jueves, 1 de septiembre de 2011

Otro Diego

La vida está repleta de apuestas; unas seguras, otras inciertas, las más, arriesgadas y, las menos, brindis al sol como palos de ciego. Hay quien prefiere morir con las botas puestas y hay quien prefiere caer como un héroe, con el pecho descubierto, las cicatrices marcadas y un último grito, como hiciera el William Wallace de la película, gritando libertad.

Se fue un Diego, Forlán, y aterriza otro, Ribas. De aquel supimos enseguida que tenía una escopeta en cada pierna, que conocía el oficio, que celebraba mostrando el mundo el exitoso trabajo de gimnasio y que escuchaba siempre a la grada, bien fuese cuando le coreaban o bien fuese cuando le mandaban al carajo. De este sabemos que tiene guante de seda en el pie, que a veces tiene la cabeza en el juego y otras en la luna, que sigue siendo eterna promesa aún después de haber cumplido veinticinco años y que ha regado de sinsabores todos aquellos parajes en los que ha pastado.

La de este Diego, Ribas, es una apuesta incierta; un tiro al aire cuya trayectoria final sigue acunada por el suspense, un sueño mágico de pases en profundidad y goles de falta directa y una pesadilla tormentosa de un tipo que viene a conocer la noche, a llevarse sus cinco millones y a dejar un par de detalles para mayor gloria personal. Si la apuesta sale bien, el Atleti será un equipo de plaza grande, dos orejas y salidas por la puerta grande. De salir mal, no cambiará mucho la vida y seguiremos siendo víctima del abucheo, del almohadillazo verbal y de la nostalgia mal registrada. Puestos a morir, prefiero descubrirme el pecho y dejarme guiar por tipos como este antes que por Assunçaos y Patos Sosa.

No hay comentarios: