lunes, 22 de abril de 2024

Una pesadilla

Cuando Simeone llegó, allá por el dos mil once, el Atleti tenía un conjunto de jugadores bajo sospecha. Nos había eliminado de Copa un equipo de Segunda B y Manzano navegaba a la deriva con un equipo que, creíamos, no tenía la enjundia suficiente para poder competir en la élite. Vamos a pararnos ahora a examinar qué jugadores jugaron aquella fatídica tarde contra el Albacete: Asenjo, Juanfran, Miranda, Godín, Filipe Luis, Assunçao, Gabi, Koke, Diego, Adrián y Falcao. Siete de ellos, que parecían desahuciados para el fútbol, formaron dos años y medio más tarde como titulares en una final de la Champions League.

Simeone, pues, fue el hacedor de un equipo que no creía en sí mismo y que logró, por mérito, colarse en la élite europea gracias a la fe y el trabajo. Hoy en día añoramos con lágrimas a Godín, a Gabi, a Filipe o a los goles imposibles de un tipo como Falcao o como Diego Costa (otrora también sospechoso igual que Raúl García). Por eso, aquel Simeone entró en nuestros corazones como el Mesías que tanto tiempo llevábamos esperando. Los jugadores podían ser buenos, pero él los hizo mejores.

Hoy, sin embargo, el equipo juega con jugadores contrastados en varias posiciones (cinco campeones del mundo, el portero con más Zamoras o el delantero centro titular de la selección española) y, sin embargo, cada partido que juegan parecen que son peores que el anterior. He visto pocos tipos tan competitivos con la rojiblanca como Molina o De Paul, Saúl es una sombra y los centrales, por veteranos, jamás van a ganar un duelo en velocidad. Griezmann es una sombra en los partidos exigentes y Morata, perdónenme, tiene menos grandeza que una hormiga en un avispero. Y en todo ello, como en aquello, también participa Simeone.

Y yo al Cholo le quiero mucho, demasiado como para detenerme a escribir una crítica contra él, pero debería saber que estos despojos son sus futbolistas y que, si no le valen, debe apostar por otros y si realmente valen pero él no sabe hacerlos jugar, quizá sea el propio entrenador el que debe dar una vuelta a su libreto, porque puede ser que este equipo sea peor que aquel, que lo es, pero debería ser lo suficientemente bueno como para no hacer el ridículo cada vez que juegas fuera de casa contra un equipo que se está jugando la permanencia.

Primero lo del miércoles y ahora lo del domingo. Y no es la primera vez que ocurre. Esta temporada se está convirtiendo en una auténtica pesadilla.

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