miércoles, 7 de septiembre de 2011

Criterio

Jaimito, Pepito y Miguelito eran vecinos. Jaimito, que vivía en el chalet de la derecha, tenía dos perros. Uno de ellos era un fiel guardián del jardín y el otro era un aprendiz de perro de presa que cuidaba de los niños en el salón de la casa. Cuando un viajante con dinero le ofreció mucho dinero por su fiel perro guardián, Jaimito se guardó los billetes y despidió a su perro entre lágrimas. Su segundo perro estaba preparado para cuidar el jardín y así se lo hizo saber durante el primer mes del verano. Pero, entonces ¿Quién cuidaría de los niños ahora? La solución era comprar otro cachorro que viviese a la sombra del guardián y ganase las aptitudes suficientes o bien el de buscar en la perrera a un viejo percherón al que no le importase dormir en el salón y dejarse acariciar por un par de niños traviesos. Pero Jaimito no hizo ni una cosa ni otra, apremiado por el sonido de un ladrido lejano, viajó hasta Bélgica para adquirir a préstamo un pastor belga digno de su jardín. El pastor belga cuidó el jardín con eficacia y quien había sido relegado de nuevo al salón terminó por sacar los colmillos, criar espuma bajo las mandíbulas y atacando a los niños a modo de protesta. Se puede decir Jaimito no actuó con criterio.

Pepito vivía en el chalet del medio y también tenía dos perros. Ninguno valía para cuidar el jardín y tan sólo uno de ellos, perdonando mucho sus despistes, valía para cuidar de los niños. Cuando llamó a la puerta de Jaimito para pedirle a préstamo el perro de su salón, Jaimito le dijo que estaba a punto de vender su perro guardián a un viajante extranjero y que aquel iba a pasar de cuidar a los niños a cuidar su jardín. Entonces Pepito llamó a la puerta de Miguelito, que vivía en el chalet de la izquierda, y le pidió, también en préstamo, al perrito que tenía escondido en el desván.

Y es que Miguelito tenía tres perros. Uno en el jardín, viejo y ajado, otro en el salón, joven y bisoño, y otro en el desván, maduro y desafortunado. Cuando mandó al del jardín a la perrera, decidió adquirir un terrier brasilero y educó a su jóven perrito para que continuase guardando el salón sin atreverse a ladrar a los niños. Fue por ello que, cuando escuchó la solicitud de Pepito, no dudó en subir a su desván, acariciar a su antigua promesa y pasearle, correa en mano, hasta el jardín de su vecino de al lado. Y es que es lícito decir que Miguelito actuó con criterio.

El Atlético tenía dos porteros. De Gea cuidaba la portería y Joel le servía como perfecto sparring en cada calentamiento. Cuando el Manchester dejó dinero en caja por el titular, el equipo hizo amago de optar por el suplente. Desoyó la solicitud del Getafe, que pedia la cesión de su vecino Joel, y le susurró cantos de sirena al chaval que terminó por creerse el cuento de la lechera. Pero cuando el Getafe ya había logrado la cesión de Moyá, el Atlético no pudo cederle a Joel a pesar de que ya le habían enseñado el mullido asiento del banquillo de los suplentes después de firmar la cesión de Courtois y darle mando en plaza. Si Courtois saliese bueno, el Chelsea, quien lo prestó por dos años, vendrá a por él y dejará al Atlético huérfano bajo los palos; lo hará porque Joel habrá perdido dos temporadas y porque, quizá, si le hubiesen cedido al Getafe, es posible que hubiesen prestado a un joven cachorro para recuperar a un auténtico perro guardián. Si Joel termina por morder la mano de quien le da de comer y escapa hacia el horizonte por la puerta de atrás, el Atlético se verá sólo y sin un perro fiel que sea capaz de cuidar su jardín. Es el problema de no actuar con criterio.

El Getafe tenía dos porteros y ninguno valía para ser titular. El Valencia, por su parte, tras vender a César y fichar a Alves, contaba con tres porteros y solamente uno tenía plaza fija. Guaita, quien cursó cátedra acelerada durante la pasada temporada, sabe que aún está a tiempo de encontrar su sitio y Moyá, que vivía arrinconado por las dudas, viajó a Getafe para ocupar un puesto que podría haber sido de Joel y, de paso, vació de gallos un corral en el que había excedente de espolones. Una solución para el Getafe y un problema menos para el Valencia. Es la consecuencia de saber actuar con criterio.

2 comentarios:

Jorge D. dijo...

Y ojito, que el perro Asenjo no ha dicho todavía su último ladrido.

Emilio dijo...

Me ha gustado mucho la historia Don Pablo.

Yo apostaría por el perro conocido, es una oportunidad que se le debía por capacidad y conocimiento de la casa. La llegada de un nuevo perro con fecha de caducidad cercana provocará un nuevo estancamiento en la progresión del de Getafe.

Aún así, he de decir que el perro belga demuestra una gran seguridad, pero no deja de ser pan para hoy y hambre para mañana.

Un abrazo.