
Sin Tiago, Gabi perdió su norte pero no perdió su espíritu. Como no había un ancla como aquel, en muchos partidos hubo de desdoblarse y hacer de capitán y marinero a la vez; llevar en timón, levar anclas, organizar el abordaje. El equipo empezó a hacer aguas pero seguía compitiendo y, de alguna manera, seguía robando la pelota al equipo contrario.
Pero sin timón, capitán, marinero y contramaestre, el Atleti ya no roba. Es fácil comprobarlo si se tiene la paciencia de aguantar un partido entero del equipo, esfuerzo que entiendo no debe ser nada fácil para un aficionado que no sea adepto al equipo. El equipo rival toma la pelota y la toca, la toca, la toca y la toca hasta que llega al borde del área. Quien recupera, casi siempre, es la defensa y cuando lo hace lo hace en desventaja en cuanto al juego porque tiene a los centrocampistas corriendo hacia detrás y a los delanteros contrarios corriendo hacia adelante. Por ello, la jugada típica es despejar y empezar de nuevo con el calvario. El equipo contrario tocando, tocando y tocando y el Atleti siendo incapaz de robar una sola pelota en condiciones.