viernes, 20 de febrero de 2015

Causas y consecuencia

Cuando entregas el balón y la voluntad. Cuando desaparece la intensidad. Cuando crees que el monte es orégano, que las victorias pasadas te aseguran éxitos futuros, que ganar es cuestión de poner el escudo, que el fútbol es un juego de hombres contra niños. Cuando abrigas la esperanza de ganar sin entender lo que significa. Cuando desdeñas la ilusión de los niños y el sueño de los mayores. Cuando fracasas por no intentarlo. Cuando intentas lo imposible.

Cuando te engañas a ti mismo con promesas falsas. Cuando te engañas a ti mismo con objeciones insensatas. Cuando te engañas a ti mismo con actuaciones infames. Cuando engañas al mundo cambiando el color de tu rostro, cambiando el pulso del momento, cambiando el ímpetu hasta convertirlo en desidia. Cuando el engaño se convierte en desengaño y el desengaño en desesperanza. Cuando la esperanza se pierde, cuando la amargura te atrapa, cuando la honestidad queda atrapada en un proceso de duda.

Cuando el destino es vestido por la desgana, cuando la desgana desviste el virtuosismo, cuando la confianza peca por exceso y el compromiso lo hace por defecto, cuando se intenta jugar en una dirección, cuando se deja a los extremos rivales que encuentren en cada banda una autopista hacia el cielo, cuando se fallan las ocasiones, cuando no se gobiernan las áreas. Cuando se pierde el control del partido en el centro del campo. Cuando se juega mal, se pierde.

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