miércoles, 21 de octubre de 2015

Volver a empezar

No es sencillo tener que reinventarse. Vivir en la comodidad del éxito es un arma de doble filo; por un lado, cuentas con la ventaja de tener aprendidos unos mecanismos, sabes ejecutar el plan porque lo conoces al dedillo y juegas con el favor del viento porque, pese a la derrota, nadie te echará en cara que no lo hayas intentado. Por otro lado, la continuidad puede conllevar aburguesamiento y ese es un peligro mayor que el de cualquier discurso equívoco.

Durante años, los entrenadores del Atleti han tenido que tragar sapos y justificar sus fracasos ante una afición desencantada. El desencanto, por más que pareciese un castigo a nuestro halo de malditismo, terminó el día que arribó Simeone al puerto del Manzanares. Aún con todo; con su firmeza, su discurso frontal, sus títulos y su comunión con la grada, también ha tenido que tragar sapos, solo que él no tuvo que justificarse porque lo suyo fue trabajar y trabajar. Aún así, hubo de adaptarse a jugar sin Falcao cuando el colombiano se había convertido en su depredador favorito. Hubo de adaptarse a jugar sin Diego Costa cuando el brasileño le había otorgado los goles más decisivos de su carrera. Y ha de adaptarse a jugar sin Arda Turan pese a que el turco era el socio preferido de todos.

Todo cambio es traumático. Quien no puede conservar sus mejores materias primas ha de improvisar un producto nuevo una y otra vez. Conseguirlo es mérito de todos. Del entrenador por saber conservar el discurso y de la plantilla por saber adaptarse a las circunstancias. En ese proceso se encuentra este Atleti, otra vez en obras. Nuevos jugadores, nuevo sistema y una llama de ilusión que, al haber ardido en lo más alto del olimpo, ahora no quiere apagarse ni aún en la más atemorizante de las dudas. Nos toca volver a empezar. Y nos toca volver a esperar.


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