miércoles, 30 de mayo de 2012

Desecho de tienta

En las antiguas novilladas se lidiaban aquellos toros que, en la tienta, no habían dado el soplo suficiente de fuerza para ser considerados como una res de primera ya que estas, por empaque y categoría, eran reservadas para las corridas de verdad. El Atleti de hoy, como no está para faenas de puerta grande, ha de buscar en los corrales ajenos aquellos desechos de tienta que le permitan brillar en su novillada particular y no le afeen el gesto cuando la gente, preocupada por la imagen, pida un poquito más de encaste a los novillos.

Hace algunos años, Emre Belozoglu me parecía un centrocampista de lo más interesante. Era dinámico, tenía clase, recorrido, un buen disparo y sabía mover la pelota de un lado a otro de la cancha, algo de lo que no muchos pueden presumir. Pero eso fue hace algunos años. Recuerdo aquel mundial oriental en la que Turquía se destapó como sorpresa y en la aparición estelar de un jovencito de mirada audaz y cuerpo chaparro que jugaba al fútbol con la facilidad de los elegidos. Aquel era Emre Belozoglu, aquel era el tipo a fichar. Pero eso fue hace algunos años.

El Emre de ahora mantiene la clase, porque el talento innato acompaña al futbolista hasta sus últimos minutos, sigue sabiendo como pegarle a la pelota y, de vez en cuando, da tres o cuatro pases con criterio. Pero este no el Emre de dos mil dos. Este Emre ha perdido fuelle, ha perdido fe, ha perdido recorrido y ha perdido confianza. Que el Cholo hace milagros es algo que hemos podido comprobar gracias a la evolución de tipos como Juanfran, Miranda o Gabi, pero una cosa son los milagros y otra cosa es convertir en un Miura a un desecho de tienta.

martes, 29 de mayo de 2012

Cebolla para el sofrito

Se nos va Diego, porque el Atleti está tan mal planificado que no es capaz de escarbar en busca de una pepita de oro, y llega Cristian Rodríguez. El uruguayo, interior zurdo incisivo, demasiado dado a la dispersión y con buenos recursos en las inmediaciones del área, no es un organizador del juego. Puede ser un buen complemento, sí, pero desde luego no debe llegar al Atleti para quitarle el puesto a Arda Turan.

El Atleti ficha rellenos para hacer más amplia su plantilla, no me parece mal, pero las carencias en la dirección que deja la fuga de Diego hacen necesario mirar para otro lado. No hay muchos futbolistas en el mercado a precio accesible para que el Atleti no se vea huérfano del fútbol del brasileño. Supongo que Borja Valero se dejará seducir por los petrodólares y la Champions del Málaga y que no seremos tan listos como el Espanyol para convencer al Inter de que nos deje en préstamo a Coutinho durante un par de años. Por ejemplo.

Visto el resultado de las cesiones obtenidas y obligados a creer el cuento de la lechera de que Gil Marín y Cerezo pasan hambre porque el Atleti agoniza, quizá no sea mala opción lo de llamar a las puertas de los grandes de Europa para ver qué sobras aprovechables tienen para nosotros. Puestos a rellenar plantel. Otra cosa, aparte, es creerse el cuento de que Pinto da Costa regala futbolistas. Ja. Y otra, volviendo al tema, es soñar con que quizá tenga otorgado el mando del equipo a algún jugador del filial. No es solución seria la de quemar a Oliver o a Saúl en una posición tan exigente. O eso, o darle a Arda mando en plaza. Pero el turco sirve más para el alboroto que para la constancia. Así que ya pueden ponerse las pilas y contratar a un futbolista que mueva a la equipo o, si no, será lo de siempre, otro año, otro timo. Cuánto nos lo tememos.

viernes, 25 de mayo de 2012

Hora de pedir perdón

Me equivoqué, y mucho, fui demasiado visceral, demasiado jocoso, demasiado injusto. La costumbre de verme cada verano abocado a la desilusión me hizo generar bilis, pragmatizar mi discurso y tirar por la línea recta que seguía toda lo opinión general, descalificar era fácil y desconfiar era normal porque ya nos la habían metido hasta el fondo en más de una ocasión, y despertar con ese dolor a veces duele, y mucho.

