lunes, 27 de abril de 2015

Otra vez

Otra vez. La rabia contenida en el filo de la garganta, las ganas de llorar, el aire que entra a trompicones por la boca, el corazón apagado, la tensión hirviente, la cabeza deseando una revancha y la mente jugando partido de nuevo, una y otra vez. Pero nunca cambia nada. Ni con pelota ni sin pelota. Otra vez volvío el Atleti. El viejo Atleti.

Otra vez. Dando vueltas en la cama sin encontrar la postura, recordando los goles del pasado para curar las heridas del presente. Aparece el cabezado de Miranda e inmediatamente, también, como una pesadilla, el de Ramos cuando ya tocábamos el cielo con las dos manos. Las ganas de revancha, el miedo a perder. Ahí, creo, se resumió todo. Regresó el miedo a tocar el cielo. El reto vino grande. El plan no funcionó. O, simplemente, no hubo plan.

Otra vez. Los días postpartido en la oficina aguantando chanzas. Las mañanas de ausentismo mental intentando programar el final de un día que no llega. El deseo, insano, de que alguien les meta mano en la semifinal y se callen de una vez la boca. No me siento bien por ello. Respiro. Y otra vez vuelve el tormento de saberme inferior cuando ya creía que habíamos superado el abismo. De nuevo a remar. De nuevo a intentar demostrar que sí, que hemos vuelto. Aunque para ello haya que volver a intentar la imposible y codearse, siendo pobre, con los más ricos.


martes, 21 de abril de 2015

El centro del campo

En el centro del campo se ganan los partidos. Porque allí se cuece el juego, se dirime el gobierno, se manejan los tiempos y, desde allí, llegan, normalmente, las pelotas de gol. Un buen centrocampista es capaz de tocar, manejar y blindar al equipo. Una pierna fuerte ayuda a compensar el juego, una pierna hábil ayuda a desahogar la jugada. Un buen pase tras otro terminan por inclinar el campo hacia el lado deseado.

El Real Madrid tiene centrocampistas excelsos; tipos de pase rápido y preciso, de regate fantasioso, hombres que saben salir del paso con una genialidad. Contra eso es difícil pelear. Las armas del Atleti son la fe y el trabajo. La pierna fuerte y la constancia de Gabi se hacen, otra vez, imprescindibles, pero Gabi está out y el equipo necesita suplirle con urgencia. Está Tiago, tácticamente, el mejor jugador del equipo. Y están Koke y Arda, los tipos que templan, corren y sujetan la pelota. En ellos dos estará la clave del partido.

Koke y Arda están obligados a dar un paso al frente. Hace tiempo que sobre ellos recae la responsabilidad del penúltimo pase, del desahogo ante la presión rival y de la ayuda constante al lateral en cada banda. No tienen la virtuosidad exquisita de James, Kroos o Isco pero no son unos piernas. Saben pensar, saben moverse, saben defender y, sobre todo, saben jugar. Y si hacen lo que saben igual podemos aspirar a competir el partido.

martes, 14 de abril de 2015

Con el freno de mano

Quizá el equipo no da más de sí. A lo mejor lo que yo creo que es nadar y guardar la ropa realmente es cansancio y entrega de últimas fuerzas. Es posible que el nivel real sea este; la pausa, la pobreza de juego, el aburrimiento, la desidia. Puede que me equivoque en todo pero me da la total impresión de que el Atleti lleva varios partidos jugando con el freno de mano puesto.

A estas alturas de temporada cualquier esfuerzo innecesario se paga con creces, cualquier gota de aliento vale por dos y cualquier balón disputado requiere una dosis extra de entrega. Lo que hemos jugado era la antesala de lo que está por llegar. Lo que queda es la batalla final y para ella los guerreros deben estar completamente preparados.

Quiero pensar en que el equipo está guardando fuerzas para la batalla para, con ello, intentar disculpar el tedio y el bajón de rendimiento del equipo en liga. Cuando ha marcado pronto, ha terminado durmiendo los partidos y durmiendo al espectador. Y cuando le ha tocado remar, lo ha hecho tan a cámara lenta que daba la sensación de no querer empeñarse demasiado en la misión. Al final, cerrar el tercer puesto, a parte de prioridad, se va a convertir en el máximo objetivo. Eso, pasando por la Champions. Si se pasa la eliminatoria, Simeone quedará como el genio de la estrategia. Si, por el contrario, el equipo cae eliminado y, además, el esfuerzo termina por pasarle factura en liga, se nos quedará a todos una cara de tonto semejante al pagafantas que se queda sin chica y sin dinero.

miércoles, 8 de abril de 2015

Antesala

Los dos últimos meses de competición son los que terminan marcando el destino del equipo. Dijo Luis Aragonés, tan sabio en sus preceptos, en una de sus alocuciones públicas, que las ligas se ganan en las diez últimas jornadas. Huelga decir que para ello, hace falta no perderlas en las diez primeras. Una vez se ha alcanzado la regularidad después de un gran comienzo, hace falta rematar la faena con unos últimos lances de entusiasmo. Es hora de sacar la mano izquierda y citar al morlaco porque ahora vienen los días de puerta grande.

El histórico triunfo del año pasado se cimentó en un comienzo arrollador y un final a velocidad de crucero. Hasta que los nervios se hiceron dueños del equipo y aparecieron para casi dejar en nada el sueño tras los tropiezos ante Levante y Málaga, el equipo se había convertido en una sólida roca que dejó su impronta en victorias por la mínima que le afianzaron en lo más alto del favoritismo. Este año, con el objetivo rebajado por circunstancias que ya hemos relatado en más de una ocasión, toca afianzarse en el lugar de privilegio de cara a la próxima temporada y, entre medias, afrontar el mayor de los retos que no es otro que enfrentarse a doble duelo al que posiblemente sea el mejor equipo del mundo.

Mucho se le exigirá al Atleti para todos aquellos que siguen pensando que aún tiene mucho que perder. Jugar ocho veces contra el Real Madrid en una temporada y no perder en ninguna de ellas debe ser un hito, que por no haberse logrado nunca, ha de tomar cariz de histórico. Ellos siguen sacando su pecho con su artillería pesada, golean sin piedad y mascan su victoria porque llevan meses pidiendo venganza. Lo nuestro, sin embargo, es el trabajo diario, la victoria sufrida y el remar sin cesar en un mar de dudas. Pero nadie nos va a quitar el derecho a soñar. Vivimos la antesala de algo grande y aunque el hada del fútbol hace tiempo que nos ha abandonado, seguimos queriendo creer que con trabajo y fe se puede lograr lo imposible.