lunes, 27 de julio de 2015

Un paso adelante

El movimiento se demuestra andando y la personalidad se demuestra liderando. Para hacerlo, no basta con una palabra vacía y un acto de cara a la galería. La demagogia es una vía de escape tan peligrosa que se corre el peligro de caer en el pozo de la ira una vez se ha demostrado que, cuando hay que dar el callo, no sirven las excusas de mal pagador.

Los valientes de distinguen del resto por su proposición de mirar siempre hacia adelante, de tomar las riendas de la situación y de hacer ver a sus compañeros que sobre sus espaldas caerán las responsabilidades. Será la mano amiga que ayude a empujar en los momentos difíciles y el barco sobre el que navegar cuando la corriente corra a favor.

Durante este último lustro ganador hemos visto al equipo aferrarse a la inteligencia táctica de Tiago y al coraje pasional de Gabi. Ambos, polos opuestos en lo futbolístico pero abrazados a una misma causa en lo sentimental, han sujetado al equipo por los pies y lo han armado por la cabeza. Sin ellos, el sentido y la sensibilidad, el Atleti no hubiese cuajado ni la mitad de sus mejores actuaciones. Pero a ellos se les acaba la gasolina; los años, ese desgaste conceptual que nos deja tirados en cada esquina cuando menos lo imaginamos, han terminado por situarlos en la normalidad. Ya no son los dos tipos excepcionales bajo cuya tutela el equipo gobernaba a su manera. Ahora es el turno de otros. Es la hora de que los que vienen por detrás den el paso adelante y se conviertan en los líderes que el equipo necesita.

Mirando hacia detrás aparece el nombre de Koke Resurrección como auténtico captador del relevo generacional. Durante años, Koke se ha pulido en el centro del campo asumiendo el rol de magnífico coéquipier. El chico que lanzaba los córners, el que daba el úlitmo pase, el que asumía la conducción en los metros finales. Pero tras tres temporadas como titular indiscutible a Koke se le pide algo más. Ahora que Tiago y Gabi piden aire, Koke es el tipo que tiene los pulmones bien cargados. Le toca dar un paso adelante, asumir la dirección, tomar la pelota y asumir que, ahora sí, todo el juego del equipo debe pasar por sus pies. Eso es lo que se conoce como liderazgo.

lunes, 20 de julio de 2015

Los adioses

Se marchó Mandzukic, el tipo que corría con el alma y no sabía que acelerar era cuestión de condiciones. Peleaba, saltaba, remataba y cumplía como un profesional, pero no supo borrar de nuestros corazones el halo de recuerdo que nos habían dejado Falcao y Costa. Nada que reprocharle, mucho que agradecerle, poco, en realidad por lo que recordarle. Cuando el equipo necesitó el gol decisivo en el momento clave, el croata estuvo para lo grueso; presionar, aguantar, correr..., pero no para lo fino; decidir. Se echará en falta su voluntad, pero nos engañaríamos si dijésemos que moriríamos por volver a verle vestir de rojiblanco.

Se marchó Miranda, el hombre que nos devolvió la sonrisa, el hombre que nos resucitó el orgullo, el hombre que nos dio el corazón. Nadie podrá olvidar aquel diecisiete de mayo y aquel testarazo cruzado a la salida de un córner. Nadie olvidará jamás sus cruces elegantes, sus mano a mano contra los mejores, sus pequeñas victorias en el borde del área grande. Nadie olvidará jamás recitar de memoria aquella pareja de centrales formada por Godín y Miranda porque en ella vivió la parte más esencial de los éxitos. Un muro en el norte que ningún caballero blanco osó atravesar porque allí habitaban sus guardianes y su Lord Comandante, dirigiendo con una sonrisa y una samba sonando en sus oídos.

Y se marchó Arda, con la sonrisa a otro lugar, con el despecho en el rostro, con la desfachatez en la mirada. Se fue con su talento, su culo pegado al estómago del rival, con esa manera suya de sujetar el balón, con esa suerte de regate hacia afuera tan característica. Se fue el artista turco, el hombre de la barba poblada, la mirada espartana de un gladiador sin fuste pero con mucha presencia y trabajo. Triunfó porque supo escuchar, porque supo acceder, porque supo consentir. Y, sobre todo, porque supo jugar. Se marcha y todos le hemos declarado enemigo público número uno sin volver a caer en la cuenta de que allí arriba siguen viviendo dos tipos que juegan al monopoli con el equipo cada verano. Esos dos tipos que, verano sí y verano también venden siempre, y por decreto propio, al mejor jugador del equipo.

miércoles, 8 de julio de 2015

Bloquear por sistema

Érase un hombre malo que prostituyó un club. Un hombre sin escrúpulos que jugó a ser Dios y fue frenado en seco por los poderes tácitos. Un tipo sin conciencia ni remordimientos que engañó a una masa, jugó con las ilusiones de un millón de infelices y se tiró de cabeza sabiendo que abajo le esperaba un colchón de billetes. Cuando los billetes y el club se fueron al garete, los tribunales dictaron sentencia en contra, pero para entonces la llama de la ilusión se había apagado, el club, usado como un juguete, agonizaba y el delito ya estaba prescrito por lo que el tipo y su hijo pudieron seguir jugando a policías y ladrones como si nada hubiese pasado.

Érase un grupo de tipos que pusieron el sentimiento por delante y el pasado como representación. Un equipo de valientes que se juntaron en sociedad y miraron al futuro mientras otros derivaban continuamente en el presente. Una panda de hombres con afición por la legalidad y lágrima fácil por el valor de su equipo. Una gente que denunciaba lo que consideraba ilegítimo y luchaba ferozmente contra los elementos. Era una asociación que, a base de señales de humo, le iba gritando al mundo las veleidades del gilismo mientras el mundo giraba el viento para apagar su lágrima y su voz.

Y érase un tercero en discordia, un cuarto poder con pocas ganas de contar la verdad y sí de seguir alimentando mitos cargados de mentira. Estómagos agradecidos que paseaban su pluma para dar sesiones de baño y masaje a los que mandan y que, cuando veían como los chicos de "Señales de Humo" se esforzaban en su lucha en favor de la justicia, se arremangaban con ahínco antes de coger su pluma y escribir, con premeditación y alevosía, que el trabajo de la poco agradecida oposición al poder no consistía en otra cosa que no fuese el "bloquear por sistema" el buen rumbo de la nave. Una perniciosa manera de decir que les sigue interesando un Atlético a punto de derrumbarse que un verdadero y molesto rival para el gigante que lo acapara todo.