martes, 5 de julio de 2022

Civitas

El Atleti recibe ciento cincuenta millones de un fondo gestionado por LaLiga con el fin de mejorar sus estructuras e invertir en sus categorías inferiores, con ellos, proyecta la construcción de la futura ciudad deportiva, todo muy idílico, junto al estadio Metropolitano y de repente, oh, sorpresa, encuentra a una inmobiliaria, en busca de activos, como patrocinadora y prestataria del nombre del recinto a pocos meses de iniciar la construcción. Y a mí que me acusan siempre de ser malpensado.

La mafia es una estructura delictiva que actúa en torno al concepto de familia. Tras el capo, siempre hay un comandante dispuesto a ocupar el trono y continuar con la política continuista. En el Atleti, muerto el capo no se acabó la rabia sino que fue el Consegliere Calam el encargado de tomar las riendas y jugar al Monopoly con el sentimiento de miles de aficionados que soñaban con un equipo mejor mientras él cumplía sus sueños de escalar puestos en la lista Forbes.

Escudado por el Cholo y sus magníficos resultados, ha podido sobrevivir en lo alto mientras prometía fuegos artificiales que explotaban antes de ser lanzados. Los globos sonda, como las promesas, están cargados de vacío y finalmente ha quedado constatado que es más importante el chanchullo propio que el beneficio del equipo. Venderán a alguien importante, recuerden, y cuando fichen un sucedáneo los periodistas que celebran barbacoas con él volverán a decir que el Atleti tiene la mejor plantilla de la historia y que un nuevo fracaso irá, de nuevo, en el debe del Cholo y nunca, jamás, en el del que juega al Monopoly con nuestros sentimientos.

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