Pero rectificar dicen que es de sabios. Yo no me considero así, pero sí creo tener un ápice de coherencia a veces y demasiado sentido de la culpabilidad la mayoría de las ocasiones. Durante el verano pasado, mientras la vorágine de los fichajes y las presentaciones alumbraban las portadas de nuestra infame prensa deportiva, califiqué el fichaje de Adrián López como "un fichaje de segunda". A la vista está que me equivoqué. Me fijé en los números, recordé pobres actuaciones y descalifiqué al chaval sin haberle dado la oportunidad de demostrar que era un futbolista de primer nivel.

A fé que lo es. Y es por ello que hoy genuflexiono mi discurso y le solicito un perdón que seguramente no merezco. Me lancé al pozo de la desconfianza antes de tiempo y hablé con soberbia. Adrián no ha sido un fichaje de segunda, si no uno de los mejores fichajes del Atleti en los últimos tiempos. Es liviano, sí, pero es extremadamente inteligente, sabe jugar al fútbol con todos los puntos conceptuales que ello conlleva y, además, ha demostrado una profesionalidad que casi todos dábamos por inexistente. Adrián no es de segunda, Adrián es jugador de primera. Un jugador para la Eurocopa.

miércoles, 23 de mayo de 2012

La postemporada

La postemporada no tiene nada que ver con la pretemporada. Si en esta todo es ilusión, cada gol es un sueño y cada nombre es una apuesta a anotar en el cuaderno de las esperanzas, en la postemporada casi todo es desinterés, cada gol es un reclamo al hartazgo y cada nombre de figura es motivo de preocupación. Lo que está haciendo Falcao en Colombia no ilusiona, asombra, sí, pero preocupa.

El tigre, acostumbrado a encontrarse goles en el área como quien encuentra flores en un jardín, está generando una autopromoción que a los que soñamos con un Atleti grande, no nos vamos a engañar, nos preocupa. Nos preocupa saber que el Manchester United quiere regenerar el equipo, que Drogba abandonará el Chelsea y que ese vecino tan insoportable que tenemos está a punto de empaquetar a uno de sus delanteros rumbo a Francia. Y preocupa más, por encima de todas las cosas, las intenciones golosas de ese par de delincuentes prescritos que nos representan y negocian con nuestros sentimientos porque a cada gol de chilena le añaden un cero más a sus pretensiones.

La postemporada tiene regusto a nada, a amistoso sin interés, a viejas caras, a viejas cuentas pendientes de saldar, a chicos jóvenes a los que quizá no volvamos a ver el pelo vestidos de rojiblanco. Es mejor que pasen un par de meses, que los goles de Falcao en la Europa League sean memoria propia y que mientras otros ruedan películas en Hollywood nosotros juguemos el Carranza de toda la vida. Entonces los engaños serán en forma de portada. Ficharemos a tres potenciales balones de oro y Falcao nos jurará fidelidad eterna. Y cuando llegue el último día del mercado y nos hagan la de Jurado, entonces podremos despertarnos. Pero entonces llegará la liga y habrá algo con lo que seguir respirando. Pero ahora no hay nada. Colombia, verano, rumores y miedo. Mucho miedo.

jueves, 17 de mayo de 2012

El adiós de Milinko

Desconozco el misterio de los secretos que se cuecen dentro de los despachos del Atleti. Como simple aficionado que soy solamente tengo acceso al paquete de información que pueden ofrecerme los medios leídos, escritos o digitales. Cierto es que no soy ciego y que sé diferenciar una mala gestión de una buena, que sé reconocer a un jugador implicado y que detecto cuando un entrenador no ha dado con la tecla adecuada en esta casa de locos llamada Atlético de Madrid.

Desconozco el verdadero motivo, pero no por ello voy a dejar de sorprenderme por el despido de Milinko Pantic como entrenador del filial. En un grupo durísimo, como varios ex primeras fuertes como Oviedo, Albacete y Tenerife, con muy buenos filiales y con un Castilla y un Lugo imponentes, el entrenador serbio, el tipo que pateaba las faltas con el pie de Dios, ha cometido el pecado de quedar clasificado en el quinto lugar. Una excelente resultado si tenemos en cuenta que contaba con un grupo bastante joven e inexperto ¿Qué ha ocurrido entonces?

