Se pasa uno el verano soñando para que
el otoño vuelva a pillarle en bragas. Y no hablo solamente del Atleti,
que aunque sea cierto que ocupa un lugar privilegiado en el podio de mis
prioridades, uno también tiene vida más allá del rojo y el blanco. Y es
que aparte del equipo que tantos desvelos me produce, uno, que es
currito por obligación y soñador por convicción, ha debido pasar todo un
verano metiendo datos, archivando papeles y lidiando con proveedores
para al final tener esa exigua recompensa que suelen llamar vacaciones y
que yo prefiero llamar días de asueto mientras el trabajo se va
acumulando sobre mi mesa.
Vuelve
uno de pasar unos días en el sur, alumbrado por el sol, remojado por el
agua fría y empachado por la cerveza y el pescaíto frito y se encuentra
a su equipo en el mismo lugar donde lo dejó: Ese lugar de nadie donde
la duda es amiga de la incertidumbre y donde la ignorancia es compañera
de las previsiones ¿Tirará hacia adelante y marchará hacia detrás?
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