
Por ello, todos fuimos celebrando con alborozo cada vez que un jugador de la plantilla iba dando un paso adelante y se iba convirtiendo en uno de los mejores futbolistas del campeonato. Aquello fue el milagro de los panes y los peces, tal y como lo contamos aquí en su día. Miranda y Godín dejaron de ser un coladero para convertirse en la mejor pareja de centrales de Europa, Juanfran y Filipe dejaron de ser dos timoratos proyectos de lateral para jugar como los mejores extremos, Gabi y Tiago comenzaron a impartir magisterio desde el centro después de haber sido durante la mitad de su carrera dos sospechosos habituales y cada delantero que se iba incorporando al equipo se iba acoplando al sistema cumpliendo a la perfección su función de goleador. Aquel inmenso trabajo de concienciación convirtió a Simeone en un entrenador de leyenda. O al menos, nosotros, así lo percibimos.
El problema surge cuando te arrasan los años o te debilitan el equipo con ventas no deseadas. En los casi cinco años que Simeone lleva al frente del Atleti, se han marchado un portero, un lateral izquierdo, dos centrales, un mediocentro, tres interiores y cuatro delanteros. Hablamos de tipos con mucha importancia en el equipo y un gran impacto en el juego. Si, además, los que se quedan cumplen años y la edad se convierte en un factor contra el que no existe remedio, al entrenador le toca la función de volver a inventarse. Por ello, pese a los inconvenientes, es admirable la labor de Simeone en su tarea continua de encontrar al futbolista una y otra vez, una y otra vez.
Si existen tres futbolistas, por potencial futbolístico, que el equipo tiene obligación de encontrar, son Jackson Martínez, Ferreira Carrasco y Ángel Correa. Uno porque de él dependerán los goles en momentos de necesidad, otro porque de su velocidad dependerán las contras más letales y el último porque aportará la magia necesaria en los partidos atascados. El resto serán los mismos, un portero solvente, dos centrales fiables, dos laterales incisivos, los tres centrocampistas de siempre y Griezmann como auténtica estrella sobre la que orbitar en las grandes noches. Si Simeone vuelve a obrar el milagro y el equipo vuelve a juntarse como un grupo sólido y solidario, el Atleti puede volver a hacer ruido. Mucho ruido.
El problema surge cuando te arrasan los años o te debilitan el equipo con ventas no deseadas. En los casi cinco años que Simeone lleva al frente del Atleti, se han marchado un portero, un lateral izquierdo, dos centrales, un mediocentro, tres interiores y cuatro delanteros. Hablamos de tipos con mucha importancia en el equipo y un gran impacto en el juego. Si, además, los que se quedan cumplen años y la edad se convierte en un factor contra el que no existe remedio, al entrenador le toca la función de volver a inventarse. Por ello, pese a los inconvenientes, es admirable la labor de Simeone en su tarea continua de encontrar al futbolista una y otra vez, una y otra vez.
Si existen tres futbolistas, por potencial futbolístico, que el equipo tiene obligación de encontrar, son Jackson Martínez, Ferreira Carrasco y Ángel Correa. Uno porque de él dependerán los goles en momentos de necesidad, otro porque de su velocidad dependerán las contras más letales y el último porque aportará la magia necesaria en los partidos atascados. El resto serán los mismos, un portero solvente, dos centrales fiables, dos laterales incisivos, los tres centrocampistas de siempre y Griezmann como auténtica estrella sobre la que orbitar en las grandes noches. Si Simeone vuelve a obrar el milagro y el equipo vuelve a juntarse como un grupo sólido y solidario, el Atleti puede volver a hacer ruido. Mucho ruido.