De las primeras impresiones de Milinko, extraemos la conclusión de que la comunión tanto con la directiva como con el entrenador del primer equipo no han sido las mejores. La directiva, más dada a tirar balones fuera y destruir mitos a la velocidad de la luz, dirá que toda la culpa ha recaído en nuestros dos mitos del doblete. Sea como fuere, las cosas en el Atleti se siguen haciendo mal. Los hombres de honor se marchan por la puerta de atrás, las filtraciones indican varias direcciones con el objetivo de no salir perdedor en la batalla y los que deben tomar las decisiones siguen lavándose las manos como Poncio Pilatos. Pero a estos gobernadores, ni en Roma los querrían. Ni siquiera como carroña para el circo.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Los listos y los tontos

San Isidro Labrador, patrón de la capital, ciudad que acoge a dos equipos de primera división en cuyo nombre llevan implícito a la ciudad, uno de ellos, castizo como ninguno, lleva labrado en su escudo, el símbolo de una ciudad que se levantó un dos de mayo para decirle al resto de España que las cosas debían ser como ellos querían que fuesen. Mucha historia tras aquello, mucho fútbol, muchos títulos y un bipartidismo que se convirtió en dictadura monopolista a medida que a los de blanco les iban dando ayudas y a los de rojo y blanco les iba dando por autodestruirse. En las afueras de la capital del reino aún queda un lugar para la celebración; miles de paisanos, ataviados con su gorra de chulapo y su mantilla de manola, bajan a la pradera para desempapelar un bocadillo, bailar un chotis y comerse una rosquilla. De estas últimas hay dos tipos, las listas y las tontas, y aludiendo a los calificativos vamos a comparar quienes son los tontos y quienes los listos en esta casa de alterne en la que se han convertido el extinto Atlético de Madrid club de fútbol.

Atlético de Madrid sociedad anónima deportiva, segundo equipo de la capital y en proceso de autodestrucción hacia lugar más ignominiosos, equipo que ha acogido a estrellas mundiales de la talla de Ben Barek, Carlsson, Vavá o Luiz Pereira y que, en los últimos años, adornó los álbumes de cromos con tipos como Nimny, Nikolaidis, Fabiano Eller o Pato Sosa, equipo que, castizo como ninguno, sigue portando un oso y un madroño en el escudo aunque cada vez haya menos gente que lo sienta palpitando sobre el corazón, símbolo de un lugar al otro lado del río donde sobreviven sentimientos, orgullos y pasiones. Mucha historia, mucho fútbol y una autocompasión que derivó en fracasos, derrotas y descensos. Al otro lado de Carabanchel sigue existiendo una reserva india donde cada domingo los niños acuden vestidos de rojo y blanco y los padres acuden rumiando la incertidumbre. Algunos llevan bocadillos, otros alguna bota de vino escondida y, casi todos, ganas de animar. Muchos son los que llevan pipas, comen y callan. Porque arriba, junto al palco, hay dos tipos que siguen engañando a la masa y sacan el pulgar a pasear a costa de miles de infelices que siguen creyendo que son del mismo equipo de cuyas hazañas les hablaron sus abuelos. Ellos dos, dúo prescrito y bicefalia indigesta, son los listos. El resto, por supuesto, seguimos siendo los tontos.

No hizo falta, ni siquiera, la necesidad de levantar un título, para salir aireando todas las intenciones. Sin Champions no habría paraíso. Sin Champions no habría Diego, ni habría Falcao, ni habría Adrián, ni habría Courtois. Estos dos, asesinos a sueldo de miles de sentimientos, se siguen pensando que nos chupamos el dedo cada vez que sacan el lacrimal a pasear por los estudios de sus emisoras amigas. Les untan el pecho con vaselina para que reluzcan sus obras y nos hacen saber que la directiva hizo un esfuerzo sobrehumano para que el equipo acabase entre los cuatro primeros ¿Deberíamos darle las gracias? La obligación no implica agradecimiento. El agradecimiento, por el título, es para Simeone y sus once gladiadores. Igualmente que para ellos es el reproche de no haber sido capaz de alcanzar un puesto de Champions que, este año, ha estado más barato que nunca. Pero que no me vengan ahora con milongas porque ni yo, ni los cientos de miles que lloramos el pasado miércoles con los goles de Falcao y Diego, fuimos los que nos hicimos con el club sin poner ni un duro. A nosotros no nos embargaron los activos del club por jugar al monopoly con nuestros sentimientos. Nosotros no somos los delincuentes. Ellos son los culpables y a ellos hay que señalar el día que veamos a Falcao, a Diego, a Adrián y a Courtois vistiendo la camiseta de otro equipo. No hay que señalar para agradecer sino para culpar. Ellos se creerán muy listos, pero nosotros no somos tan tontos.

jueves, 10 de mayo de 2012

La camiseta del Atleti

Acabó el partido y dejé correr las lágrimas. Un micrófono se acercó al Cholo, los ojos acuosos, la felicidad dibujada en el rostro, la satisfacción marcada en el gesto y el orgullo clavado en la garganta. "Mañana los niños podrán ir al colegio con la camiseta del Atlético". Así resumía la felicidad. El Cholo nos entiende, porque esa es la felicidad.

