miércoles, 14 de septiembre de 2011

Rememorando

Generalmente, cuando no hay mucho que contar es cuando toca recordar. Se llenan las páginas de los diarios de nostalgia y nos hacen saber que hubo un tiempo en el que el Atleti no se achicaba, no escondía la pierna, metía el pie aún a riesgo de que se lo rompieran y remontaba eliminatorias contra equipos de primer nivel.

De aquella batalla de Glasgow mi padre suele hablarme de Panadero Díaz; un defensa con cara de boxeador y cuerpo de camionero que, como bien apuntaba su apodo, repartía panes, hostias sin consagrar y todo tipo de bollería casera. El tipo, que sabía que el escudo que ardía sobre su pecho estaba labrado a base de leyendas, se partió la cara por encontrar una final y, de tanto expresar su sentimiento terminó por perderse el evento porque a la UEFA le dio por ponerse seria y decir que tipos así no cabían en el fútbol.

Quizá adorar a Panadero sea una exageración porque la violencia injustificada no casa con los principales valores a pregonar. Pero más allá de la pierna fuerte, de los dientes apretados y del rictus de soldado cruzando el Mekong, conviene recordar que aquel equipo tenía un espíritu, unos valores y un objetivo. Jugaban por ellos, por el equipo y por la gente. Conviene no olvidar quienen fuimos para saber lo que queremos volver a ser.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Sí, pero...

Siempre hay algo que nos hace retorcer el hocico ante la lógica, siempre hay algo que nos impide elevar el perfil de nuestra sonrisa, siempre hay algo que nos hace resoplar ante lo evidente, siempre hay algo que provoca un murmullo en medio de la ilusión ¿Se jugó bien ante Osasuna? Si, pero... ¿Se jugó bien ante el Valencia? Sí, pero...

Pero falta algo, o a eso nos queremos agarrar. Llámese suerte, llámese gol, llámese clarividencia. Generalmente, el buen fútbol suele estar acompañado de victorias y, sin embargo, al Atleti no le ha sonreído aún Nike (no confundir con una famosa firma deportiva sino con la diosa de la victoria). Sea por esto, sea por aquello, el equipo siempre ha quedado señalado con un pero ¿Pero qué?

Tiempo, confianza, tenacidad, ilusión. En fin, el camino correcto del que hablábamos no hace muchos días. Los sustantivos son numerosos y el sendero hacia la victoria sigue pasando por el mismo lugar; el balón. Si el entrenador tiene el aplomo para poner a los futbolistas necesarios, si los futbolistas tienen el sentido correcto para comprender no sólo para qué juegan sino también para quién juegan, y si los aficionados sabemos seguir esperando antes de que nos hastíen de verdad, el equipo encadenará tres victorias y se acabarán los peros. O en eso queremos pensar para alimentar nuestras esperanzas.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Prueba de fuego

Cuando el percal, hablando de un asunto manido, es bien conocido por todos, lo mejor es cerrar los ojos, apretar los dientes y rezar para que no vuelva a ocurrir lo de siempre. Los que conocemos bien el percal sabemos de que pie cojea el Atleti, lo fácil que le resulta tirar a la basura las ilusiones y la tendencia que tiene de ir hacia abajo siempre que un plan no sale tal y como se había especificado de antemano.

La de Mestalla no es una prueba cualquiera; es la prueba de fuego que nos pondrá de cara a nuestros retos durante el resto de la temporada. Conociendo la facilidad que tiene el equipo para venirse abajo y no soportar el peso de la crítica que conlleva consigo el vestir esta camiseta, cualquier resultado negativo, aunque venga precedido de un juego decente como el que se mostró ante Osasuna, tirará al equipo al pozo de la desazón. Aunque hayan encontrado un camino, aunque quede una liga por delante, aunque se sepa que solamente quien sabe levantarse es capaz de seguir en pie.

Siempre pasa lo mismo; el equipo empieza la temporada con el alma impetuosa y la mirada amenazante, juega al póker con las cartas boca arriba y cree que los cuentos de la prensa siempre tienen final feliz. Luego llega la primera derrota y a esta le sigue la siguiente y el Atleti termina por perderse anímicamente en el laberinto de la mediocridad. Todos sabemos que Mestalla es un campo donde se puede dar un verdadero puñetazo encima de la mesa, pero también es uno de esos estadios donde puedes salir derrotado después de un cara a cara intenso. Si así fuese, el aviso es para navegantes, que a nadie le extrañe que el equipo vuelva a sumergirse en esa puñetera espiral que tanto nos desangra el alma. Mestalla es la prueba de fuego, toca encontrarse de una vez por todas.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Criterio

Jaimito, Pepito y Miguelito eran vecinos. Jaimito, que vivía en el chalet de la derecha, tenía dos perros. Uno de ellos era un fiel guardián del jardín y el otro era un aprendiz de perro de presa que cuidaba de los niños en el salón de la casa. Cuando un viajante con dinero le ofreció mucho dinero por su fiel perro guardián, Jaimito se guardó los billetes y despidió a su perro entre lágrimas. Su segundo perro estaba preparado para cuidar el jardín y así se lo hizo saber durante el primer mes del verano. Pero, entonces ¿Quién cuidaría de los niños ahora? La solución era comprar otro cachorro que viviese a la sombra del guardián y ganase las aptitudes suficientes o bien el de buscar en la perrera a un viejo percherón al que no le importase dormir en el salón y dejarse acariciar por un par de niños traviesos. Pero Jaimito no hizo ni una cosa ni otra, apremiado por el sonido de un ladrido lejano, viajó hasta Bélgica para adquirir a préstamo un pastor belga digno de su jardín. El pastor belga cuidó el jardín con eficacia y quien había sido relegado de nuevo al salón terminó por sacar los colmillos, criar espuma bajo las mandíbulas y atacando a los niños a modo de protesta. Se puede decir Jaimito no actuó con criterio.

