lunes, 15 de noviembre de 2021

Rumiando el último enfado

Suelo ver todos los partidos del Atleti, pero hay momentos y ocasiones que, por planes familiares u otros asuntos de fuerza mayor, me veo obligado a perdérmelos y estar atento a un móvil o una radio para irme enterando del resultado con toda la rabia del mundo por no poder estar sufriendo el juego, porque yo los partidos del Atleti no los disfruto, los sufro como un bellaco.

Durante el fin de semana anterior teníamos programado pasar un par de días en una ciudad a unas cuatro horas de Madrid. Como mi mujer trabaja de noche, esperar a que terminase el partido para poder salir era inviable por lo que salimos después de comer y me aboqué a escucharlo por la radio con la frustración que ello provoca. El caso es que yo a las seis de la tarde era un hombre feliz que tenía que echar gasolina mientras su equipo ganaba por un gol a tres en el descuento. Lo que sucedió después fue algo que, por inesperado, me crispó los nervios hasta el punto de llevarme sin hablar durante el resto del viaje.

Me detuve en la gasolinera con uno a tres y minuto noventa y uno. Reposté, pagué, regresé al coche y cuando vi que el locutor cantaba un gol del Valencia nunca pude esperar que se tratase del gol del empate. Y yo me pregunté ¿Qué demonios pudo pasar en esos cuatro minutos que estuve fuera del coche? ¿Cómo puede ser que a un equipo que se supone aspirante a todo le ocurre algo así? La respuesta es que el equipo se deshace porque no sabe jugar sin futbolistas con personalidad y porque por encajar a Griezmann está trastocando un sistema que parecía perfecto.

Llevo ya semana y pico rumiando el enfado y no consigo que se me pase.

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