Quienes somos del Atleti sabemos lo que ha sido llevar una camiseta del Atleti al colegio, al instituto o, incluso, a la universidad. No faltaban lunes en los que el verbo era vilipendio y la verdad era una puñetera vergüenza. Los otros, esos que siempre marcan la mandíbula con una sonrisa de superioridad y tienen un deje de gallardía impostada en la voz, no pararon nunca de recordarnos lo inmensamente grandes que eran ellos y lo ridículamente pequeños que éramos nosotros. La camiseta era un motivo para dejar bien claro que a nosotros no nos hacían falta victorias comunes ni escudos reales, nuestra camiseta era nuestro motivo para vivir y eso, muchos, no lo entendían.

Pero el Cholo sí nos ha entendido. Él sabe cuantos lunes negros llevamos a nuestras espaldas, cuantas portadas perdidas hemos dejado atrás, cuanta mierda hemos tenido que tragar, cuantos desprecios, cuantos gritos en la cara, cuantas lágrimas de decepción, cuantos sueños rotos, cuantos veranos reseteados, cuantos inviernos desoladores, cuantas eliminaciones innecesarias, cuanta soledad. El Cholo ha tocado la tecla y la camiseta del Atleti vuelve a vestir la ciudad de rojo y blanco. Y aunque hubiésemos perdido, la hubiésemos seguido llevando. Porque somos libres. Y hoy somos campeones. La felicidad cuesta encontrarla, es necesario disfrutarla para saber recordar que existe un equipo grande al otro lado del río. Ese cuya camiseta visten hoy los niños para demostrar a sus compañeros de clase que existen motivos de sobra para seguir siendo del Atleti.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Hoy puede ser un gran día

Atleti. Así se resume el pensamiento en un día de final. El café aún caliente y las magdalenas en la mesa. Un sorbo, no hay hambre, hay sed, esa maldita sed que no se apagará en todo el día y que no desaparecerá con agua. Ni con cerveza, por más que tengamos guardado ese par de tercios fríos en la nevera desde hace días para afrontar la noche con aplomo. En la radio una canción de Serrat; "hoy puede ser un gran día". Quien sabe. En la garganta un grito ahogado, en el coche un atasco oportuno, nadie te impide cantar a pulmón el himno del Atleti, ese del rey de la furia española, ni siquiera el tipo del coche de al lado con un banderín del vecino colgando del espejo retrovisor y que te mira con cara de empate.

Atleti. Facturas, albaranes y costes del personal. Cierres contables, balances, la silla cuyo respaldo está desencajado y hoy te molesta más que nunca. Twitter, Facebook, webs deportivas, blogs. Hoy no hay trabajo, sólo fútbol. No hay jefes, sólo compañeros. Esos que, como tú, pasean nerviosos por la oficina en busca de alguien que te acompañe a la calle para fumar un pitillo "¿Pero si tú no fumas?" Te dicen. "¿Y qué? Cualquier cosa con tal de no estar todo el día aquí sentado". El reloj no corre, los pitillos vuelan, el café de la máquina se agota y cierras los ojos un momento para rememorar aquel gol de Forlán en la prórroga. Qué bonito fue.

Atleti. Existe un horror ante lo inesperado que no queremos afrontar. En el viaje de vuelta un par de tertulianos soeces te hacen cambiar de emisora. En el siguiente semáforo en rojo buscas el cedé de aquel grupo de rock que tantas tardes te animó en tu juventud. Intentas evadirte con una canción, pero no puedes. Los acordes de la guitarra son un pase de Diego al espacio y la voz rasgada del cantante son un remate de Falcao a la escuadra. Hasta puedes imaginar como lo celebrarías. Puede ser que no. "El rival es fuerte", te dices. Pero no quieres prepararte para el fracaso ¿Y si la caída fuera más dura por ello? Da igual. Volverás a sacar la vieja camiseta y volverás a gastar la voz animando al equipo del que te enamoraste. En el recuerdo quedan Arteche, Landáburu, Marina, Rubio, Futre y Manolo. En el horizonte Neptuno y un gol en la garganta. Abro los ojos, el café se ha enfriado y las magdalenas siguen encima de la mesa. Recojo las llaves, me pongo la chaqueta y apago la radio. Justo cuando empezaba a sonar una canción de Serrat. Hoy puede ser un gran día.

