martes, 18 de octubre de 2011

Trivote de problemas

Está claro que el trivote es un problema. Si lo aceptamos sin recelo a principio de temporada fue porque sabíamos que teníamos futbolistas pendientes de debutar y partidos para ir avanzando. Cuando empatamos a cero contra Osasuna lancé mi optimismo ante la propuesta porque imaginaba que, tarde o temprano, el lugar que había ocupado Tiago en el centro terminaría siendo ocupada por Diego y el equipo ganaría en dinamismo, en equilibrio y en ofensividad. Pero no fue así; Diego entró en el equipo y solamente terminó por desencorsetarse en segundas partes de apuesta suicida en el que los planes se iban al garete y Manzano tuvo que recurrir a cordura de forma desesperada. La ecuación Gabi más Tiago más otro que no sea Diego termina por aplanar el equipo, por restarle profundidad y por una tendencia a recular más que conduce al agobio defensivo. Pero el trivote no es el único problema, aunque sea el primero de los principales.

El segundo problema es la actitud; viejo lastre bien conocido por nosotros que gustamos de jugar a soñar y terminamos por desesperarnos. Ha habido partidos buenos y otros horribles; sin dar rienda al término medio, el equipo se ha desconectado en partidos clave que le pueden terminar costando caro. Barcelona, Rennes y Granada son el mejor ejemplo. Dijo Manzano tras el término de este último duelo que el empate no había entrado en sus planes. Ni en los suyos ni en los de nadie, pero conviene echar la vista atrás y comprobar la facilidad que tiene este equipo, entrene quien le entrene, por perder el norte. Hay tiene trabajo el míster; no solamente está el sistema, también está la motivación. Otro problema grave.

Y luego está Reyes. Creo que el sevillano es lo más parecido al alumno empollón en una clase de zoquetes. Durante muchos cursos puede sentirse la mar de agusto restregando sus sobresalientes a los compañeros de pupitre y pavoneando su superioridad delante de la clase. Pero el día que le cambian de aula y le rodean de tipos tan listos como él la cosa cambia; el chaval, antes aplicado y brillante, ahora se vuelve mohino, se aleja del grupo y termina superado ante la competencia y las expectativas. Cuando jugaba al lado de Assunçao y Raúl García, Reyes se pavoneaba por el césped porque se sabía el mejor pasador del equipo y el único dueño de las llaves del cerrojo. Ahora que juega al lado de Diego, Arda y Gabi, Reyes se aisla de la jugada, prefiere hacer la guerra por su cuenta y se aleja más del sistema cuánto mejores socios le rodean. Otro problema serio si, como el alumno, el jugador termina perdido en la nada y superado por la competencia y las expectativas.

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