miércoles, 31 de agosto de 2011

Uruguayo

La historia nos ha retratado como tipos circunspectos, atrevidos ante la ignorancia, precavidos ante la advertencia y, sobre todo, fáciles de manipular. Los españoles somos, en general, un pueblo dado a la palabra brusca y al desmentido facilón; nos gusta arribar mitos, desencofrar pedestales y, por último, llorar las ausencias. Nos encanta el tremendismo, el ruido, las nueces y dejar mucha basura esparcida porque entre las mentiras y las verdades algún comentario habrá que nos sirva para utilizar como pie de página y dar rienda suelta a nuestra supuesta sabiduría.

Diego Forlán se marcha del Atleti entre los vítores de sus voceros de extrarradio y entre los abucheos de sus infieles despechados. Ni unos ni otros tienen razón y a la vez pueden tenerla ambos. Es el juego bipolar al que nos tiene acostumbrada la sociedad; o estás conmigo o estás contra mí. Yo estuve siempre con Diego; percursionista audaz, demoledor de redes y celebrador incansable. Podría rendirle mil homenajes y me reduzco a un post para darle las gracias. Merece una condecoración, quizá un busto como aquel de Pantic y un renglón en mayúsculas dentro del libro de historia del Atlético de Madrid.

Pero no vayamos a volvernos locos por su marcha. Los hay que dicen que le empujan al precipicio y los hay que critican que a un balón de oro no se le puede regalar. Ahí radica el problema y desde allí, aunque tarde, erradicó la solución. Con treinta y un años, Europa League mediante y con un mundial esplendoroso en sus piernas, la cantidad a recaudar podría haber sido enorme. Se trataba de desamortizar lo amortizado, sacar una renta por un camión al límite de su kilometraje y hacer homenaje con confeti el día de la despedida. Pero se prefirió seguir nadando contra corriente y sin guardar la ropa, y el equipo, y Forlán, se murieron de frío. Un año después, con su hoja de servicios repleta y sellada, Forlán emigra a Italia a desparramar una docena de buenos goles. No serán mejores que los que aquí marcó por más que los agoreros insistan en repetirlos en la televisión. Era la hora de marcharse, aunque a los héroes no se les regala.

lunes, 29 de agosto de 2011

El camino

Toda decisión trascendental en la vida implica la elección de un camino; en la trascendencia de la elección están implicadas la corrección y la equivocación en cuanto al camino elegido. Se trata de mirar al frente, hacer inventario de las necesidades y sacar un balance de todos los errores que nos han puesto, una vez más, en la encrucijada. El camino correcto suele compensarnos con una sonrisa y generalmente precisa de las alforjas necesarias ¿Qué necesita el Atleti? Por supuesto regresar a la senda de la grandeza ¿Cuál es la mejor manera para hacerlo? Recuperando un estilo.

Durante años, el Atleti se caracterizó por ser un toro que reculaba en tablas y embestía al capote con fiereza cada vez que el trapo aparecía en el centro del albero. Era la fiereza de un contragolpe que sentó cátedra en los círculos futbolísticos del país. Pero aquel era otro fútbol, más racial, más impetuoso, mas agresivo en lo estético aunque menos en lo físico. Ahora el modelo a copiar es otro; la realidad aplastante impuesta por el Barça ha generado pequeños clones que juegan a imitar a Messi y sus amigos. Como Messi y sus amigos son únicos, buena es la receta para aplicarse en momentos de duda mental. En este caso, el balón es el camino.

Es cierto que el Atleti de ayer adoleció de profundidad, adoleció de desborde, adoleció de velocidad y adoleció de fantasía en los úlitmos metros, pero como un esnob de nueva época, vistió traje y corbata y encontró el balón como solución a sus futuros problemas. Siempre me acusaron de ser un derrotista y en ocasiones señalaron con el dedo reprochando mi fatalismo empedernido, pero en este caso voy a optar por mirar el vaso para verlo medio lleno en lugar de medio vacío. Encontrar el balón es el camino, encontrar el camino es esperanza y la esperanza es la mejor generadora de ilusiones posible. A este equipo le falta la chispa que pueden aportar Diego, Arda y Falcao. Y tengo muchas ganas de ver a Koke con este sistema que prioriza el centrocampismo sobre el nadacampismo. Si el equipo no se parte (que parece que no) y la defensa no se despista (que parece que sí), podemos mirar al frente y saber que estamos en disposición de mirar a tú a los equipos de nuestra liga. El balón es el camino.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Soltando lastre