lunes, 7 de mayo de 2012

Cuando los nervios se amontonan en la boca del estómago

Cuando los nervios se amontonan en la boca del estómago es señal de que la vida te ha puesto de frente con una situación trascendental, uno de esos momentos en los que la gloria y el fracaso se reparten las mismas cartas y se adueñan del destino para vestir de incertidumbre los sueños. Es momento para la sonrisa torcida, la mirada distraída, la mente imaginativa y el tiempo eterno que va dibujando goles que aún no existen y errores propios que no son sino la más nítida imagen de nuestros miedos.

Cuando los nervios se amontonan en la boca del estómago no sabemos si ir o venir, si correr o parar, si pensar o soñar, si comer o ayunar. El agua fría arde y el agua caliente está demasiado fría, no hay lugar para sentimientos sino para sentimentalismos; rememoramos el viejo álbum de fotos e imaginamos la sonrisa de nuestro padre si el resultado es favorable, no queremos pensar en la lágrima, por más que de estas ya hayamos contemplado demasiadas. Pero no nos resistimos a caer; nos volvemos a levantar, orgullosos y volvemos a sentir que el precipio bajo nuestros pies es una amenaza contra nuestro futuro. Abajo está la mala gestión, pero en la cuerda floja sobreviven nuestros sueños. Ilusos de nuestro tiempo, nos aferramos a una final aún sabiendo que no somos dueño de nuestro destino. Vivimos el Atleti, aún sabiendo que han fabricado un Atleti que no vive para nosotros.

Cuando los nervios se amontonan en la boca del estómago somos conscientes de la grandeza del escudo, de la fuerza de un sentimiento que sigue latiendo y resistiendo, del poder de la ilusión, de la grandeza de la esperanza. Sabemos que el rival es fiero, pero sabemos que podemos hacer algo grande. Otra vez. Y, como siempre, volveremos. Aunque no levantemos la copa, aunque los gritos de mañana los apague el eco de otra voz, aunque nos desangremos lentamente. Porque cuando los nervios se amontonan en la boca del estómago es cuando sabemos que la grandeza no la mide un resultado sino la fuerza de una pasión.

jueves, 3 de mayo de 2012

Cuando las cosas se hacen mal

Cuando las cosas se hacen mal, los resultados son siempre insatisfactorios. Como en el Atleti, el de la coherencia, es un ejercicio que ha quedado traspapelado con los años, las apropiaciones indebidas y los proyectos indefinidos, la lógica ha termindo por imponer las leyes de la cruda realidad: el equipo no jugará la Champions y, lo que es peor, ni siquiera ha hecho merecimientos para obtener gran premio.

El de ayer no fue sino otro eslabon más en la cadena de despropósitos a la que se ha ido anclando el equipo a lo largo de la liga al tiempo que intentaba amarrar en puerto mientras, por estribor, el barco tendía a dejarse arrastrar por la fuerza de la deriva. En el minuto setenta y cinco el partido era uno de esos tostones con el que de vez en cuando nos premia el Atleti pero en el que el resultado no corría el mayor peligro de ser rebatido por una Real Sociedad que enseñaba los dientes pero no mordía. Fue justo cuando Gabi dejó botar un balón que había pasado a medio palmo de su cabeza y, al perder la posición, se vio obligado a levantar la pierna más de lo debido. Tarjeta roja y a sufrir.

Pero no condenemos a Gabi, por más que su error sea uno de esos que se le corrigen a los niños desde que están en edad infantil. El equipo hizo las cosas mal desde el principio; no mordió arriba, movió el balón con pasividad, los mediocentros se escondieron y la línea de mediapuntas se dedicó a ese deporte tan común en el Atleti y que es el de pasarle el balón al jugador rival más cercano. Ni siquiera hubo chances claros de gol. Y encima Juanfran, ese tipo con cara de estibador a cuya fiabilidad nos habíamos acostumbrado, cometió un error de juvenil. Y ya se sabe, cuando las cosas se hacen mal, los resultados son siempre insatisfactorios. En este limbo de la nada más absoluta llevamos navegando durante demasiados años; en la deriva de nadie, en el abismo de la nada ¿Le dará al Atleti por hacer las cosas bien aunque sea por una puñetera vez?