lunes, 2 de noviembre de 2015

La hora de la definición

Vaya por delante que el Atleti aún no me ha convencido del todo este año. Ha habido dos momentos en los que la recuperación de la ilusión se ha instalado en mis esperanzas; una fue en el derbi donde, ante uno de los mejores equipos del mundo, el equipo, lejos de caer en el caos de antaño, tuvo aplomo y nervio suficientes como para empatar el partido y estar a punto de ganarlo. El otro fue el partido frente al Valencia, pero el Valencia estuvo a un nivel tan flojo que me resulta poco relevante medir el juego en función de las prestaciones del rival.

No es negativo, pese a todo, mostrar aplomo y fiereza cuando todos te dan por muerto. El antiguo Atleti, ese que deambulaba por el campeonato antes de que el Cholo llegase al vestuario con su fórmula mágica, se hubiese dejado hundir a las primeras de cambio. No hubiese empatado el derbi y, probablemente, se hubiese dejado empatar en la recta final ante un inoperante Valencia. Es justo decir que sí, que muchas cosas han cambiado y que es por eso que ahora tendemos a olvidar el pasado y exigir en función de nuestro presente.

Es por ello que pedimos una defición al equipo en este arranque dubitativo. No estamos en condiciones de exigir lo imposible; competir con dos transatlánticos con una fueraborda, es poco más que un ejercicio de una herocididad encomiable, pero a lo que sí nos sentimos con derecho es a exigir al equipo que no pierda esa dentellada carnívora que le convirtió en el depredador más temido de la jungla. El primer tiempo en Riazor nos pone en el camino, el segundo, en cambio, nos aleja. El buen ejemplo es el que debe perdurar en la motivación de los jugadores. Los pecados, como se comprobó, siempre conllevan su penitencia.

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