miércoles, 23 de noviembre de 2011

La vida de un pre púber

http://www.telecinco.es/informativos/content/maincontent/495.$plit/C_4_maincontent_100002370_mediumimage.jpgManolito ya empieza a explotar sus primeros granos sobre las cejas, hay quien le dice que se debe al exceso de chocolate, pero sus compañeros, metidos en mofa y pitorreo, le acusan de onanista sin tener prueba alguna. Lo cierto es que Manolito pasa demasiado tiempo últimamente en el cuarto de baño; su madre se pregunta qué tiene de interesante ese tebeo que se compró hace un par de meses en el rastro, mientras que su padre, que antes de cocinero fue fraile, sabe de sobra que entre las ajadas hojas del cómic, su hijo esconde el penúltimo número del Playboy en el que una rubia alemana enseña sus encantos y provoca en el chaval sus primeros ardores de juventud.

El padre de Manolito es un tipo serio en el saludo pero muy amable en el trato. Gusta de contar chistes en el bar mientras toma el vermut de los domingos, picar a su cuñado cada viernes por la noche y contarle a su hijo las cabalgas de Futre mientras Chendo se arrastraba por la banda buscando un tobillo que jamás encontró. Tras la siesta del domingo aparece en el salón con un pitillo entre los labios y una copa llena de hielo que llena de coñac barato. Muy a menudo el trago es amargo porque su Atleti termina perdiendo contra un equipo de la cola o porque ha vuelto a empatar a cero en el Calderón después de fallar cuatro goles cantados. Manolito le dice a su padre que un compañero del colegio le ha dicho que el Atleti es así, que es un equipo acostumbrado a perder y que lo suyo va a ser sufrir durante toda su vida. Y su padre, con el gesto serio y la memoria aún caliente por el resultado, le explica a Manolito que no, que hubo un tiempo en el que su equipo jugaban hombres en cuyo corazón rugía un oso junto a un Madroño, que el orgullo iba por delante del pronóstico y que la conciencia se dibujaba a base de resultados.

Manolito ya no quiere sacar del cajón la camiseta que un día serigrafió con el nombre del Kun Agüero, igual que hace tiempo dejó de ponerse aquella que le regaló su abuelo paterno con el número nueve de Fernando Torres. Su abuelo paterno es del otro lado de la calle; desde que apenas era un bebé se había empeñado en regalarle trajecitos y juegos de sábanas de color blanco pero todos habían terminado en el cubo destinado a la beneficencia. A menudo intenta descifrar la sonrisa de su primo Alvarito y no logra entender porque aquella superioridad en la mirada tras cada resultado a favor.

A Manolito, entre las chanzas y mofas que recibe en el cole tras cada lunes de jornada futbolera, le ha dado tiempo a crecer, superar la primaria, batir algún record en sus juegos de la Play Station, dar una calada a un cigarro, dar su primer beso a una chica y peinarse con gomina mientras ideaba un plan para robarle la colonia cara a su padre. Hace menos de un mes cumplió doce años e hizo balance de todas los sueños pendientes de cumplir. Su padre siempre le cuenta que en la penúltima contracción Hasselbaink encaraba a Bizarri y que en el momento de su nacimiento, José Mari estaba celebrando el uno a dos. Mirando hacia atrás creer haber vistos más de lo que hubiese creído; ha visitado el Calderón, se ha emocionado con el eco de las gradas y ha visitado Neptuno una vez con ocasión de un gol de Forlán en la prórroga. Pero nunca ha visto al Atleti ganar un derbi.

1 comentario:

Adal dijo...

Bonito relato, esto hace coger moral para el sábado, un año más.
Saludos desde http://derojoyblanco.blogspot.com/