Soltar lastre tiene la ventaja de aliviar el amontonamiento de bultos innecesarios siempre que se haga como síntoma de limpieza y no como acción demagógica de cara a la galería. El problema viene cuando te deshaces de algo que no sirve de nada y, sin embargo, vuelves a llenar el desván de más cajas inútiles. El trabajo realizado, pues, no sirve para nada y tocará esa tonta tarea que implica el trabajar dos veces.

Valera y Raúl García se habían convertido en dos rémoras casi enquistadas en el vestuario del Atleti. De ambos se presuponía entrega y gotas de sudor bajo la nuca, pero se esperaba más fútbol. El primero no sirvió nunca ni como lateral, ni como interior, dejando bien a las claras que, en el aspecto defensivo su espalda era el chollo a buscar para el extremo contrario. De aspecto ofensivo no hablamos, porque si alguna vez ganó la línea de fondo fue para regalarle la pelota a esos chicos tan simpáticos del fondo sur.

Raúl García ha sido otra cosa. Durante sus dos primeros años se erigió en argumento de defensa en favor de Aguirre. El chaval corría, robaba, a veces se posicionaba y se le veían maneras de futuro líder. Pero todo se fue al traste; nunca le dejaron claro si debía ser conductor y debía dejar que le condujesen, nunca le hablaron de que este escudo pedía fútbol y si un día era mediocentro al día siguiente era mediapunta. Total, que el chaval se volvió loco, optó por el pelotazo, el escaqueo y la falta a destiempo y se ganó la bronca de la grada. Otro buen proyecto al traste, pensaron algunos; otro proyecto de lastre, cambiando solamente un par letras, pensaron otros.

El Atleti suelta el lastre y parece que se acaban los problemas, pero no es así, porque las cajas inservibles se han sustituído por otras que siguen sin valer, y los Valeras de hoy serán los Mirandas de mañana, igual que los Raúles que hoy nos dejan, se convertirán en Fran Mérida, Elías y Salvio con el paso de los meses. Es el problema de no saber organizar bien el desván; al final pierdes tus mejores juguetes y te quedas con los peores libros.

martes, 16 de agosto de 2011

Éste no sabe dónde se ha metido

No lleva ni dos días en Madrid y el turco este ya me parece un cachondo de cuidado. Se suelta media sonrisilla sobre esa papada oscurecida y parece hasta simpático, pero lo mejor viene cuando se le suelta la lengua; ebrio de ignorancia y aturdido en tablas por el cuadro surrealista que le han enseñado, se arma de valor, se viene arriba y llega a decir que para qué vamos a soñar con el cuarto puesto cuando se puede aspirar a más.

Este cuento chino (o turco) ya me lo conozco. Al chico le dicen que viene a un equipo que dicen que es el tercero de España, que hace un tiempo, no ahora, pero antes sí, se ganaba al Madrid una vez por temporada e incluso se arañaban puntos en el Bernabéu, que no hace mucho solamente tenía una liga menos que el Barcelona, ese Barcelona que hoy en día gana, asombra y divierte y el chaval, que ha crecido con los oídos regados de blanco y azulgrana dice "Guau", "Equipazo", "Qué suerte tengo". Y claro, como soñar es gratis y la prensa, cuando se pone, es muy cabrona, pues le hacen sacar la lengua a pasear y le hacen tirar de atrevimiento y luego viene el titular fácil y la sonrisa socarrona y la chanza burlesca del vecino que te busca la espalda para darte un toquecito y decirte "que lo vais a ganar todo, dice el turco". Y te mira así, con esos ojos de chulo relamido, esperando una respuesta y se queda en el sitio cuando decides hacer caso omiso y decirte a tí mismo que para qué entrar en el juego de estos ignorantes emocionales si ya estás acostumbrado a discutir para nada y ya no merece la pena seguir tentando a la suerte con la úlcera de estómago.

