martes, 14 de abril de 2020

Mitos

La pandemia, como concepto letal, está terminando con la vida de miles de personas, de tal manera que, cuando todo esto termine, seremos muchos los que habremos dejado por el camino la vida de alguien conocido. Más allá de la afectividad, existen sentimientos tan tangibles como el amor y el cariño y que van ligados a nuestro ciclo vital en forma de afición, pasión y deseo. De esta forma, cualquier baja en el firmamento rojiblanco la consideramos como nuestra porque no son jugadores y entrenadores los que se van, sino, siempre, uno de los nuestros.

Peiró fue un interior izquierda de gran precisión y una calidad fuera de órbita. Le apodaron el galgo porque, flacucho y veloz, era capaz de desactivar cualquier defensa con su habilidad, suyos fueron los goles que derrotaron al Madrid en las primeras Copas de España ganada por el Atleti y suyo fue el primer gran traspaso mediático de un club que, durante muchas etapas de su vida, se vio obligado a echar el cierre a su ilusión para poder mantener el pie el chiringuito.

Capón fue un lateral izquierdo de gran coraje y corazón, símbolo de himno y escudo, le tocó la difícil papeleta de suplir al gran Isacio Calleja y cumplió con los honores que su ímpetu prometía. Su carácter y su empeño le llevaron a cumplir con solvencia en otros puestos de riesgo, como el centro de la defensa y el medio del campo. Jugó nueve temporadas en el Atleti, coincidiendo con los gloriosos años setenta en la que se ganaron tres ligas y dos copas, amén de la Intercontinental. Un tipo que se ganó un homenaje y se ganó el corazón de toda una hinchada.

Miguel Jones fue un extremo derecho con tendencia al regate y al rococó, discutido muchas veces, indiscutible otras tantas, formó parte de un equipo que ganó una liga, tres copas y la Recopa con alineaciones de carrerilla que incluían a Jones y Collar en los extremos. El negrito del que hablaba Luis era un tipo peculiar, flacucho y hábil, que buscaba el regate y el centro y encontraba el aplauso y el remiendo. Decían que se regateaba a sí mismo y escuchaba silbidos. Después, regateaba al rival y encontraba al Metropolitano puesto en pie. Así como los buenos toreros.

Radomir Antic fue el tipo que nos devolvió la felicidad. Durante los años oscuros del gilismo, cuando los proyectos se fundían y Koseckis y Rochas ocupaban fichas de extranjero al tiempo que los nacionales pasaban de largo sin capacidad para ganarse una parcela de cariño, el tipo serbio, con pasado madridista, llegó para enseñar a muchos a jugar al fútbol y para enseñar a otros a ganar. Se trajo a Pantic y con él llegó el milagro de los panes y los peces. Se labró el fútbol, se hilvanó la estrategia y se ganó un doblete. Imposible olvidar la felicidad del año en el vivimos peligrosamente.

Se marcharon cuatro personas que, rojiblanco mediante, se convirtieron en mitos. La pandemia está haciendo estragos en las familias y nos está permitiendo conocernos a nosotros mismos y a conocer la historia de nuestros antepasados. El Atleti ha perdido a cuatro leyendas, cuatro referentes de épocas pasadas que nos pusieron en lo más alto del pedestal. Aprender de ellos es aprender a defender unos colores que, como dijo el genio, son nuestra forma de ser.

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