que programan son victorias y ya bastante hube de digerirlas en su vida como para tener que volver a aquellos vómitos no programados.

Además de los programadores de televisión, todos tenemos nuestra particular memoria deportiva. Mi primer Atleti tenía a Navarro de portero y a Rubio de extremo izquierdo. Recuerdo que me enganché tanto con Hugo Sánchez que obligué a mi madre a coserme número nueve en mi camiseta del Atleti. Cuando el mexicano se fue al Madrid, juré no volver a tener un ídolo nunca más, pero hubo un portugués que me lo puso tan difícil que volvió a hacerme llorar el día que fichó por el Benfica.

A ese portugués está ligado uno de los dos goles que más fuerte he cantado en mi vida. Es aquel que le marcó a Buyo en la final de Copa, como todos imaginan. Porque cobraba una afrenta, porque exorcizaba mil demonios, porque daba paz en el alma. El otro es aquel de Forlán al Fulham, porque significaba el principio del fin de una época muy oscura, porque, por fin, el Atleti volvía a levantar una copa después de una década caminando por el infierno.

Todos tenemos nuestro mejor recuerdo y el Atleti, a pesar de habernos hecho mucho de sufrir, de habernos cabreado mucho, de habernos hecho arrepentirnos, por momentos, de habernos gustado el fútbol, también nos ha regalado momentos maravillosos que nos reconcilian con él. Si esta cuarentena dura mucho, igual me animo, algún día, a ir recordando aquellos partidos que, para mí, han sido totalmente inolvidables.

viernes, 20 de marzo de 2020

Cuarentena

De repente el fútbol dejó de ser importante, de momento el rojo y el blanco se fundió en el negro de la preocupación, los mensajes de gol se convirtieron en mensajes de ánimo y los recuerdos quedaron en bonitas sonrisas para combatirle a la seriedad del presente. De repente, el Atleti siguió siendo un amor, pero se convirtió sólo en la más importante de las cosas menos importante.

De repente nos volvimos a mirar a nosotros mismos, a buscar en nuestro interior, a valorar lo que valen los silencios, las palabras, los abrazos perdidos, los abrazos prometidos. Aquellas veces que hubieses querido ver el partido con tu padre pero preferiste quedarte en casa, aquel viaje a Eibar en el que no quisiste ir con tu hermano y que hoy firmarías con los ojos cerrados, aquella final sin amigos porque no querías escuchar los gritos de un vikingo junto a tus oídos.

De repente nos quedamos solos y nos quedó el Atleti. Añoramos a nuestra gente, nuestras cervezas en el barrio, nuestras carreras en bicicleta, nuestras partidas de pocha, nuestros paseos por la montaña, añoramos las pequeñas cosas de la vida y, entre ellas, nos quedó el Atleti. Y recurrimos a Youtube para rememorar las carreras de Futre, los disparos de Forlán y aquella celebración de Torres después de marcarla al Madrid por primera vez. Porque la vida son detalles, recuerdos, momentos y cosas a las que no damos importancia pero que son trascendentales. Y en nuestra vida está el Atleti. En el día a día, en la cotidianeidad y en la cuarentena.

lunes, 16 de marzo de 2020

Liverpool

Liverpool fue una imprudencia, pero una llamada al corazón. Un deber pasional y una irresponsabilidad personal. Un viaje marcado por la prudencia y un abrazo colectivo marcado por la imprudencia. Son muchos los que me dicen que no hice bien viajando, que debería haberme quedado en casa, pero son muy pocos los que entienden que esta bendita locura te agarra el corazón y no lo suelta hasta que te mata.

Liverpool fue una salvajada, una experiencia inolvidable, una historia para contar a los nietos, una hazaña que pasará de generación en generación cuando unos les cuenten a otros que un hubo un equipo que resistió al mejor ataque del mundo a base de suerte, paradas del portero y ese coraje y corazón que tan enfáticos se muestran en el himno.