Dentro de un par de meses, el turco irá diciendo que igual eso de quedar cuarto no estaría tan mal y que no se esperaba tal desajuste defensivo y que al equipo le falta acoplarse, mal congénito del que no le hablaron en verano antes de decirle que sí, que a lo mejor con el Atleti jugaba la Champions más veces que con el Galatasaray. Y llegará febrero, y cuando la Copa vuelva a ser un sueño perdido de primavera, dirá que venga, que vamos, que igual si apretamos un poco nos clasificamos para la Europa League, que al fin y al cabo, un año la ganamos y la gente se echó a la calle porque decían que éramos el mejor equipo de Europa. Y eso quedando novenos en la liga. Y cuando acabe la temporada dirá que a lo mejor el año que viene se puede aspirar a más, pero que para hablar, mejor pregunten al nuevo que yo ya pagué la novatada y a estas alturas de mi vida ya sé dónde me he metido.

miércoles, 10 de agosto de 2011

El chascarrillo fácil

Para toda aquella persona lúcida, preferiblemente atlética, que posea el recurso fácil del gatillo ingenioso, este fichaje del turco le bastará para dibujar media sonrisa, dejar caer el cigarro por el filo y decir que para qué narices quiere la gente que arda Turan si los que tienen que arder son Gil Marin y Cerezo.

Más allá del recurso simplón, del chiste malo y de la chulería que, desde antaño, se nos presupone a los atléticos de cuna (esos que un día vimos jugar a Arteche y Marina, no los que han visto al Pato Sosa caerse de culo o a Fabiano Eller despejar con susodicha parte), puedo opinar, aunque poco, respecto al turco basándome en las dos únicas actuaciones que le recuerdo. En la Eurocopa de dos mil ocho, cuando Turquía se quedó a un minuto de rozar la final, el chico jugaba por la izquierda, se movía con desparpajo y hasta dejó detalles interesantes. Aquello sólo era un botón, pero no una muestra. Después pude verle en la eliminatoria que nos enfrentó al Galatasaray el año que conquistamos Hamburgo y, a decir verdad, no recuerdo gran cosa. Ni buena, ni mala. Y eso no suma puntos a su favor.

Obviando la probabilidad de que Caminero se haya reencarnado en un nuevo García Pitarch y nos haya conseguido una nueva pieza para el museo de los horrores, el fichaje del turco no responde a ningún plan. Y el plan, como siempre, es que no hay plan. No hay plan porque el equipo precisa de un organizador en plaza y se ficha a un segundo punta que, gracias a su habilidad, puede jugar en banda. Es decir, hemos fichado a otro Reyes. Turan no puede jugar detrás de dos delanteros porque no tiene capacidad de armar el juego si no es protegido por tres medios de contención y para jugar con ellos habría que pecar porque significaría prescindir del utrerano. Se podría jugar con cuatro, tres, tres, pero si se ficha a otro delantero, no creo que Manzano quiera convertirse en otro Quique, castigar con el ostracismo a Forlán y echarse encima a todo el vestuario.

Por lo que así estamos, un año más. Sin cerebro, con cromos repetidos, la mayoría de ellos inservibles y con la sensación de que aquello que ocurrió en el noventa y seis no volverá a ocurrir. Que no arda Turan, hombre, qué ardan Gil Marín y Cerezo.

lunes, 8 de agosto de 2011

Un pequeño atisbo de lo que les espera

Reconozco que el principal motivo por el que ayer me senté frente al televisor para visionar la Community Shield era la de poder juzgar, a posteriori, las evoluciones de Sergio Agüero y David De Gea. Otrora ídolos de la grada rojiblanca, los dos se marcharon como proscritos y en su ambiente pervive el aura de un desengaño que puede provocar que, tras cada pequeño fracaso, haya una pequeña sonrisa.

De Gea, como rojiblanco, siempre fue un tipo frío, calculador y fiable, pero poco atrevido. Regularmente pecaba de confianza y prefería guardar su área antes de buscar una pelota en la cabeza de un rematador. Fiar todo el trabajo a la audacia de tu compañero, suele traer como consecuencia una mala sorpresa, una reprimenda de vestuario y un runrún sobre el eco de la tribuna. En un campeonato en el que el balón aéreo y la jugada de estrategia son signos de identidad, De Gea deberá aprender a buscarse la vida más allá de los palos, a aguantar la respiración, a palmear la pelota y a levantarse por encima de los tanques aéreos que sobrevolarán por su zona de influencia más de una docena de veces por partido.