Pepito vivía en el chalet del medio y también tenía dos perros. Ninguno valía para cuidar el jardín y tan sólo uno de ellos, perdonando mucho sus despistes, valía para cuidar de los niños. Cuando llamó a la puerta de Jaimito para pedirle a préstamo el perro de su salón, Jaimito le dijo que estaba a punto de vender su perro guardián a un viajante extranjero y que aquel iba a pasar de cuidar a los niños a cuidar su jardín. Entonces Pepito llamó a la puerta de Miguelito, que vivía en el chalet de la izquierda, y le pidió, también en préstamo, al perrito que tenía escondido en el desván.

Y es que Miguelito tenía tres perros. Uno en el jardín, viejo y ajado, otro en el salón, joven y bisoño, y otro en el desván, maduro y desafortunado. Cuando mandó al del jardín a la perrera, decidió adquirir un terrier brasilero y educó a su jóven perrito para que continuase guardando el salón sin atreverse a ladrar a los niños. Fue por ello que, cuando escuchó la solicitud de Pepito, no dudó en subir a su desván, acariciar a su antigua promesa y pasearle, correa en mano, hasta el jardín de su vecino de al lado. Y es que es lícito decir que Miguelito actuó con criterio.

El Atlético tenía dos porteros. De Gea cuidaba la portería y Joel le servía como perfecto sparring en cada calentamiento. Cuando el Manchester dejó dinero en caja por el titular, el equipo hizo amago de optar por el suplente. Desoyó la solicitud del Getafe, que pedia la cesión de su vecino Joel, y le susurró cantos de sirena al chaval que terminó por creerse el cuento de la lechera. Pero cuando el Getafe ya había logrado la cesión de Moyá, el Atlético no pudo cederle a Joel a pesar de que ya le habían enseñado el mullido asiento del banquillo de los suplentes después de firmar la cesión de Courtois y darle mando en plaza. Si Courtois saliese bueno, el Chelsea, quien lo prestó por dos años, vendrá a por él y dejará al Atlético huérfano bajo los palos; lo hará porque Joel habrá perdido dos temporadas y porque, quizá, si le hubiesen cedido al Getafe, es posible que hubiesen prestado a un joven cachorro para recuperar a un auténtico perro guardián. Si Joel termina por morder la mano de quien le da de comer y escapa hacia el horizonte por la puerta de atrás, el Atlético se verá sólo y sin un perro fiel que sea capaz de cuidar su jardín. Es el problema de no actuar con criterio.

El Getafe tenía dos porteros y ninguno valía para ser titular. El Valencia, por su parte, tras vender a César y fichar a Alves, contaba con tres porteros y solamente uno tenía plaza fija. Guaita, quien cursó cátedra acelerada durante la pasada temporada, sabe que aún está a tiempo de encontrar su sitio y Moyá, que vivía arrinconado por las dudas, viajó a Getafe para ocupar un puesto que podría haber sido de Joel y, de paso, vació de gallos un corral en el que había excedente de espolones. Una solución para el Getafe y un problema menos para el Valencia. Es la consecuencia de saber actuar con criterio.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Otro Diego

La vida está repleta de apuestas; unas seguras, otras inciertas, las más, arriesgadas y, las menos, brindis al sol como palos de ciego. Hay quien prefiere morir con las botas puestas y hay quien prefiere caer como un héroe, con el pecho descubierto, las cicatrices marcadas y un último grito, como hiciera el William Wallace de la película, gritando libertad.

Se fue un Diego, Forlán, y aterriza otro, Ribas. De aquel supimos enseguida que tenía una escopeta en cada pierna, que conocía el oficio, que celebraba mostrando el mundo el exitoso trabajo de gimnasio y que escuchaba siempre a la grada, bien fuese cuando le coreaban o bien fuese cuando le mandaban al carajo. De este sabemos que tiene guante de seda en el pie, que a veces tiene la cabeza en el juego y otras en la luna, que sigue siendo eterna promesa aún después de haber cumplido veinticinco años y que ha regado de sinsabores todos aquellos parajes en los que ha pastado.

La de este Diego, Ribas, es una apuesta incierta; un tiro al aire cuya trayectoria final sigue acunada por el suspense, un sueño mágico de pases en profundidad y goles de falta directa y una pesadilla tormentosa de un tipo que viene a conocer la noche, a llevarse sus cinco millones y a dejar un par de detalles para mayor gloria personal. Si la apuesta sale bien, el Atleti será un equipo de plaza grande, dos orejas y salidas por la puerta grande. De salir mal, no cambiará mucho la vida y seguiremos siendo víctima del abucheo, del almohadillazo verbal y de la nostalgia mal registrada. Puestos a morir, prefiero descubrirme el pecho y dejarme guiar por tipos como este antes que por Assunçaos y Patos Sosa.