martes, 19 de mayo de 2020

17 de mayo

El diecisiete de mayo es mi cumpleaños. Sería una fecha más en el calendario sino fuese porque durante dos temporadas, el Atleti me hizo los mejores regalos del mundo. Aquella Copa en el Bernabéu después de catorce años sin ganar un derbi. Y aquella liga en el Camp Nou exorcizando todos los demonios que, durante años, acompañaron al equipo. Porque el Atleti, durante muchos años, se empeñó en amargarme los cumpleaños, en hacerme creer que cada mes de mayo no eran sino la confirmación a una pesadilla que había durado nueve meses.

El diecisiete de mayo de 2013 yo recibí una entrada como regalo a las tres de la tarde. Justo había terminado de comer y en mi casa se presentaron mis padres y mis hermanos, como si no pudiesen esperar a que terminase la siesta para venir a celebrar. Me dieron un sobre que contenía una entrada a lo inolvidable. Yo, que ya venía atacado desde el comienzo del día, templé ánimos, agradecí con el corazón y me puse la rojiblanca rumbo al estadio de ese otro equipo donde no nos han visto perder una final. Fue increíble. La previa, el partido, las paradas de Courtois, entonces un caza canguros, los goles y la apoteosis final mientras Koke clavaba la bandera del Atleti en el centro del campo. Uno de los mejores cumpleaños de mi vida. Rematado en Neptuno, cosido a mi memoria como se cosen las cosas que tienen todo el sentido.

El diecisiete de mayo de 2014, sábado, yo celebré el cumpleaños comiendo fuera de casa. Mi mujer, que en los días de partido importante no tiene más remedio que soportarme, y mis hijos, que eran muy pequeños entonces, tuvieron que ver como comía con la cabeza en otro sitio y cada vez menos uñas en los dedos. Aquella tarde, Godín me hizo gritar como un loco y tengo en la cabeza ese momento en el que Tiago recoge el último balón justo en el pitido inicial y cai al suelo preso de la emoción. Una Copa y una Liga, es muy difícil que alguien, como hizo el Atleti, me vuelva a regalar algo mejor y algo tan inolvidable.

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