Liverpool fue un madrugón con gusto, dos enlaces de avión y una hora en tren desde Manchester, fue unas pintas en The Cavern y The Albert, fueron fotos junto a John Lennon y Bill Shankly, fue una previa llena de cánticos y un calor en la grada con el que no se podía perder aunque se perdiese, fue una tormenta en el cielo y un relámpago en el alma, fue un alborozo general y fue, sobre todo, la confirmación de que el Atleti, gane o pierda, está por encima de todas las cosas.

lunes, 9 de marzo de 2020

Falta lo más importante

Falta intensidad. En eso estamos todos de acuerdo. El equipo no muerde como antaño, no cierra filas como sabía, no hace esa presión asfixiante en el medio que convertía la medular en un campo de pirañas. El jugador rival, normalmente, tiene tres metros para conducir y tres segundos para pensar, no hay una pierna cerca, no siente el aliento en el cogote, no tiene miedo a decidir porque cuando quiere tener miedo el balón ya está lejos de sus pies.

Falta juego. En eso estamos más de acuerdo aún. Al equipo le cuesta horrores generar una contra aprovechable, cuesta más aún dar tres pases seguidos en zona de peligro, no encuentra el pase entre líneas y, mucho menos, encuentra el pase definitivo que deje al delantero de cara a gol. Cuesta mucho generar porque no hay un patrón en el medio que fije a los conductores y dé seguridad a los defensores. Por ello se pierden tantos balones y por ello, cuando se hace, cuesta tanto volverlo a recuperar.

Pero si algo que falta realmente es gol y eso es lo más importante. Vale que el equipo ha perdido intensidad y juego pero si hay algo que ha perdido de verdad es confianza y la confianza pasa exclusivamente por ganar, pero para ganar hay que marcar. El Atleti no llega mucho pero cuando llega lo falla casi todo. En una liga tan pobre de los dos de arriba me cuesta no pensar en más de media docena de partidos en los que nos hemos ido a casa con empate o derrota y, sin embargo, hemos fallado goles claros que nos hubiesen mantenido en posición de privilegio. Por ellos sin intensidad, sin juego y, sobre todo, sin gol, va a ser muy difícil cumplir los objetivos esta temporada. Va a ser muy difícil poder seguir soñando con esas empresas a las que un día nos dijeron que podíamos alcanzar.

viernes, 6 de marzo de 2020

Importantísimo

Sé que soy muy pesado, que insisto mucho, que parece que desprecio lo demás y no es así, pero vuelvo a dejar muy claro que lo que importa, de verdad, es asegurar la participación en la Champions del año que viene antes de centrarnos en llegar lo más lejos posible en esta. Porque claro que quiero ganar la Champions ¿Quién no quiere? Pero soy consciente de lo difícil que es y soy consciente de que es más fácil ganarla desde el crecimiento que desde el milagro y no hay mayor manera de crecer en este fútbol moderno que el de tener dinero y no hay mejor manera de obtener dinero que la de jugar la Champions un año tras otro.

Y para ello hay que tomarse muy en serio el partido contra el Sevilla, porque es importantísimo. Importantísimo por que el rival está por delante y si nos gana nos dejará la tercera plaza verdaderamente difícil, importantísimo porque si no ganas al Sevilla los ánimos para afrontar futuros retos no serán los mejores e importantísimo porque, de no ganar, dejas claro al resto del campeonato que has dejado de ser esa alternativa a la que se tenía un cierto respeto.

Por ello hay que olvidarse de Anfield y pensar sólo en el Sevilla. Anfield, si procede, ya llegará el lunes, cuando los rescoldos del partido del domingo ya se hayan apagado, cuando hayamos asegurado, desde el resultado, que seguimos en la brecha y que el equipo sigue sabiendo competir por el día a día. Porque sí, sé que soy muy pesado, que insisto mucho, que parece que desprecio lo demás, pero la liga es la vida.