lunes, 10 de enero de 2022

Todo mal

Cuando todo está mal, nada sale bien. Cuando todo viene de espaldas es muy difícil asumirlo de frente y más difícil aún contrarrestar los errores porque en el vicio de no encontrar la solución no aparece la virtud de hacer frente al problema. El portero ha perdido su aurea, los centrales titulares se citan en la enfermería dejando a los suplentes un espectáculo circense rayano en el ridículo, los centrocampistas se pierden en los lugares sin espacios y los delanteros han de buscarse las habichuelas en los dos o tres balones francos que reciben por partido.

Así llegó el primer gol, más motivado por una genialidad espontánea que por un lance del juego, porque hasta que Correa interceptó el balón en el círculo central, el equipo no había sobrepasado esa línea y se mostraba incapaz de dar dos pases ante un Villarreal que circulaba con soltura y acogotaba al Atleti a base de centros abiertos y robos inmediatos. Luego llega Correa y marca el gol de su vida, sí, pero si no aparece el juego, las genialidades, al final, solamente quedan en anécdota.

Porque el equipo no tiene patrón ni está estructurado para nada. Es increíble como en el transcurso de medio año, un equipo campeón se ha convertido en una medianía, en un rival sin alma, espíritu ni combatividad. El arreón final, más provocado por el orgullo que por el juego, permitió sacar un empate que no merecimos pero que al menos nos pone de frente a nuestros pecados. Seguimos en posición para luchar de nuevo por entrar en Champions y nos hemos quitado de encima un campo que sigue siendo una pesadilla. Ahora toca reiniciar y pensar en el Supercopa que, aunque no sé si lo han llegado a sopesar, no deja de ser un título y no estamos ahora para despreciar nada.

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