A Agüero ni le vimos. Encorsetado en un esquema en el que prima el rigor y la nada por encima del talento, el City se ve abocado a los chispazos de sus estrellas para poder encontrar una sonrisa en el rostro de sus aficionados. Ni un dos a cero le sirve para vivir tranquilo porque el equipo no está hecho ni para contragolpear. Anudado en un centro del campo que no sabe mezclar y dependiendo en exceso de un Silva que ve pasar el balón de largo en la mayoría de las jugadas, el equipo se convierte en una sucursal del aburrimiento y en un desperdicio para la esperanza. A Agüero le espera un equipo que no juega para nadie y un entrenador que no sabe a qué quiere que juega su equipo. El aviso para navegantes, va también para aquel que escupió en el escudo que vistió: queda muy bonito decir que el City es mucho más que el Atlético; las palabras son fáciles de apoyar cuando los ojos se nublan ante el lujo, pero si el dinero puede comprar las aspiraciones, jamás podrá comprar la grandeza deportiva. A Agüero le espera un monstruoso proyecto, pero también un equipo acomplejado. Si se aburre, que no pase por ventanilla, porque nadie va a atender sus quejas.

jueves, 4 de agosto de 2011

A años luz

El Atleti está a años luz de ser un equipo serio. Cualquier equipo con solera, al que se le presupone la grandeza que aportaron Gárate, Luis, Griffa y Collar, estaría ahora, como un Valencia de turno, esperando rival de Champions mientras gira por Europa, no en busca de agónicos pases, si no en busca de una forma física adecuada. Pero este Atleti de costuras al aire y engranaje chirriante, anda suplicando perdón por estadios de tercera fila mientras otros miran con descaro su pasado para reírse de su presente.

El Atleti está a años luz de encontrar el juego que debería acompasar sus aspiraciones a los logros que un día le hicieron grande. Ya puede estar en frente un noruego, un argentino o un polaco; el fútbol es plano, sin sorpresa, sin profundidad, sin alma. La defensa recula hasta acostarse en el área, el centro del campo sigue siendo de dos tipos sin función clara y los delanteros siguen siendo una isla desierta en mitad de un océano de dudas.

El Stromsgodset está a años luz del nivel que se le va a exigir al Atleti durante la temporada y eso hace aún más agravante el hecho de que los noruegos mereciesen más, que durante varios minutos nos encerrasen en campo propio, que exigiesen a Abel y que provocasen que Gabi y Assunçao mirasen más hacia detrás que hacia delante. Una eliminatoria que debería haberse solventado en un seis a cero y un cero a cuatro, terminó sembrando dudas y con un marcador demasiado engañoso. Pero aquí no hay condiciones normales; se vende a los buenos, se ficha a los malos y se tapa todo con cortinas de humo. El año será muy duro, como los anteriores, y cuando uno empieza a acostumbrarse a no aspirar a nada es cuando termina de ser consciente de que ya no es aficionado de un equipo grande.

miércoles, 3 de agosto de 2011

La risa de Pinto da Costa

El presidente del Oporto no es un tipo sospechoso. No sé cómo se cuece el fútbol en portugués, pero sí sé leer cifras. En sus más de treinta años como presidente del Oporto, el equipo ha ganado cincuenta y cuatro títulos; entre ellos dieciocho ligas, doce copas, dos copas de Europa, dos copas de la UEFA y una copa intercontinental. No lleva mucho menos el gilismo instaurado en el Atleti y desde entonces solamente han caido una liga, tres copas y una UEFA. Las cifras cantan, las comparaciones son odiosas, éstos sí que son sospechosos.

Amén de los títulos logrados, si por algo se ha caracterizado el Oporto en los últimos años es en vender a precio de oro a jugadores que compró a precio de saldo. Tipos como Futre, Deco, Carvalho, Lucho González, Luis Fabiano o Pepe fueron sobretasados después de pasar por el equipo de Do Dragao. Si de algo sabe Pinto da Costa es de negocios. Si de algo debe saber Pinto da Costa es de quien se debe fiar y de quien no.

