jueves, 2 de septiembre de 2021

Sentimientos encontrados

Duele mucho lo de Saúl. Porque es uno de los nuestros, porque es parte del escudo, porque todos le tuvimos fe hasta el último día y porque cuando un chico de la cantera nos deja, no sólo se va un futbolista, sino que se va un reguero de esencia. Ahora bien, todos estábamos convencidos de que, llegados a esta altura y con veintiséis años, Saúl sería una estrella del fútbol mundial, un centrocampista descomunal que haría del Atleti un gigante y de su calidad un garante ¿Qué ha ocurrido para que no haya sido así? Entre todos le mataron y él solito se murió. No quiere jugar de lateral y la realidad es que ahora mismo no estaba para ser titular en el centro del campo del Atlético, las cosas como son.

Ahora bien, si no está para ser titular en el Atleti ¿Lo está para serlo en el Chelsea? Permítanme que dude. Aquel equipo es campeón de Europa, juega con Jorginho, Kante, Mount y Havertz y es tan difícil entrar en ese cuadrado que tendrá que entrenar duro y demostrar que su bajón ha sido más anímico que futbolístico, porque si algún día vuelve a ser lo que intuyó que iba a ser, Saúl tiene sitio en cualquier equipo del mundo. Si lo consigue, y yo le deseo que sí, nos alegraremos por él pero moriremos de rabia por nosotros, porque nos sigue quedando ese poso de haber perdido a un futbolista que nos podía haber puesto en otra dimensión.

Y luego está el gran dolor. No vamos a negar que Griezmann ha sido uno de los futbolistas más importantes de nuestra historia, pero aquella forma de irse, aquella manera de negociar y aquella despedida tan fría no hace sino restallar las llagas pasadas de quienes le cantaron en su día y hoy supuran en carne viva. Deportivamente es un gran fichaje aunque sentimentalmente sea un disparo en el corazón. Aunque, en su descargo, voy a hacer un inciso: si yo renuevo un contrato y mi cláusula baja a la mitad estoy entendiendo perfectamente el mensaje. Y es que a buen conocedor pocas palabras bastan.

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