Y si dice que la oferta del Atleti por Falcao le provoca risa es porque conoce el percal. Porque sabe que es el equipo rastrero que le robó a Assunçao con denuncia a la UEFA incluída, porque sabe que la seriedad es un adjetivo que brilla por su ausencia en el Manzanares y porque sabe que ni él, ni Falcao, se sentarán jamás a negociar con un equipo que solamente aspira a superar su ridículo año tras año.

Falcao no vendrá. Cerezo sigue contando billetes. Pinto da Costa se ríe. Y nosotros seguimos llorando.

martes, 2 de agosto de 2011

Yo no lo veo tan claro

Godín hablaba de Champions. Primer pasote. Del partido de vuelta contra el Stromsgodset para qué hablar, pan comido. Que si el césped artificial no es excusa, que si somos el Atleti, que si estamos convencidos. Palabras bonitas que afirman el verbo y adornan al graderío, pero que, comprobada la historia y la situación no hacen sino convertirse en palabrería barata, heridas escondidas y verdades a medias.

Hoy habló Filipe. Lo de siempre. Vamos a pasar sí o sí. Otro pasote. Parece que nadie es consciente de que este equipo juega andando, sin intensidad, sin fulgor, sin alma. Y eso sin el balón. Con la pelota es peor; hace tiempo que olvidaron dar tres pases seguidos, hace tiempo que obviaron la profundidad, hace tiempo que abandonaron el concepto de desequilibrio.

Los noruegos no son nada del otro mundo. Un equipo que, en España, andaría entre la tercera y la segunda división B. Y eso si apuramos. Pero ¿Qué es el Atleti? Un viejo transatlántico que un día fue crucero de lujo y con el tiempo solamente mantuvo el nombre. Todos le miran con cierto respeto, pero nadie quiere subirse en él. Las bodegas hacen agua y la orquesta, que no es como la del Titanic, ya hace tiempo que tomó las de Villadiego en las balsas de rescate. Me acuerdo del Timisoara y me tiemblan las piernas. Aquel Atleti mantenía algún resquicio de su vieja solera. Este no tiene ni eso. Yo no lo veo tan claro.

lunes, 1 de agosto de 2011

El bueno de la película

Dice Agüero en su web que él no es el malo de la película. Como un personaje cobarde que se esconde tras el telón y habla a través de la red para no dar la cara, insinúa un argumento distinto en el desarrollo de la película y reconoce errores, pero no pide perdones.

Algunas reacciones, por tardías, saben tan mal como las pasividades. De haber hablado antes, de haber dicho la verdad y, sobre todo, de haber explicado los motivos sin perder el respeto, muchos hoy no estarían deseando su muerte y muchos más estarían deseando repetir la misma acción que ya sucedió con Torres cuando el Liverpool arrivó al Manzanares. Podrían haberle postrado de hinojos, aclamar al cielo su nombre y dejar que la bobalicona felicidad embaucara a una grada que un día aclamó a jugadores de pie y nunca a ídolos caídos.

La verdad, sin que la cuente Agüero la sabemos todos. La conversación, palabras más, palabras menos, debió ser algo parecido a esto: "Oye ¿Cómo que el bufete este se atreve a sacar una cifra de deuda?"; "No pasa nada, les untamos con mantequilla de sobre bajo cuerda y les obligamos a rectificar"; "¿Y cómo maquillamos las cifras?"; "Cómo lo hemos hecho siempre, tasamos a los buenos, les hacemos pasar por malos, trincamos la pasta, vendemos humo y que nuestros amigos de la prensa se encarguen de lavar nuestra imagen"; "Habrá que sacar un par de promociones para los periódicos"; "Una cubertería y un albornoz está bien"; "Y habrá que bajarle la cláusula al Kun"; "Ponlo en marcha".

Aquí todos son los malos y hay un único bueno. El único bueno es mi padre, que ya no enciende ni el transistor, y el dueño del bar de mi barrio que fundó la Peña Arteche, y mi tío que baja cada tarde de domingo a ver a su equipo, y mi hermano, que sigue sufriendo en silencio sus colores mientras tilda de realidad sus crónicas, y mis amigos, que ya ni me llaman para quedar a ver el fútbol, y todos esos que decidieron romper su abono para no seguir lastimando su orgullo, y los que no lo hicieron para seguir teniendo un motivo por el que llorar. Y yo, que sigo estando hasta las narices de ver como los malos siempre nos ganan en esta película que no tiene fin.